Alianzas ante una guerra comercial que genera escalada de amenazas

A partir de la cruzada proteccionista de Donald Trump, apoyado en su eslogan populista “Let’s make America great again” (Hagamos a Estados Unidos grande otra vez) se han ido sucediendo medidas y las amenazas –cada vez más directas– a China, considerado su gran competidor en los mercados mundiales, pero sobre todo como economía destructora de puestos de empleo en Estados Unidos.
Su estrategia ha sido primero la de lograr que el gigante asiático restringiera por decisión propia sus exportaciones hacia Estados Unidos, mediante el anuncio de próxima aplicación de aranceles y otras medidas proteccionistas. Pero con el devenir del tiempo los hechos han sido determinantes para que los organismos internacionales y los países que los integran en mayor o menor medida, hayan asumido que de una u otra forma esta ola proveniente de Washington iba a salpicar a todos. Así, se comenzaron a instrumentar reuniones y búsqueda de alternativas que atenúen las consecuencias de esta arremetida desde uno y otro lado, procurando tejer alianzas para respaldo de sus respectivas posiciones.
Y la Guerra Fría ha dejado paso a la guerra económica, con intereses de por medio que han hecho que sea problemático el alineamiento; porque más allá de las familias ideológicas de antaño que se han esfumado, hay intereses contrapuestos y de lo que se trata, más allá de las salidas, es de minimizar los posibles daños.
Así, tenemos que en las últimas horas los países asiáticos miembros del foro de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean) expresaron preocupación por el impacto potencialmente devastador de una guerra comercial entre Estados Unidos y China, y pretenden un acuerdo de libre comercio respaldado por Pekín que excluya a Estados Unidos.
Precisamente el temor a que una disputa comercial entre las dos mayores economías del mundo pueda derivar en una auténtica guerra comercial, que tendría consecuencias devastadoras para los vecinos de China, dominó los debates de la reunión ministerial de la Asean, celebrada en Singapur el sábado.
En esta escalada de medidas y amenazas para ver cómo se responde desde las otras tiendas y evaluar hasta dónde se puede llegar para obtener concesiones, la imposición mutua de aranceles intensificó las tensiones en los últimos meses. El viernes, Pekín amenazó con imponer tasas equivalentes a U$S 60.000 millones a los bienes estadounidenses importados, en tanto Washington menospreció las medidas como “débiles”, en el marco de la respuesta china luego que el gobierno de Trump advirtiera que podría aumentar los aranceles a los bienes chinos por hasta U$S 200.000 millones.
Los socios comerciales están preocupados, y no es para menos. La perspectiva de una guerra comercial es una “amenaza real” para los países asiáticos, advirtió el ministro de Relaciones Exteriores malayo, Saifuddin Abdullah, al margen de la cumbre. “La amenaza está haciendo que muchos países se preocupen”, apuntó.
Otros diplomáticos asiáticos de alto rango presentes en el foro del sábado criticaron el proteccionismo y consideraron que se ponía en peligro el desarrollo de la región. Y en procura de buscar algún escudo que podría atenuar las consecuencias, algunos ministros instaron a acelerar las negociaciones para la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), un acuerdo de libre comercio entre los diez países miembros de la Asean y sus socios comerciales regionales (China, Japón, Australia, India, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda), lo que indica alineamientos que no dejan bien parados a Washington, al fin de cuentas.
Otra derivación del conflicto se manifiesta además en que los temores al impacto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China continúan enfriando el ánimo de los inversores, a pesar de los buenos resultados del segundo trimestre que exhiben las grandes empresas a ambos lados del Atlántico.
En la última escalada del conflicto de Washington con Beijing, China prometió que tomaría represalias si Estados Unidos cumple su amenaza de subir a 25% desde 10% los aranceles a las exportaciones del país asiático. “Hay que tener una corazonada fuerte para invertir en este ambiente, y en agosto dudo que mucha gente la tenga”, dijo Herve Goulletquer, subjefe de análisis de Banque Postale Asset Management en París. Como contrapeso, los reportes de las compañías seguirían dando sustento al mercado.
Asoma además otro factor revulsivo en el horizonte, que proviene de la posibilidad de una devaluación en China para contrarrestar las medidas de Washington, e incluso algunos analistas internacionales advierten que esta es un arma muy sencilla que puede emplear contra los aranceles del presidente Donald Trump.
Desde mediados de abril, el valor de la moneda de China, el renminbi, ha bajado más del 7% respecto al dólar, una magnitud inusual. Al bajar el valor de la moneda, las exportaciones chinas se abaratan para los compradores extranjeros, lo cual es particularmente útil en este momento, cuando los aranceles de Trump encarecen muchos productos chinos en el mercado estadounidense. Puesto que el gobierno de China se encarga de controlar el valor de su moneda, es evidente que Pekín está de acuerdo con esta baja.
Y si bien las autoridades chinas declararon que no han provocado una baja deliberada en el valor de la moneda para obtener ventajas en el conflicto comercial, la sospecha tiene fundamentaciones muy sólidas, pues el renminbi no se cambia libremente y su precio debe aumentar o bajar a diario dentro de un rango estricto fijado por el banco central chino.
Ese rango se ha ido reduciendo de manera constante. La reducción más reciente, que colocó al renminbi al nivel que tenía el año pasado, comenzó cuando se agravó el cruce de declaraciones.
Si bien una moneda debilitada puede ayudar a suavizar los golpes económicos, también hay que pagar un precio y China lo vivió cuando devaluó su moneda hace tres años. No obstante, permitir la caída del renminbi puede tener más ventajas que otras posibles reacciones a los aranceles estadounidenses. Como China exporta mucho más a EE.UU. de lo que importa, no puede responder con aranceles sobre cantidades siquiera comparables de productos estadounidenses. Igualmente la devaluación conlleva pros y contras, y las consecuencias no siempre son manejables.
En este conflicto de intereses entre las mayores economías nos quedamos con que todos imponen aranceles, los productos se encarecen y los bolsillos aprietan, y surgen factores como la reacción de las empresas, las negociaciones posibles entre líderes políticos o los cambios en el comportamiento de los consumidores.
En esta ruleta rusa, habrá algún ganador en el entrevero, pero lo que se viene como común denominador es el intento de cubrirse de las balas, por las dudas, con perdedores por doquier. Lamentablemente, eso es lo que se genera si se sale a lo “cowboy”, a ver quién es el más fuerte y puede imponer su ley, creyendo que no saldrá herido.