En reciente discurso ante la 51ª Cumbre del Mercosur y países asociados, el presidente Tabaré Vázquez lamentó que pese al empeño que se ha puesto de manifiesto en este caso por Brasil en ejercicio de la presidencia pro témpore del Mercosur, no se haya concretado todavía el acuerdo comercial con la Unión Europea, desde que hay puntos todavía pendientes en las negociaciones que llevan ya dos décadas de proceso.
El jefe de Estado uruguayo reconoció que entre los temas que aún quedan por acordar en las negociaciones figuran las normas de origen, las compras públicas y el acceso a mercados, pero paralelamente consideró que el Mercosur “fue capaz de llegar al 90 por cierto del comercio y ahora es el turno de la Unión Europea, que quede claro”, en una reflexión que parece un intento de dejar la pelota en la cancha del bloque europeo.
Pero hay muchos elementos que hacen que haya culpas compartidas, y sin dudas que en este sentido el Mercosur tiene la mayor parte de la responsabilidad, por influencia de los dos grandes del bloque, Argentina y Brasil, que no han tenido demasiado interés en alcanzar acuerdos en determinadas áreas, y ello fue particularmente claro durante el período de los gobiernos K en el vecino país, con su ultraproteccionismo ideologizado.
Para Vázquez, si la UE no actúa con celeridad y no llegan los avances que parecen cercanos, “sería una enorme frustración para nuestros pueblos, para las oportunidades que necesitamos para que cada vez nuestros pueblos vivan con mayor calidad de vida, porque se lo merecen”.
Por cierto que, hablando de posturas ideologizadas, durante los gobiernos del Frente Amplio se ha intentado hacer realidad el delirio de “más y mejor Mercosur”. Pero siempre hemos tenido peor Mercosur a medida que han avanzado los años, porque el bloque ha sido incapaz de conciliar políticas internas y dejar de lado el síndrome del club de presidentes amigos de los gobiernos progresistas.
Han pasado los años y en el gobierno de Vázquez se ha asumido que poco y nada hay que esperar del bloque sin la apertura hacia el mundo, pero los problemas surgen con grupos dentro de la coalición de gobierno que se oponen a la firma de tratados de libre comercio y relaciones comerciales con países que consideran no son del cuño ideológico que prefieren.
En este contexto, se espera que a principios de enero llegue a Uruguay el canciller chino Wang Yi, quien participará en una reunión con sus pares latinoamericanos.
La visita se registrará precisamente cuando pese a cierto avance en las negociaciones las altas expectativas uruguayas de alcanzar el acuerdo con la UE empiezan a aplacarse. Pese a la oposición interna, hay intención del gobierno de Tabaré Vázquez de abrirse al mundo para concretar acuerdos comerciales, y en 2018 el foco de atención estará en China.
La visita del canciller asiático apuntaría a intensificar los procesos de acuerdos entre ambos países, con el antecedente de que a principios de diciembre se realizó en Punta del Este la reunión China-LAC, una cumbre entre empresarios y autoridades del gigante asiático con empresas latinoamericanas.
En esa oportunidad, el el jefe de Estado uruguayo destacó la importancia de “poner las miradas en China” por el posicionamiento que esa potencia tendrá en el comercio mundial, y consideró que “China ocupa un lugar central en el futuro de nuestra región, un futuro que no está predeterminado, sino que se construye entre todos”.
A la vez, el canciller uruguayo, Rodolfo Nin Novoa mantuvo un encuentro con Wang Yi en junio de 2016. Acordaron profundizar los lazos entre ambos países y trabajar para analizar un TLC entre Uruguay y China, un tema que recoge interés del gobierno de Vázquez, aunque una cosa es la postura del Poder Ejecutivo y otra la que tienen sectores de izquierda que se hacen fuertes en la bancada parlamentaria y no tienen interés en darle el aval.
No es extraño por lo tanto que hasta ahora el oficialismo no haya estado dispuesto a votar la ampliación del TLC con Chile, a pesar de que el propio Vázquez le solicitó públicamente a su partido que lo aprobase, y sigue dominando la escena la postura de desconfianza de grupos “sesentistas” y alineados a ultranza con gobiernos autodenominados progresistas en cuanto a la firma de los Tratados de Libre Comercio.
Esta subordinación a las presiones internas hace que en lugar de adoptar una actitud alineada a su pensamiento y eventualmente acordar con sectores de la oposición dispuestos a votar el acuerdo, desde el Poder Ejecutivo se trabaja paralelamente en otro tipo de acuerdos comerciales para así evitar discrepancias en la interna del oficialismo.
En el caso de la visita del canciller chino se pretendería enviar el mensaje de que los intereses de ese país con Uruguay “van en serio”, según manifestó una fuente del Ministerio de Relaciones Exteriores a El País, y con este fin la Cancillería de nuestro país prepara una agenda de temas para conversar, entre los que está la posibilidad de ampliar la oferta de productos locales que se vendan al país asiático.
“China está liderando un proceso de apertura hacia el resto del mundo que va con la visión que tiene Uruguay del comercio internacional”, sostuvo el canciller Nin Novoa, y subrayó que el gobierno uruguayo ya tomó la decisión de avanzar en “un comercio libre, pero con reglas claras”.
Y si bien una de las ideas de Uruguay era plantear en la interna del Mercosur avanzar en un TLC entre el bloque sudamericano y el país asiático, el interés brasileño es relativo –aspira a jugar por sí solo en la cancha grande– y Paraguay tiene firmado un TLC con Taiwán que dificulta la firma de un acuerdo de estas características.
Pese a las diferencias del tamaño de las economías entre el gigante asiático y Uruguay, en la cancillería se considera que la visita del canciller chino Wang Yi permitirá explorar otro tipo de acu
erdos para el intercambio de bienes y servicios. “No se puede quedar rezagado frente a otras economías porque países que producen los mismos productos y servicios que Uruguay van a poder ingresar en mejores condiciones”, dijo Nin Novoa, aludiendo a que la reducción de aranceles nos dejaría en mejores condiciones de ingresar al mercado chino, aunque este es naturalmente un proceso de ida y vuelta, y quien logra beneficios a la vez tiene que otorgar otros en reciprocidad.
Una instancia siguiente se dilucidará en febrero en un encuentro de cancilleres sudamericanos con autoridades y empresarios chinos en Santiago de Chile, con el mismo objetivo de la China-LAC, que es concretar mayores negocios chinos en América del Sur. Para esa altura es de esperar que en la fuerza de gobierno se asuma que la apertura comercial no es resignar soberanía, sino que la mejor forma de proteger empleo y propiciar el desarrollo es incrementar el intercambio comercial, buscar la complementación en el intercambio y generar cadenas de valor con participación de mano de obra dentro de fronteras.
Es decir, aprovechar en esta oportunidad que –según los observadores internacionales– China va hacia un cambio de estructura económica y productiva, buscando productos cada vez de mayor valor tecnológico y con mayores procesos productivos.