Los pavimentos que no dan más

Sin dudas el (mal) estado de los pavimentos de las calles de Paysandú es un tema recurrente entre los conductores y la población sanducera, sobre todo de los primeros, y se potencia durante y después de las lluvias, aún cuando caigan unos pocos milímetros y se extienda solo por unas horas el evento meteorológico.
Sería injusto considerar que se trata de un problema de una única administración municipal, por cuanto con matices y en base a prioridades que no siempre han coincidido, nos encontramos con que gobiernos de todos los partidos han tenido su talón de Aquiles en los pavimentos de la ciudad y situación de la caminería en el interior departamental, que se llevan buena parte de los recursos que dejan los sufridos contribuyentes en ventanillas de la Intendencia Departamental.
Lamentablemente, cuando ya se lleva transcurrida más de la mitad de la presente administración del intendente Guillermo Caraballo, cada ciudadano tiene ante sus ojos la evidencia de que uno de los grandes problemas de la circulación vehicular pasa por los pavimentos destruidos, que en muchos casos han superado su vida útil y que no admiten más bacheos, con sectores críticos en los que solo se han ensayado parches que ni siquiera duran hasta la siguiente lluvia.
Y si este es el panorama que tenemos en zonas más o menos céntricas o de alta densidad urbana, ni que decir lo que ocurre en áreas de la periferia de la ciudad que parecen dejadas de la mano de Dios, donde los problemas propios de la compactación y calidad del pavimento, con pozos enormes que no son tapados al cabo de meses, se agrega el agravante de la falta de cunetas o su escaso mantenimiento, lo que hace que los desagües no cumplan su función y el agua inunde las calles. Así, se generan profundas canaletas en el pavimento que afectan seriamente el tránsito.
Llegamos a un escenario de deterioro generalizado -salvo algunas obras puntuales- de los pavimentos que deriva de una gestión con marcado déficit. Queda al desnudo que los recursos humanos y materiales que se destinan a esta área son insuficientes, no solo para extender el kilometraje de arterias en estado más o menos aceptables hacia las zonas más alejadas en una ciudad que sigue creciendo hacia su periferia, sino que no da tampoco para mantener transitables los pavimentos de la red principal, que presenta hormigones demasiado envejecidos para el tipo de mantenimiento que se les hace, y tampoco se trabaja en el volumen y calidad suficientes en otros tratamientos, como bitumen y carpeta asfáltica, que es en este último caso el que le sigue en durabilidad al hormigón. Y no se trata de decir que no se hace nada por gusto, porque además no hay gobierno que –aunque sea por instinto de conservación– cometa el acto irracional de dejar las cosas a lo que salga para quedar abiertamente expuesto y en falta ante la ciudadanía.
Simplemente lo que se hace no alcanza, es como tratar de derribar una montaña con un pico y asumir que la cosa es solo cuestión de días en cuanto se apure el paso. El deterioro sigue avanzando más rápido que lo que se trata de hacer en las calles de Paysandú, y ya se le va terminando el tiempo a esta administración para hacer algo más o menos a tono con el desafío.
Como es tradicional en política, cada gobierno ha tratado de trasladar las responsabilidades al que le ha precedido, justificándose en la “herencia maldita” sin asumir cabalmente que cuando compareció en su momento en el período electoral puso a consideración su propio programa de trabajo y consecuentemente asumido el compromiso de revertir el supuesto panorama heredado.
Bueno, en estos más de tres años los sanduceros hemos asistido a un alto grado de impotencia para hacer frente al desafío y todo indica que con este ritmo de trabajo seguirá agravándose el defasaje entre las necesidades y la capacidad de respuesta.
Paysandú requiere acciones de real impacto en materia de vialidad, y lamentablemente, como lo ha reconocido recientemente el director del área municipal competente ante trabajadores municipales, no se cuenta actualmente por la Intendencia con la capacidad logística, organización ni maquinaria para encarar muchas de las obras necesarias no solo en el corto plazo, sino para ayer.
Ello explica en parte las concesiones en contratos que se hace a empresas privadas para rehacer paneles de hormigón en algunas zonas de la ciudad, mientras se ha trabajado por tramos de avenida Salto, además, con obras que se han extendido un tiempo mucho más de lo previsto. A la vez se ha postergado la reconstrucción de calles con pavimentos irrecuperables, donde no se admite ya más bacheo, que requieren tratamiento de base con reemplazo y compactación de materiales, pero a la vez con obras accesorias de canalización y niveles para evitar que al poco tiempo reaparezca el problema por la acumulación de agua que socave lo que se haya recuperado. Un claro ejemplo es el cruce de avenida Wilson Ferreira Aldunate y Joaquín Suárez.
La planta de carpeta asfáltica debería ser un instrumento revulsivo para mejorar el tratamiento en pavimento y su durabilidad, pero como como ha reconocido el director de área hablando con funcionarios municipales, hay problemas de manejo y de producción de la planta, por un lado, y de logística, por otro, que hacen que no se pueda aprovechar más que en una mínima parte la generación de material asfáltico, si se tiene en cuenta que hay fallas de organización y los camiones con carpeta recién pueden salir a las once de la mañana.
Este desencuentro hace que solo se haga una pequeña parte de las cuadras por día que podría y deberían hacerse si se contara con un sistema bien aceitado y se tuviera la voluntad para llevarlo adelante por nuestros gobernantes, para los ciudadanos de Paysandú que tanto necesitan de estas obras.
Es que estamos transitando prácticamente el cuarto año de gestión y no alcanza con reconocer los problemas, aunque sea un paso imprescindible. Tampoco esperar los períodos electorales para hacer o tratar de hacer ver que se hace. Es una tarea que debería haber comenzado en serio mucho antes, con un trabajo sostenido que demuestre que los anuncios no solo queden en eso.
A la Intendencia no se le ha terminado el crédito de los sanduceros, felizmente. Pero le queda ya mucho menos, y es hora de demostrar que todavía lo merece.