Baja percepción y la demora de un mensaje institucional claro

Una pesquisa realizada hace dos años y que la Junta Nacional de Drogas (JND) le presentara al presidente Tabaré Vázquez a fines de agosto fue el detonante para salir a hacer una campaña masiva sobre el consumo problemático.
El documento señala que tres de cada cuatro adolescentes consumen drogas y el alcohol se ha popularizado ampliamente en esa franja etaria, es decir, la población a la que no debe venderse dicha sustancia, según la ley.
La JND también informa en su estudio que el consumo entre mujeres se incrementó en 11 puntos en los últimos dos años y se trata del grupo que más abusó de la bebida antes de los 14 años. La mitad de las estudiantes consumió casi un litro de vino, dos litros de cerveza o cuatro medidas de bebidas destiladas en los pasados 30 días.
Con la marihuana es lo mismo, si se toma en cuenta que dos de cada diez jóvenes entre 13 y 17 años fumó cannabis en el último año, un poco por encima del consumo de tabaco. Hay una mayoría de uruguayos que piensa que la marihuana es inofensiva: siete de cada diez asegura que no hay riesgos y solo uno de cada diez asegura que hay “un gran riesgo” en su consumo. Con el tabaco ocurre lo inverso y por eso decae su consumo desde 2003.
Lo que no dice el informe, pero es claramente identificable, es que se ha perseguido al fumador de tabaco a través de una ley que impide desde 2006 su consumo dentro de espacios públicos o privados de uso público, como no se hizo con la marihuana en los últimos años. Y mientras se habla del tabaquismo y su relación con las enfermedades pulmonares, cáncer y problemas cardiorrespiratorios –además de mostrar las gráficas que señalan un descenso en los infartos de miocardio–, de los riesgos de la marihuana se publicita poco en los medios de comunicación, so pena de quedar en falsa escuadra y hacer parecer que existe una incoherencia entre regularizar su venta –de acuerdo a la ley promovida por el expresidente José Mujica– e imponer algún tipo de prohibición sobre la marihuana. No hay que olvidar que insistieron en que la prohibición de su venta y consumo nunca sirvió para bajar la cantidad de consumidores de esta droga a nivel mundial, pero su liberación tampoco ayudó a minimizar los riesgos. Y esto ocurrió porque se sentaron a ver qué pasaba.
Y las estadísticas se nos vinieron encima porque hoy tenemos más consumidores de sustancias que en cualquier otra época. De hecho, se ha vuelto común el consumo de ansiolíticos antes de un examen al tiempo que se contabilizan más cantidad de restos de porros que de cigarrillo en los patios de los centros educativos.
Ante un problema que atraviesa a toda la población sin distinguir poder adquisitivo o nivel educativo, la JND repite el mismo concepto que otros organismos, cuando se refieren a problemas sociales. Y lo hace como si aplicara una fórmula desconocida: el involucramiento y la fortaleza de los lazos familiares actúan como un factor protector, porque los hijos de padres ausentes tienen tres veces más chances de acercarse a un consumo problemático.
La ausencia o presencia refiere a la permisividad con que se manejan los adultos referentes: “entre los adolescentes que perciben que sus padres toleran el abuso de alcohol, los episodios de abuso son mayores que en los adolescentes que entienden que los padres, por el contrario, no toleran este consumo”, dice el informe.
En los últimos tiempos, las generaciones no permanecen tan alejadas ni varían sus costumbres entre sí. Esto sumado a la vorágine de lo cotidiano y a la cantidad de horas que los adolescentes permanecen solos –y con el tiempo suficiente para socializar con otras personas que no son sus padres– parece una obviedad explicar que esta problemática tiene una tendencia a profundizarse. Y se nota, claramente, que tampoco es patrimonio de comunidades vulnerables que residen en contexto socio-económicos complicados, dentro de hogares monoparentales.
Es decir, la falta de información sobre los riesgos y la ausencia de campañas atravesó a dos generaciones. Una debe poner límites y no lo hace, por lo tanto se hace acreedora a los cuestionamientos; y la otra, nunca recibe toda la información. Porque existe la tendencia a sobreproteger los mensajes que se envían –fundamentalmente desde la institucionalidad–, no sea cosa que los jóvenes terminen estigmatizados y revictimizados. En realidad, tanta perspectiva y tecnicismo en el uso del lenguaje no cuida a los adolescentes.
Desde hace años que se discute el tema y, a nivel político, primero se enfrascaron en la aprobación de una ley porque el mandato de Mujica era muy fuerte. Seguidamente, se enfocaron a resolver la infraestructura estatal –hasta ese momento inexistente– y en el mientras tanto estudiaban el lenguaje a utilizar para dirigirse a la población objetivo.
Pero pasó el tiempo y la falta de claves para evitar el consumo hicieron mella en los resultados. Así como en las cajillas de cigarrillos dice —claramente y sin vueltas– que el tabaco produce cáncer y las fotografías expuestas son claves para su demostración, con la droga se ha tenido otro enfoque. No se ha dicho hasta ahora que la droga mata o que produce daños psicológicos irreversibles, sino que es una “mala idea” su uso antes de tomar el volante. Y este enfoque siempre deriva hacia el alcohol, como una de las sustancias más populares, pero el cannabis gana lugar en la lista y el tiempo pasa.
En este quinquenio, Tabaré Vázquez se comprometió a controlar la comercialización y publicidad para evitar el consumo problemático porque la percepción de los riesgos baja cada vez más.
La iniciativa parlamentaria permanece trancada y ahora se apunta a una campaña masiva orientada a la marihuana que comenzará el 26 de setiembre.
Esperamos mensajes claros y sin rebusques técnicos. Porque si ya no es tabú y forma parte de las conversaciones familiares, al tiempo que todos identifican el “olor a porro”, entonces la campaña deberá dirigirse claramente a quienes consumen, pero con un fuerte enfoque sobre quienes no comenzaron aún. De lo contrario, el problema seguirá siendo una materia de análisis y diagnóstico. Como ahora.