La presa mayor del juez Moro

Brasil está convulsionado por la orden de arresto de Luiz Inácio Lula da Silva, quien fuera el presidente más popular de la historia de ese país. El jueves, el exmandatario no zafó y sobre él recayó una orden de prisión en su contra, con una condena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción. La orden la emitió el juez brasileño Sergio Moro.
Este hombre ha sido tildado a veces como un luchador contra la corrupción endémica en Brasil o como un justiciero puritano que criminaliza la política. En julio pasado, ya había condenado al ícono de la izquierda a 9 años y medio de cárcel, por corrupción pasiva y lavado de dinero. Un fallo confirmado y una sentencia aumentada por un tribunal de apelación.
Y el jueves apretó el nudo intimando a Lula a entregarse en un lapso de 24 horas en Curitiba, la ciudad donde nació la Operación Lava Jato (lavadero de autos), que en cuatro años “se convirtió en referente mundial de la lucha contra las mil y una maneras de falsear licitaciones, desviar dinero, vaciar los cofres de las compañías públicas y comprar apoyo político”, señala un informe de la AFP.
“La punta del ovillo estaba en Petrobras y tirando de ella tambalearon imperios como el de la constructora Odebrecht. Pasaron por su juzgado presuntos intocables de las finanzas y de la política, de izquierda, de centro y de derecha. En todo caso, aquellos que no gozaban de fueros privilegiados gracias a sus cargos ministeriales o legislativos”, añade. Y Lula se convirtió en su presa mayor.
El interrogatorio al que lo sometió en mayo de 2017 fue una confrontación entre dos universos que en Brasil parecen totalmente ajenos entre sí: el que está saturado por la corrupción y el que está indignado por la miseria. “Señor presidente, quiero dejar claro que pese a algunas versiones, no existe de mi parte ninguna desavenencia personal con usted. El desenlace del juicio provendrá de las pruebas y de la ley”, recalcó antes de iniciar el interrogatorio del fundador del Partido de los Trabajadores (PT).
La figura de Moro y su modo de actuar divide a la opinión pública en Brasil, ya que también ha puesto en su contra a los seguidores de Lula y por si fuera poco también puso, en su momento, contra las cuerdas al gobierno de la expresidenta Dilma Rousseff.
Según la BBC, Moro ha colocado tras las rejas a políticos y algunos de los empresarios más ricos de Brasil. En sus redes cayeron desde exdirectivos de Petrobras hasta los dueños de las mayores constructoras del país, pasando por políticos de primer y segundo nivel en movimientos que, poco a poco, estrecharon el cerco sobre una de las figuras intocables de la política regional.
Moro nació hace 45 años en la ciudad paranaense de Maringá, ahí se graduó en Derecho y se convirtió en juez en 1996. Abogado y profesor universitario, completó su formación en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
Ante los medios de su país, el juez admitió haberse inspirado y además es un gran estudioso de la histórica operación Mani Pulite (manos limpias), que desarticuló una red de corrupción en Italia en la década de 1990. Cuando Moro le preguntó a Lula si se sentía responsable por la red de sobornos que se desveló en Petrobras, el expresidente respondió: “Doctor Moro ¿se siente usted responsable de que la Operación Lava Jato destruyera la industria de la construcción civil? ¿Se siente responsable por las (centenas de miles) personas que perdieron sus empleos en el sector del petróleo y el gas y de la construcción civil?”
Tras ser condenado como propietario de un apartamento ofrecido por la constructora OAS para ganar licitaciones en la estatal petrolera, Lula afirmó: “El juez Sergio Moro, rehén de los medios, estaba condenado a condenarme. Los fiscales, presa de megalomanía, aseguran que el Partido de los Trabajadores (PT) quería el poder para robar”. El cara a cara entre estos dos íconos antagónicos de Brasil empezó en marzo de 2016, cuando Moro ordenó a la policía irrumpir en casa de Lula en Sao Bernardo do Campo (Sao Paulo) para llevarlo a declarar por la fuerza.
Ese mismo mes, el magistrado divulgó una conversación entre el exmandatario y su sucesora Dilma Rousseff (2011-2016), que sugería que ésta buscaba nombrarlo ministro para darle fueros que lo protegieran de la justicia ordinaria. Lula juró su nuevo cargo, pero nunca pudo asumir.
El juez, por supuesto, ha cosechado sus críticas, como las acusaciones de excesos. La conducción obligatoria del expresidente a declarar sin enviarle un requerimiento previo fue criticada por algunos juristas e incluso por un miembro del Tribunal Supremo Federal, Marco Aurélio Mello. El propio Lula dijo haberse sentido “prisionero” al ser llevado por la policía ante los investigadores, pero Moro aclaró en un comunicado que las medidas de investigación “no significan anticipación de culpa”. Un gremio de jueces y otros juristas respaldaron el proceder de Moro.
Lula fue condenado por corrupción en dos instancias distintas y en una tercera resultó ser enviado a prisión. La mayoría de los jueces que decidieron la condena fueron puestos por él. Punto para reflexionar a la hora de acusar intencionalidades.