Mucho por hacer

América Latina es la gran reserva alimentaria del mundo y los productos derivados de la agricultura constituyen uno de sus principales rubros exportables, así como sustento de buena parte de su cadena industrial. No obstante, el uso de productos agroquímicos constituye un importante desafío en virtud de las necesidades de algunos cultivos y el riesgo que representan para el medio ambiente y los ecosistemas naturales.
La contaminación del suelo, de las aguas superficiales y de la flora /nativa se adjudica en parte a su uso, con los conocidos efectos sobre abejas y peces, por ejemplo. Esto sin contar el riesgo que suponen para la salud humana, tanto de trabajadores como otras personas que puedan sufrir el efecto de la contaminaciones, tema complejo y polémico del que también mucho se ha escrito y hablado.
Por otra parte, los residuos que genera el uso de agroquímicos también adquiere relevancia en aspectos ambientales, siendo necesario avanzar en buenas prácticas de manejo y destino final para evitar que los agricultores reutilicen recipientes vacíos de plaguicidas o fertilizantes, o que queden tirados en los campos, con potenciales efectos para la salud y el medioambiente.
Se trata de un tema que requiere sensibilización pero también acción y fiscalización. En ese camino están orientados los esfuerzos de varios países de Latinoamérica que realizan recolección de miles de toneladas de este tipo de residuos, los cuales utilizan en procesos innovadores de reciclaje para su posterior uso en la industria automotriz, agrícola y de la construcción.
Colombia, Venezuela, Guatemala, Bolivia, Argentina, Paraguay, México y Chile producen madera plástica, conos de seguridad, bolsas plásticas para centros de acopio o cercas plásticas, por medio de los cuales se le da un segundo uso a este material. Costa Rica, por su parte, exporta a Japón el 80% de lo que se recicla para el desarrollo de las partes bajas de los vehículos y el otro 20% es procesado directamente en el país para la elaboración de madera plástica y basureros para centros de acopio. Brasil es el país líder en la región en cuanto a la recolección de envases vacíos y cuenta con una legislación que regula esta actividad a través del Instituto Nacional de Envases Vacíos.
En Uruguay el acopio de envases de productos agroquímicos avanzó de un 10% en 2012 a un 33% en 2017 y a su vez, en ese año aumentó un 18% la cantidad de toneladas recogidas en relación a 2016, considerando el total utilizado en actividades agrícolas en el país, según información de Campo Limpio, asociación civil que gestiona los envases de agroquímicos y fertilizantes, creada en 2013 por los importadores y fabricantes de esos productos en cumplimiento con el Decreto N°152/013.
Esta norma establece la gestión ambientalmente adecuada de los residuos derivados del uso de productos químicos o biológicos en la actividad agropecuaria, hortifrutícola y forestal como respuesta al problema de buscar solución a la disposición de estos envases y existencias obsoletas, a través de un manejo y un destino adecuado. Todo ello promocionando buenas prácticas y un sistema operativo de gestión que atienda al cuidado del ambiente y apueste a reducir la generación futura de tales residuos.
Se aplica el principio de responsabilidad extendida a todos los actores involucrados en la cadena (importadores, fabricantes, distribuidores, aplicadores y productores) y obliga a minimizar la generación de estos residuos y a asegurar los medios para recibir, almacenar, acondicionar, transportar y reciclar los que se generen, promoviendo su mejor aprovechamiento y el mínimo impacto en el ambiente.
En este sentido, establece que los consumidores de los productos son responsables del correcto reciclaje de los envases, que los distribuidores deben poder recibirlos una vez utilizados y que los fabricantes e importadores están a cargo de centros de acopio.
Campo Limpio cuenta con 13 Centros de Acopio regionales en el país –el más cercano a Paysandú es el de Young– donde se reciben los envases trabajando de forma conjunta con todos los actores de la cadena (distribuidores, gremiales, ministerios, productores, etc.) para concientizar y asegurar un manejo a esos residuos.
Los productores deben entregar sus envases luego de haberlos lavado tres veces, además los recipientes deben estar perforados en la base y los tapones se entregan por separado, para evitar que puedan volver a utilizarse. De acuerdo a lo informado, el 95% de los envases recibidos son reciclados, fabricándose madera plástica, caños negros de desagüe y graseras.
Como señala la Dirección Nacional de Medio Ambiente, la reglamentación de la gestión ambiental adecuada de los residuos derivados del uso de productos químicos o biológicos en la actividad agropecuaria, hortifrutícola y forestal es un hecho y una obligación.
El plan de gestión de este tipo de residuos involucra a todos los actores del sector vinculado a la producción animal y vegetal, promoviendo el cuidado del medio ambiente, y posee beneficios adicionales.
Para los importadores o fabricantes representa un instrumento para mejorar la competitividad del sector productivo al ofrecer un plan de gestión de residuos y facilitar los procesos de certificación para ingresar a mercados exportadores más exigentes. A efectos de la disminución de costos, el decreto promueve el desarrollo de planes sectoriales o grupales, lo cual permite acceder a volúmenes más interesantes y eso descongestiona la operativa de los centros de acopio. Para el productor, es una alternativa accesible que beneficia la salud y el medioambiente en el cual vive y trabaja.
No obstante, la solución propuesta debe luchar día a día con aspectos culturales relacionadas con el hábito irresponsable de usar y tirar. Si bien un 33% de acopio de envases de agroquímicos no es una cifra para nada despreciable, evidencia que hay aún un alto porcentaje por conquistar para llegar a la meta, razón por la cual es necesario continuar trabajando para la adhesión de todos los involucrados de la cadena.
Los controles son necesarios –por ejemplo mediante la exigencia de constancia de entrega de envases para el acceso a financiamientos provenientes del sector público– y también las campañas de concientización sobre buenas prácticas agrícolas.
Avanzar en el objetivo de la eliminación de estos desechos en el campo uruguayo redundará en beneficio de las comunidades locales, evitando daños a la salud y reduciendo la contaminación de recursos hídricos, pero también permitirá al país estar en mejores condiciones de cumplir con las exigencias cada vez más fuertes de los mercados y certificaciones internacionales. Queda mucho por hacer todavía.