Educación, más allá de la autocomplacencia

Es pertinente evaluar el panorama educativo en Uruguay más allá de la autocomplacencia crónica del gobierno, así como de sindicatos de docentes y funcionarios, que “las saben todas” y se dedican a desestimar y despreciar, así como desacreditar, a quienes cuestionan su actitud prescindente y se sostienen en sus posturas ideológicas.
En este contexto debe evaluarse la convocatoria formulada en las últimas horas por el diario El País, que generó la presencia de cuatro académicos que debatieron sobre los pasos posibles para el cambio en la enseñanza.
“En el mundo en desarrollo hay 200 millones de chicos que deberían estar en la escuela y no lo están. En Uruguay la tasa de deserción es de 60% en Secundaria. Es un problema de acceso gravísimo”, dijo Jaime Saavedra, exministro de Educación de Perú y hoy director de Educación del Banco Mundial, quien destacó tres pilares –que son los que implementó en su país– para una reforma educativa exitosa.
En primer lugar, dijo, se necesitan maestros bien capacitados. En Perú, Saavedra llevó adelante un concurso de nuevos docentes para el sector público tan exigente que 200.000 personas se presentaron para cubrir 20.000 plazas y solo fueron seleccionados 8.000. “La vara para entrar al sistema público tiene que ser bien alta”, afirmó.
Al mismo tiempo implementó un plan de aumentos salariales “relacionados a la meritocracia”. Y explicó: “Los maestros que se compran el pleito de asegurarse de que todos estén aprendiendo tienen que ser diferenciados”.
Saavedra expuso en la conferencia un panorama desolador sobre el estado de la enseñanza, tanto en América Latina como en todo el mundo en desarrollo, y dijo que “si soy ministro de educación en un país de Europa del Este tengo un problema grave: el 15% de los chicos que están en la escuela no están aprendiendo. Si soy un ministro en un país de América Latina: 50% no está aprendiendo. Si lo soy de un país del África Subsahariana: es cerca del 90%. O sea que esta es una crisis muy grave. En Uruguay es un poco menos, los chicos de la Primaria están entre 15% y 30%, dependiendo de si se mide su desempeño en lectura o matemáticas”.
Por su lado Gabriel Sánchez Zinny, director de Educación de la provincia de Buenos Aires, quien maneja un sistema con más gente que toda la población uruguaya –4.700.000 alumnos, con 18.000 escuelas (12.000 públicas y 6.000 privadas)–, subrayó que “cuando ganó la gobernadora María Eugenia Vidal, hace dos años y medio, lo que buscamos fue volver a poner al alumno como protagonista de todas las políticas educativas. Parece algo obvio, pero a veces no pasa. A veces se toman las decisiones con los gremios, con otros actores, y no al aprendizaje del estudiante como centro de la escena”, criticó.
Adriana Aristimuño, investigadora de la Universidad Católica y miembro del grupo de investigadores y generador de propuestas para la educación, Eduy21, presentó una serie de datos que dan idea de los problemas que tiene Uruguay. Citó un trabajo del Ineed, Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que hizo un seguimiento de 100 estudiantes que habían tenido rezago en las pruebas PISA. Cuando estos jóvenes habían cumplido 21 años solo seis habían logrado terminar la educación media. “Quiere decir que los estudiantes rezagados están totalmente condenados a no terminar la educación”, sentenció la académica de Eduy21.
También citó otro dato proveniente de un estudio presentado esta semana por Ineed, que dice que quienes lograron terminar el liceo con 18 años (es decir sin repetir ningún grado) apenas era del 20%. “Uruguay tiene uno de los sistemas más desiguales, eso es shockeante (…) El Ineed muestra que los estudiantes de los quintiles más altos tienen cinco veces más posibilidades de terminar la educación. Esto es llamativo para Uruguay: en el quintil más rico el 71% termina, y solo el 15% termina en el quintil más pobre”, sostuvo Aristimuño. La experta citó una investigación que hizo en cuatro liceos públicos preguntándole a estudiantes de segundo grado qué cantidad de profesores usaba medios audiovisuales: “Cerca del 80% de los estudiantes nos dijo que no usaban ningún medio audiovisual, ni un grabador”; eso pasa “increíblemente en el país del Plan Ceibal”.
Como es sabido, nuestros docentes y autoridades no tienen ningún interés que los evalúen, como se hace en todas partes del mundo, sino que reclaman siempre más y más recursos y hacer con ese dinero lo que les place, sin dar cuenta de los resultados que obtienen.
Más aún, cuando se les reclama desde el sistema político que den cuenta de las evaluaciones del sistema, se resisten sistemáticamente a hacerlo y a la vez descalifican a quienes quieren mejorar la enseñanza, calificándolos de “fachos” y de “hacerle el juego a la derecha”.
En este sentido Aristimuño presentó una serie de cifras que comparan el Uruguay de hoy con el de hace 100 años. En 1918 había 1.400.000 habitantes y el 40% tenía menos de 15 años; hoy los menores de 15 son el 20%. El 70% de la población sabía leer y escribir, un porcentaje alto para la región. Y ese año el país recibió 180.000 inmigrantes, que “se integraron de manera muy armónica, en gran parte debido a la educación pública”. Había 120.000 escolares (hoy 313.000) y solo 6.000 liceales (hoy 280.000). Y en la Universidad 1.500 (hoy 170.000).
Destacó también que hoy Uruguay tiene el mayor presupuesto educativo de la historia; sin embargo, “pese a los esfuerzos que se han hecho la situación educativa es grave”.
No puede extrañar que en esta convocatoria no hubiera autoridades de la enseñanza afines al gobierno, y solo se hizo presente Robert Silva, de origen colorado pero consejero de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) electo por los docentes. Este fue la única autoridad de la enseñanza que estuvo presente en el evento, y promueve desde dentro del sistema cambios en el marco curricular común. Silva mantiene un fuerte enfrentamiento con los sindicatos de secundaria por esta razón, como no podía ser de otra manera.
Mientras seguimos perdiendo rueda del mundo en educación, queda ya lejano en el tiempo el anuncio del presidente Tabaré Vázquez, formulado en el inicio de este período de gobierno, de que iba a “cambiar el ADN de la educación” en el Uruguay, un planteo que seguramente contaba con el apoyo de la enorme mayoría de la ciudadanía, desde que quien más, quien menos, tiene una idea clara de cómo ha decaído la calidad de la educación en los últimos años.
El tiempo para estos cambios se le terminó a este gobierno, hundido en sus propios compromisos con los sindicatos, por motivaciones ideológicas y para no pagar costos políticos, y así se explica que recurrentemente los sindicatos le “torcieran el brazo” a un gobierno que sigue en piloto automático.
Es que la bola de nieve corporativa dentro de la educación, sobre todo los gremios de docentes, hicieron trizas todo intento de innovación, y el resultado fue que los profesionales a los que Vázquez había encargado ser los actores principales para cambiar de rumbo en la formación de los estudiantes en el Uruguay, debieron renunciar por la presión de estos sindicatos. Y así vamos.