Ganancias que no justifican los riesgos

No pueden tomarse a la ligera en ningún lado, pero muchos menos en Uruguay y en los demás socios de la región, las informaciones provenientes de Brasil que indican que los estados sureños Rio Grande do Sul y Paraná tienen previsto dejar de vacunar contra la fiebre aftosa en 2021, pero analizan la posibilidad de anticiparlo para 2019, es decir dentro de pocos meses.
De acuerdo con lo que publicó el portal DBO, Rio Grande do Sul seguiría los pasos de Paraná, de manera de no quedar aislado en el sur con la vacunación. Ambos estados precisamente forman parte del Bloque V, para el cual está previsto vacunar hasta 2021. Sin embargo, Paraná tomó la decisión de dar la última dosis el año que viene y Rio Grande do Sul haría lo mismo.
Antonio Carlos de Quadros Ferreira Netgo, director del Departamento de Defensa Agropecuaria de la secretaría de Agricultura de Rio Grande do Sul, dijo que “queremos seguir los pasos de Paraná. Nuestra logística para la avicultura y la porcicultura quedaría bastante complicada si no quedamos en la misma condición”.
Pero naturalmente quienes están involucrados en la problemática no necesariamente comparten esta visión optimista, y desde el sector productivo brasileño se observa con preocupación esa eventualidad. Tal es el caso de Gedao Silveira, presidente de la Federación de Agricultura de Río Grande do Sul (Farsul), quien subrayó que “vemos esta retirada con preocupación y responsabilidad; antes precisamos tener las condiciones para hacerlo”.
Una visión tan cautelosa como realista, como lo es la percepción en la región. En tanto desde la industria frigorífica exportadora también se sigue el tema con atención, dado que los potenciales beneficios de dejar de vacunar no se consideran suficientes para correr los riesgos que ello implica.
Pues de eso precisamente se trata; bien lo sabemos en Uruguay, que por haber dejado de vacunar y tener una región siempre complicada con brotes de aftosa, en 2001 la aftosa devastó nuestra ya maltrecha economía.
El punto es que los beneficios que pueda aportar en precios de mercado el dejar de vacunar no tiene relación con los riesgos que entraña, ante una región que todavía no está bien aceitada en los controles y más de una vez ha sufrido las consecuencias impactantes de brotes de la epizootia en los países del Cono Sur.
Este escenario no ha sufrido alguna modificación más o menos significativa para que los estados sureños vecinos del Brasil se animen a lanzarse al vacío, cuando dentro de su propio suelo y a no muchos kilómetros todavía hay zonas complicadas y cuya sanidad en esta materia pende de un hilo.
Desde Uruguay, por supuesto, se está mirando de reojo el escenario en Brasil; y no de ahora, sino desde el momento en que se ensayó el calendario tentativo de desvacunación, ahora aparentemente adelantado.
Así, en ocasión de desarrollarse en Paysandú este año las Jornadas de Buiatría, uno de los temas que ocupó la agenda fue la preservación y desarrollo de la ganadería como factor de riqueza y eje de exportación.
Precisamente, el estar en una zona donde Uruguay y otros países vecinos tienen a la carne como un valor preciado de exportación, resulta vital la cooperación e interrelación entre los que comparten el recurso para preservarlo y potenciarlo. Además, al no existir fronteras sanitarias, un problema puntual en determinada zona puede llegar a extenderse hasta lugares recónditos, cual reguero de pólvora, como ya ha ocurrido.
Al ser la aftosa endémica, lamentablemente, el común denominador de los países que comparten el recurso es establecer reglas de juego claras y controles adecuados para evitar que se den emergencias como las que arrastraron a Uruguay a una crisis sin precedentes y que dinamitó por cierto tiempo nuestras posibilidades como exportadores de carne.
También el Centro Médico Veterinario de Paysandú (CMVP) ha visto con preocupación que en la reunión de la Cosalfa (Comisión Sudamericana para la Lucha Contra la Fiebre Aftosa) se continuó manejando la posibilidad de dejar de vacunar, de acuerdo con el Plan Hemisférico de Erradicación de la enfermedad, sin el compromiso de todas las partes, “lo cual entendemos puede ser riesgoso y comprometer el plan”.
En el centro “tenemos el convencimiento de que para que una campaña sanitaria funcione bien, además de los aspectos técnicos, tenemos que tener el compromiso y participación de todas las partes involucradas (productores, veterinarios de ejercicio liberal, industria y autoridades sanitarias)”.
Puntualizó que en el caso de la campaña de fiebre aftosa, tanto a nivel nacional como en países vecinos, “hemos escuchado opiniones muy contrarias a dejar de vacunar, de importantes representantes de distintos sectores”.
En la 86ª sesión de la OIE, a nuestro país se le ratificó la condición de Riesgo Insignificante para la Encefalopatía Espongiforme Bovina, Libre de Aftosa con vacunación, Libre de peste bovina y equina, declarándose por primera vez el Libre de Peste de los Pequeños Rumiantes.
Mantener el estatus es la clave para alcanzar mejores precios, pero también es un desafío al sentido de responsabilidad de todos los actores involucrados, entre ellos productores, autoridades sanitarias y de frontera, profesionales y las propias autoridades de cada país. Porque cuando se han dado estas situaciones indeseables que todos recordamos, se conjugaron en países de la región omisiones, irresponsabilidades e intereses contrapuestos al interés general.
La observación del centro veterinario sanducero no es casual. No hace mucho la región se vio afectada –aunque la incidencia fue contenida rápidamente– por un brote en Colombia que arrojó sombras sobre el estado sanitario en toda la región.
La aftosa es una enfermedad viral altamente contagiosa “cuyas repercusiones económicas son considerables”, según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE por sus siglas en inglés). Bovinos, suinos, ovinos y caprinos son los animales más afectados por este virus.
Precisamente se había expresado preocupación que con la aparición de este caso hubiera riesgo de que Colombia perdiera el estatus sanitario otorgado por la OIE, como ocurrió en julio de 2017 después de un brote de aftosa en algunas zonas del país. Perder ese estatus podría significar el cierre de mercados de carnes a otros países.
Este escenario reafirma la necesidad de que las redes de vigilancia en la región sigan en estado de alerta permanente, ante la fragilidad de las fronteras y la forma en que en varios países se maneja la cría de animales, sin los controles correspondientes para preservar esa riqueza, con un contagio potencial siempre presente.
Ello da la pauta que la medida prevista en los estados sureños de Brasil es por lo menos temeraria, poco realista y sobre todo, dejaría a la región expuesta a consecuencias imprevisibles ante la fragilidad de los controles y la porosidad de las extensas fronteras, con zonas donde no se actúa con la responsabilidad que se requiere.