Nuestros bolsillos son los que pagan

Solo en un país donde en la mirada de los gobernantes se da prioridad a lo que ocurre en Montevideo y luego, eventualmente, proyectarlo como si fuera nacional, se explica que todavía en el gobierno nacional no se acuse recibo de la realidad que hoy vive Uruguay. Las dificultades del agro, para empezar, ya han repercutido en las localidades que directamente dependen de su actividad y luego a los centros urbanos de todos los departamentos, donde desde hace tiempo hay notoria falta de circulante, caída del empleo y de movimiento.
Sin dudas, tampoco ayuda la situación de nuestros dos grandes vecinos, porque Argentina y Brasil están muy complicados y no es de esperar que constituyan alguna expectativa de demanda significativa de nuestros productos en el corto plazo. Ergo, como nunca, la apertura al mundo es clave en un país vulnerable que depende altamente de sus exportaciones, sobre todo de productos primarios provenientes de la actividad agropecuaria, que es precisamente uno de los tantos sectores que tienen problemas de rentabilidad, pese a que por motivos ideológicos, sectores del gobierno y la dirigencia sindical sigan insistiendo en que son oligarcas de 4×4 que “se llevan plata a paladas”.
Una aproximación al escenario que vive el Uruguay la aporta un análisis del gerente senior de la consultora CPA Ferrere, Alfonso Capurro, quien ante la pregunta de si hay riesgo de estancamiento en Uruguay, y si hay amenaza del grado inversor, dijo que efectivamente es así, aunque con algunas salvedades en cuanto al grado de posibilidades inmediatas.
Indicó, según da cuenta El País, que el Producto Bruto Interno (PBI) se prevé crezca a tasas “bajas” en 2018 y 2019 –la previsión de CPA es 2,2% y 1,9% respectivamente–, aunque “si en Argentina no pasó lo peor y la economía se deteriora aún más” la expansión de la actividad local podría estar “por debajo de 1%”; la meta del gobierno de reducción del déficit fiscal “no se cumplirá” porque el gasto público seguirá creciendo (por las jubilaciones), una situación que “presiona el grado inversor, aunque el perfil de endeudamiento” de Uruguay brinda tiempo para procesar los ajustes necesarios.
Consideró que “el mundo ha empeorado para nosotros y por eso las proyecciones se corrigen a la baja. A su vez, hay poco margen (a nivel financiero en el gobierno) para que las políticas públicas puedan compensar” esa tendencia.
Evaluó paralelamente que el crecimiento del PBI en los últimos años es asimétrico, si se tiene en cuenta que el sector Telecomunicaciones representa la mitad de la expansión y si se suma el comercio llega al 80% del registro en el primer trimestre de 2018, en tanto se mantienen “dos problemas del lado de los fundamentos de la demanda, que son la inversión y el empleo”.
Respecto al empleo, sostuvo que lleva cuatro años en caída (se perdieron 50.000 puestos desde 2014) y que se retomaron los niveles de 2007, lo que provocó en el último tiempo el retiro del mercado laboral de unas 15.000 personas “porque las condiciones no son atractivas”, un hecho que “amortigua la suba del desempleo”.
En torno a esta problemática el economista Gabriel Oddone, socio de la misma consultora, reflexionó que “el nuevo escenario financiero global presiona a los emergentes”, en especial a aquellos que poseen “fundamentos más débiles” como Turquía o los vecinos Argentina y Brasil.
Además, dijo que el dólar “seguirá fortaleciéndose” por al menos un año y medio, lo que “expone a los países de la región a mayores dificultades financieras”.
Las perspectivas desde la Argentina, además, no son auspiciosas, por cuanto a su juicio en 2018 la economía vecina sufrirá una contracción y habrá un típico ajuste recesivo en los próximos meses, que se suma al déficit primario y de cuenta corriente así como a las “elevadas necesidades de financiamiento” de la administración de Mauricio Macri (tiene vencimientos por U$S 17.000 millones ahora y U$S 15.000 millones más el resto del año).
Desde la perspectiva uruguaya, a su vez, Capurro planteó que el shock regional no fue amortiguado por precios relativos y eso se traslada a la actividad ya que “perdimos competitividad en turismo con Argentina y si esto no se corrige vendrán menos” visitantes en la próxima temporada. Ese impacto es el que puede llevar a la economía nacional a una situación de estancamiento, evaluó.
En esta valoración de escenario actual y perspectivas sin dudas juega un rol preponderante la situación fiscal del país, desde que el Estado demanda recursos de todos los actores de la economía, que no retornan al circuito y se pierden en la burocracia e ineficiencia estatal, y estamos ante un factor que contribuye a restar rentabilidad y competitividad a las empresas.
Capurro consideró precisamente al respecto que “la situación fiscal es un tema que nos preocupa hace tiempo, en 2014 se empezó a deteriorar”. El déficit del sector público es 4% del PBI en los 12 meses a junio y 2018 será el quinto año consecutivo con un rojo fiscal de 3,5% o más, agregó.
Pero la meta actual del equipo económico de reducirlo a 2,5% a 2020 (antes era el objetivo al 2019) “no es válida” según el analista de CPA “porque ya no estará este gobierno, ni rendirá cuentas”; aunque igual señaló que no se cumplirá.
Las perspectivas y el legado para el próximo gobierno distan de ser alentadoras, por cuanto “la trayectoria del gasto público tiene una dinámica insostenible”, señaló Capurro, en tanto Oddone acotó que esto deja “mucha presión para la próxima administración”. Ambos plantearon que el gobierno que gane la elección y asuma en 2020 deberá “debatir una reforma de la seguridad social” y encarar un ajuste fiscal de alrededor de un punto del PBI. “Ojalá que la economía llegue mejor porque discutir (estos temas) con bajo crecimiento será aún más difícil”, evaluó Oddone.
De eso se trata, precisamente, porque las perspectivas del gasto se han trazado por el gobierno con la mirada optimista de que se mantenga el crecimiento de la economía que se daba hace unos años, lo que se da de bruces con la dura realidad, y por lo tanto nos hemos quedado con gastos rígidos y menos actividad económica para solventarlos, lo que hace que desde el Ministerio de Economía se apele a “rascar el fondo de la lata” por recursos. Es decir, al ya escuálido bolsillo de todos los uruguayos, eterno paganini de culpas ajenas.