Cortar con la tentación

El reciente tiroteo ocurrido en la clausura del popular festival de música country “Route 91 Harvest”, en Las Vegas, provocó la muerte de 59 personas y dejó más de 500 heridos. Fue el hecho de este tipo más grave registrado en Estados Unidos en los últimos años. Hasta ahora, el tiroteo con más muertos en la historia de este país era el que sucedió el 12 de junio de 2016 en el club gay Pulse de Orlando (Florida), donde murieron 49 personas antes que el autor de la matanza, un estadounidense de origen afgano, fuese abatido por la policía.
El autor del ataque en Las Vegas, un hombre de 64 años identificado como Stephen Paddock, disparó desde el piso 32 del hotel Mandalay Bay, ubicado en la avenida Central Strip, donde se celebraba la tercera y última noche de un festival de música country. Según la policía, efectivos de SWAT irrumpieron en la habitación, encontraron muerto al sospechoso y confirmaron que se suicidó. De acuerdo con la información oficial (se descartaron vínculos con el islamismo terrorista), junto al tirador se encontraron al menos 17 rifles.
El tiroteo y asesinatos en la ciudad del lujo y la diversión puso una vez más sobre el tapete el cuestionamiento de la tenencia de armas en Estados Unidos, donde es relativamente fácil acceder a un arma legal y se han sucedido este tipo de trágicos acontecimientos. Y otra vez, el presidente Donald Trump –defensor de las leyes pro tenencia de armamento por la población civil– enfrenta nuevas presiones en el sentido contrario.
Un día después de la masacre, en una breve alocución desde la Casa Blanca, el presidente no dijo ni una palabra sobre las armas. Poco después, su portavoz, Sarah Sanders, opinó que era “prematuro” emprender ese debate. Sin embargo, la intención de la oposición demócrata es otra y por estos días reclama una modificación de la legislación sobre armas, tema que suscita encendidos debates en Estados Unidos.
Apoyado en la campaña electoral por la mayor organización estadounidense defensora del derecho a poseer armas de fuego, la National Rifle Association (NRA), Trump siempre fue un feroz defensor de la Segunda Enmienda, que estipula que no se puede atentar contra “el derecho del pueblo a tener y portar armas”.
Estados Unidos es uno de los pocos países industrializados en los que la propiedad legal de armas es generalizada. La Segunda Enmienda, de 1791, garantizaba la rápida defensa ante cualquier amenaza mediante la tenencia de armas, comprensible para un país que acababa de pasar por una guerra de independencia contra los ingleses, pero que se ha mantenido y defendido –por muchos a capa y espada– durante más de dos siglos.
Las leyes federales de armas de fuego, en general, regulan la venta, posesión y transporte de armas de fuego y municiones, mientras que otros aspectos relacionados con el tema son tratados por medio de las leyes estatales. La ATF (Bureau of alcohol, tobacco, firearms and explosives) especifica quién puede o no poseer armas de fuego, así como su venta, envío y transporte, incluyendo la prohibición de portarlas a bordo de un avión.
Pero, a pesar de las especificidades, no hay una ley federal que regule los permisos para la portación, ya sea de forma oculta o a la vista, de armas de fuego en público. Las leyes estatales cubren esta laguna y, en estos casos, priman sobre las federales. Es por ello que cada uno de los 50 estados que conforman el país cuenta con leyes propias sobre la obtención, la tenencia, la portación de armas, etcétera. “Esto provoca una total y absoluta diversidad de normas a lo largo y ancho del país, pues lo que vale en un estado puede no estar permitido en otro”, reflexiona el sitio especializado Magnet.
¿Cuántas armas hay actualmente en Estados Unidos? Este es un dato difícil de verificar, con distintas estimaciones que hablan de entre 270 y 310 millones de armas en todo el país. Un estudio realizado por Pew Research Center en 2013 reveló que en el 37% de los hogares estadounidenses había un adulto que poseía un arma. El 74% de aquellos que poseían armas eran hombres y el 82% eran blancos, lo que supone que en total, el 61% de los adultos que poseían armas eran hombres de raza blanca, pese a que este grupo solo supone el 32% de la población de Estados Unidos.
Para los que abogan por un mayor control del derecho a poseer armas, el gran número de estas y la facilidad con la que se pueden adquirir son parte de los principales motivos que explican por qué en Estados Unidos se produce un número tan elevado de homicidios y matanzas indiscriminadas. Por ende, es un asunto de muy difícil solución. Y meterse con la libertad de las personas en esta nación –la libertad de tener un arma– es un tema complejo.
Este debate sobre la posesión de armas es recurrente en Estados Unidos, donde prácticamente a diario se registran tiroteos en los que hay varias víctimas y donde, como ha denunciado el ahora expresidente Barack Obama, los ciudadanos parecen haberse acostumbrado a que estos hechos formen parte de su vida cotidiana. El exmandatario trabajó en un proyecto para controlar la tenencia de armamento entre la población civil. Pero el lobby de la NRA y los seguidores de la Segunda Enmienda han sido más fuertes. Tampoco, nada indica que un mayor control termine con estas matanzas sin sentido, que no se detienen en la potencia de América del Norte.