Como te digo una cosa te digo la otra. El año pasado Lucía Topolansky dijo al asumir la vicepresidencia que no quería opinar sobre actos de corrupción de dirigentes del Partido Nacional porque al hacerlo “de algún modo está haciendo presión sobre la Justicia”.
En las últimas horas, en un acto que apresuradamente realizó el Pit-Cnt para expresar su respaldo al expresidente brasileño Lula da Silva, finalmente encarcelado, la vicepresidenta de todos los uruguayos aseguró que “esto tiene una orquestación que la vienen trabajando y en realidad le están cerrando el paso a la presidencia de Lula”.
El camaleonismo de quien siendo la vicepresidenta de un país se da el lujo de afirmar que concurre a un acto “como militante de izquierda”, cambiando el traje que el voto popular le dio, no necesariamente sorprende, pero deja al borde del exabrupto: “volvé Raúl, volvé”.
Es triste, de eso no quedan dudas, que un liderazgo tan potente e inspirador como el del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva termine en este lastimoso espectáculo, en este show de cordero degollado cuando la Justicia brasileña –a todo nivel– demostró con claridad que, como la Luna, tiene una cara más o menos oculta, donde se dejó atrapar por actos de corrupción indignos de cualquier gobernante. Sea del partido que sea, de izquierda, derecha, centro o de Marte.
Nadie olvidará que durante su gobierno aumentó el poder de consumo de millones de brasileños sin tocar la renta ni los privilegios de los más ricos. Los pobres menos pobres, los ricos más ricos.
Pero tampoco se olvidará –por ser verdad– que en esa conciliación nacional tuvo mucho que ver el volumen de exportaciones de materias primas a China. Enormes beneficios, que de la noche a la mañana se vieron menguados debido a que los precios de los commodities se desplomaron.
Esa conciliación solo podía ser provisional, porque no había pócima mágica. En cambio había, hubo y hay, corrupción. Que enloda a buena parte del sistema político brasileño y a las enormes empresas como Odebrecht, cuyos principales ejecutivos terminaron entre rejas y cantando cual tenorios.
Pero lo que es cristalino para la Justicia brasileña, solo puede ocultar un ataque a la democracia en Brasil y en América Latina para el Pit-Cnt, que como al parecer los trabajadores uruguayos no tienen de qué quejarse ni demandas sin satisfacer, se dedica a la política, y para colmo a la política internacional.
Para la central seguramente se trata de un complot de las élites, de la maligna derecha, de los perversos milicos que deben estar preparando las bayonetas. Se trata, en realidad y para decirlo de una vez por todas, de una decisión soberana de la Justicia brasileña que vaya si ha respetado los derechos de Lula. Lo que ocurre en Brasil es la ratificación, por un lado, de que la democracia se ve reforzada cuando la Justicia no se amilana ante la necesidad de procesar a los poderosos; y, por el otro, que la ceguera de los líderes izquierdistas amenaza con convertirse en epidemia. Para peor, no hay vacuna disponible.
Lula en realidad sigue aferrado a actos de corrupción desde que su intento de volver a la presidencia tenía como objetivo mayor forzar una interpretación legal que lo dejara libre, con pretensión de limpieza del caso del Lava Jato, esa formidable cadena de sobornos que tiene ligada a casi toda la clase política de Brasil y tentáculos por toda Latinoamérica.
Desde varias partes de América Latina los líderes de izquierda claman por la inocencia de Lula, sin argumentos. Los que sí tiene la Justicia brasileña para condenarlo.
En Uruguay, desde que el gobierno –como lo dijo en Paysandú el canciller Rodolfo Nin Novoa– no hizo comentario alguno porque respeta las acciones del sistema judicial de otro país, el Pit-Cnt, con el bien mandado secretario general de la central, el comunista Marcelo Abdala (ya lo premiarán con una diputación) salió a defender al exmandatario. Lucía dejó de trabajar como vicepresidenta y se fue como militante. Alguien debería decirle que es full time su trabajo como vicepresidenta. Así lo decidió la ciudadanía uruguaya, aunque llegó por el proceso de sucesión de Raúl Sendic.
El Pit-Cnt se asegura dispuesto a salir a la calle para defender a un culpable de corrupción como Lula. Bueno, si lo que quiere es defender la democracia de América, hay que pasarle el dato que debería empezar por defender al pueblo venezolano, atrapado en la locura sicótica estilo Calígula de Nicolás Maduro. Quienes pueden huir lo hacen. Miles llegan a Uruguay, por si el Pit-Cnt no se ha enterado. De hecho debería cuidar que sus derechos como trabajadores extranjeros sean respetados. Muchos llegan adonde pueden, empezando por Colombia, y hasta nuestro país en gran número.
Y aunque Abdala no lo diga, es precisamente en ese país donde la exfiscal venezolana Luisa Ortega no duda en señalar al presidente Nicolás Maduro como principal responsable del verdaderamente escandaloso caso Odebrecht, según las investigaciones realizadas desde 2015 por el Ministerio Público que ella dirigió hasta su destitución por la Asamblea Nacional Constituyente.
Maduro desangra a su país, no alimenta a sus habitantes, no cuida su salud adecuadamente. Mata a su propio pueblo, ya sea en la calle reprimiendo una manifestación, de hambre o por falta de medicamentos. Silencia a la oposición cerrando o expropiando los medios de prensa que no le son afines, encarcela a los opositores o los condena al exilio, y pisotea la Constitución. Ahí sí que la democracia está en problemas, si es que queda algún vestigio de ella, y los trabajadores no la están pasando bien tampoco, por responsabilidad directa del dictador.
Pero no se han escuchado otra cosa que elogios de Abdala y el resto de los líderes expertos en política internacional del Pit-Cnt a las acciones del Calígula latinoamericano.
La doble cara de la central que debería representar a todos los trabajadores uruguayos –no solo a los de izquierda– quedó una vez más en evidencia. Como te digo una cosa te digo la otra. Todo lo del mismo palo es bueno, al precio que sea. Un camino que parece tomar la izquierda uruguaya en el poder que no tiene retorno. Peor aún, toma como vocera supuestamente creíble a la central de trabajadores, una aliada política del gobierno, que le hace el trabajo sucio. Como el Estado uruguayo tiene que decir que respeta la Justicia de otro país, el Pit-Cnt apoyado por la vicepresidenta en su día libre, se pone la verde-amarelha para calificar de abyecto y corrupto al gobierno de Michel Temer. Cuando pueda, si no es mucho pedir, podría defender a los trabajadores dentro de fronteras celestes.
El Pit-Cnt y los titiriteros que lo mueven deberían recordar la famosa frase de Cicerón: “Nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.