El maestro es celeste, y la Celeste del maestro

En 2003 había estado en carpeta. Pero a esa altura el candidato de Eugenio Figueredo, el presidente de la AUF, era Hugo De León.
Pero claro: fue en aquellos años en los que el técnico de Nacional era cuestionado porque se había recibido en Brasil y no había revalidado el título en Uruguay.
Descartado De León, apareció sobre la mesa el nombre de Juan Ramón Carrasco y el de Oscar Tabárez. La balanza se inclinó hacia Carrasco, a quien en medio de las eliminatorias cesaron por los malos resultados, para que Jorge Fossati tomara las riendas de la selección.
Lógicamente, la locura llevó a que Uruguay no clasificara al Mundial de Alemania 2006. Fue más de lo mismo.
Entonces se metió el gobierno de turno. Por eso y porque había cosas que no cerraban. Fue en el tiempo en el que el por entonces ministro de Turismo y Deporte, Héctor Lezcano, pidió para el fútbol un baño con cepillo de alambre y jabón.
En medio de todo esto, Figueredo quiso limpiar al menos un poco (sobre todo) su imagen. Entonces el neutral Daniel Pastorini planteó que había que comenzar por la contratación de Oscar Tabárez para que dirigiera la selección.
Pastorini apostó todo. Y pese a que tuvo contras, finalmente la AUF se decidió por traer de nuevo al frente de la selección a quien había trabajado con seriedad en la eliminatoria para el Mundial de Italia 90, y en la misma cita mundialista, quien además había indicado que en esos años había estudiado a fondo al fútbol uruguayo.
Después de muchas discusiones, el 8 de marzo de 2006 Tabárez fue presentado como nuevo técnico de la selección uruguaya.
En la AUF estuvieron Figueredo, Pastorini, y el también neutral Jorge Almada, acompañados por el hoy director nacional de Deportes, Fernando Cáceres, quien era el segundo de Lezcano en el Ministerio de Turismo y Deporte.
Durante su presentación, el maestro anunció pautas de su trabajo, no sin antes dejar plasmada su confianza para “iniciar un nuevo proceso que provoque la vuelta de Uruguay a los primeros planos”.
Después, tiró data. “La idea es que el proyecto sea permanente, que no pase como pasaba hasta ahora que cualquier criterio de selección terminaba con el entrenador de turno, y generalmente en el mejor de los casos empezaba y terminaba antes y después de cada Mundial”.
Y agregó: “debemos aprovechar todo el tiempo en la formación de los jóvenes y en la capacitación de futbolistas, que sean continuas, coordinadas entre todos los estamentos de la selección y que se lleven a cabo a nivel nacional”.
Aseguró que se quería establecer una línea de trabajo conún en todas las selecciones, que había que medirse a nivel internacional con los mejores, y que todas las selecciones jugarían con el mismo sistema: 4-3-3.
Los dirigentes se aferraron a su idea con respecto a lo organizativo. Y en lo que respecta al sistema táctico, pocos partidos bastaron para que Tabárez se diera cuenta de la realidad.
Después, planteó que había que “darle prioridad a las organizaciones departamentales”.
Y aclaró: “En lo que respecta al fútbol juvenil, porque creo que la regionalización del I nterior ya se podría realizar de esta forma. Aunque no es pura mente geográfica, tiene que ver con eso y también con la división política, y dentro de esto aprovechar las estructuras que ya están creadas y que responden a la Organización del Fútbol del Interior”.
Ya pasaron 12 años de aquel día. Mucha agua corrió bajo el puente. Muchas ideas se concretaron, y muchas quedaron por el camino.
Pasaron para el maestro momentos complicados, en los que justo en decir fue respaldado más allá de los resultados. Y de solo un título: la Copa América 2011.
Estuvo muy cerca de ser cesado en la Copa América de 2007. En la cuarda floja en el tramo final de las eliminatorias para Sudáfrica 2010, y fue duramente cuestionado tras el fracaso en los Juegos Olímpicos 2012.
Pero los dirigentes mantuvieron la idea, al punto que Tabárez lleva dirigidos nada menos que 185 partidos en sus diferentes ciclos con la Celeste. Todo un récord.
El técnico de 71 años ganó 90 de esos partidos, empató 47 y perdió 48.
Pero hay que comenzar a escribir la otra hsitoria. La nueva. Habrá que confirmar el trabajo, la idea. Encontrar cómo se sustituye a Suárez y Cavani, pelear para mejorar la competencia local. Y apostar definitivamente al Interior, algo que Tabárez pregonó pero no ha podido llevar adelante, más allá de apoyar fervorosamente a los centros de formación creados por OFI en diferentes puntos del país (“es lo que el maestro siempre quiso”, dijo Diego Lugano a EL TELEGRAFO en su momento).
Ahora parece que el técnico tendrá, como algún Ministerio de Economía argentino en su momento, súper poderes. Brindados por quienes son indefectiblemente criticados en las buenas y en las malas, los dirigentes, que apuestan a otros cuatro años con el maestro.
Y será, entonces, tiempo de mirar al futuro, repasando lo realizado en 12 años de trabajo organizado. De planificación lógica.