Ignorar la realidad pasa factura

Uruguay está actualmente un 33 por ciento más caro que la Argentina y un 30 por ciento más caro que Brasil, aspecto este que no solo entraña que muchos uruguayos crucen las respectivas fronteras para comprar mercadería a precios ventajosos, sino que las exportaciones hacia esos países se ven afectadas y las comparativas a terceros se han encarecido significativamente respecto a los valores de las de nuestros dos vecinos.
El economista Ignacio Munyo hizo referencia a esta creciente brecha, que obedece a diversos factores, en el marco de una charla que tuvo a su cargo en la Expo Prado. En ese mismo foro Munyo estimó que el dólar podría situarse a 34 pesos a fin de año en nuestro país, además del hecho insoslayable de que Uruguay está en un estancamiento productivo.
Evaluó, al ampliar este concepto, que el sector agropecuario no tiene crecimiento y el resto de los sectores, si lo tienen, es muy magro. “Hay que tener en claro que la suba que ha tenido el dólar este año es un proceso natural de encarecimiento de la divisa, a nivel mundial, en tanto en la región hay grandes incógnitas por los avatares en Argentina y Brasil”, sobre todo en este último caso, con elecciones cercanas.
Estamos lejos, por supuesto, del concepto que esgrimían orgullosa y temerariamente integrantes del equipo económico de gobierno, cuando repetían una y otra vez que “estamos blindados”, y si bien la situación de Uruguay es mucho menos vulnerable que la que teníamos en la crisis de 2002, es impensable que de una u otra forma no se manifieste, y con particular énfasis, el efecto “arrastre” de las vicisitudes de nuestros dos grandes vecinos.
El “estancamiento productivo” del agro es notorio, y ya lo estamos sintiendo en gran medida en el Interior, pese a que en el gobierno nacional no se acusa recibo, al punto de que ya hay problemas notorios en el Interior en la cadena de pagos, como manifestara recientemente a EL TELEGRAFO el presidente de la Confederación Empresarial del Uruguay (CEDU), Miguel Ferys, durante la reunión de la confederación que tuvo lugar en Paysandú.
Volviendo al dólar, Munyo consideró que la cotización de la divisa sube en Uruguay y su valor es acompañado por la inflación, lo que quiere decir que no hay ganancia significativa de competitividad, en un país caro, y por lo tanto “ello no significa que esté cerrando el atraso cambiario que sufre”.
En este sentido observó que “Argentina era uno de los pocos países del mundo y en la región que tenía el nivel de precios tan caros como tenemos en Uruguay, mientras que Brasil, desde 2014, por lo menos, que está 30 por ciento más barato que nosotros”, en tanto nuestro país está incluso un 20 por ciento más caro que Nueva Zelanda.
Eso coloca al Uruguay en desventaja frente a competidores directos en los mercados de nuestros productos agropecuarios, lo que no es de ahora, sino que según Munyo desde 2014 el país se ha venido encareciendo, de la mano del tipo de cambio, fundamentalmente.
Para el economista, el dólar en Argentina, con su brusca suba, “está donde tiene que estar”, e incluso tiene atraso respecto a Nueva Zelandia, y en nuestro país estamos acercándonos a una situación similar, si se tiene en cuenta la pérdida sistemática de competitividad, cuando además existe un mínimo margen de maniobra, si es que existe, ante un déficit fiscal que anda en el 4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI); y si el dólar sube, la inflación seguirá el mismo camino.
Hemos mencionado así algunos de los “platitos chinos” en giro de que hablaba en su momento el presidente del Banco Central del Uruguay, Ec. Mario Bergara, cuando indicaba que no es posible mantener a todos en equilibrio el mismo tiempo, y llegado el momento, hay que dejar caer uno para salvar a los otros, en base a prioridades u objetivos de las políticas.
Pues bien, el déficit fiscal no ha estado dentro de las prioridades, a juzgar por los hechos, porque no se ha abatido el gasto del Estado y solo se han subido algunos impuestos, que no han cambiado la pisada, ante la magnitud del desfasaje entre egresos e ingresos.
Ocurre que los problemas en Argentina y Brasil han dejado más al desnudo los problemas, sobre todo de competitividad, y no se trata solo del dólar, sino de los desaforados precios de la energía, incluyendo los combustibles de Ancap, la presión fiscal, el déficit en infraestructura y los costos de los insumos en general, todos relacionados con el escenario interno de un país en el que producir bienes y servicios es caro, y esos sobreprecios inevitablemente son trasladados a nuestros productos de exportación. Así, ya no puede extrañar que haya mayores dificultades para exportar hacia Argentina y Brasil, y a la vez, un factor agravante será que nuestros vecinos no serán tan activos como habían sido hace unos años para invertir en inmuebles en nuestro país, sobre todo en el Este. Ello afectará sin dudas a la industria de la construcción, que ha perdido casi un 40 por ciento de puestos de trabajo en cinco años, y ni que decir de las consecuencias sobre la temporada turística.
Evidentemente, acá no hay blindajes ni ninguna razón para sacar pecho, sino que la prudencia y el pragmatismo son la receta a seguir, sin temor a pagar los costos políticos de las medidas que deban adoptarse, sobre todo para reducir el desaforado gasto del Estado.
Y este aspecto es fundamental cuando todo indica que pese a que no se quiere admitir en el gobierno, el Uruguay no solo ha enlentecido su crecimiento, sino que no está a salvo de ingresar en una fase recesiva, con las consecuencias de empresas en problemas, dificultades crecientes de empleo, depresión del mercado laboral y de las inversiones, nada menos.
Cosas que ninguno de nosotros quiere para el Uruguay, porque estamos todos en el mismo bote y todos correremos la misma suerte. Lo que no se puede aceptar de ninguna forma, es que se pretenda seguir ignorando olímpicamente la realidad desde el gobierno, acusando de poco patriotas a quienes advierten de la situación, cuando la verdadera irresponsabilidad es la de quienes tienen en sus manos aplicar correctivos en tiempo y forma, y no lo hacen para no pagar costos políticos de cara a las elecciones que ya están a la vista.