Como el fútbol, el rally nacional está en el CTI

ATLÁNTIDA (por Daniel Hardy Coll). Era tiempo del del “Rally de Atlántida”, una nueva etapa del calendario del campeonato nacional organizado por el Club Uruguayo de Rally (CUR). Los bólidos transitaron caminos de otros municipios del departamento de Canelones, como Tala, San Jacinto y Estación Tapia, para concluir con un paupérrimo superprime individual en Parque del Plata, que recorrió la costanera del arroyo Solís Chico pasando por debajo de la Interbalnearia a través de un paso pavimentado que existe en el lugar.
En Atlántida estuvo el parque cerrado y se realizó la premiación. Nada más.
Pero lo que quedó en claro es que el rally nacional está en ruinas, fundido como lo está el fútbol profesional de la AUF y agoniza, como el gigante e histórico club Neptuno de Montevideo. Y va quizás a desaparecer como este año lo hizo el club El Tanque Sisley.
La economía pega fuerte en el deporte, en todo sentido. Por ejemplo un joven karateca residente en El Pinar, Erick Correa, campeón sudamericano y panamericano, tuvo que organizar con su familia varias ventas de tortas fritas para llegar a competir por Uruguay en forma oficial en el Mundial de Kazajistán.
Mientras que se leen crónicas donde se destaca el campeonato de rally con expresiones totalmente alejadas de la realidad, sentenciando que fue “muy atractivo”, que tuvo un “verdadero éxito” y hasta que se cumplieron “espectaculares jornadas”, el show en tierra, el espectáculo deportivo, está siendo espantoso en este 2018 espantoso.
Decadente, tan aburrido y hastiante, que el público –que sabe y mucho de esta competencia y por algo concurre al medio del campo sorteando muchos obstáculos– se quedó comiendo su asado en lugar de pararse a ver pasar los autos.
Autos que cada vez son menos, corren tan lentos que da vergüenza, y los insultos del público aficionado se escuchan a diestra y siniestra. La magia está perdida. Fuentes del CUR indicaron a EL TELEGRAFO que muchos nombres históricos ya son leyenda, algunos pocos se pasaron al Turismo de Pista, otros se jubilaron y los hijos que quieren hacer carrera aún están inmaduros para ofrecer un digno espectáculo. Las luces se van apagando a pasos agigantados. Los motores ya no rugen como un león.
La gente no puede creer lo que ve, los gritos más comunes se hicieron sentir con mucho enfado: “dale, métele pata carajo”, “están paseando, ché”, “aceleren la p… o nos dormimos la siesta” y algunos epítetos más furiosos El rally sin lugar a dudas está en crisis, inclusive en el mundo, ya que cada vez corren menos máquinas y marcas, sea en el Mundial (WRC) y en el Dakar (por ejemplo en 2019 ya no estará presente el team Peugeot).
DE 66 AUTOS EN 2013
a 22 EN 2018
Si analizamos los datos desde el año 2013 a la fecha, observamos que en 2013 se inscribieron para competir 66 tripulaciones, ocho de ellas en la clase más fuerte, más prestigiosa, más veloz, que por entonces se conocía como C3 y C3N. En el 2014 corrieron 29 coches y 11 de ellos en la clase principal que ya pasó a llamarse RC2 y RC2N. En 2015 se registraron 23 coches para correr y nueve de ellos en la clase RC2N. En 2016 fueron 32 las tripulaciones que participaron, 12 de ellas en la categoría principal. En 2017 fueron 31 autos los que se presentaron en la largada de los diferentes primes, sólo cuatro en la clase RC2N, cuatro en la RC4, ocho en la RC5NN, cuatro en la Clio Cup y 11 en la RC1600.
En el actual campeonato vienen corriendo entre 22 y 25, sólo dos Mitsubishi (apenas un Evo X) en la RC2N, ocho en la RC4, siete en la RC5NN y uno en la RC4NN, más cuatro invitados de la clase Regularidad Súper Sport, Ford Escort y VW Fusca de los años ochenta.
¿Se puede calificar de “éxito” y “atractivo espectáculo”? Para nada. Y no se puede ser cómplice. Quienes concurren a una fecha y lo ven por primera vez en el año, se llevan una enorme desilusión, y tan solo se quedan disfrutando del día de campo, compartiendo un asado y un vino entre amigos.
Atrás quedaron los tiempos con 80, 90 y hasta 100 inscriptos. Uno a uno han ido despareciendo los experientes veteranos que la “rompían” derrapando y produciendo nubes de tierra en cada curva, saltando los vados con toda la furia de sus cilindradas, como Cánepa de Pando, Beltrán de Tarariras, Zeballos de Maldonado, Elola, Delprestito, Zuasnábar, Levy, Pita y otros.
La denominación de las clases con la letra “C” debería ser ahora con la letra Y (Ya fue, Ya no corren vehementemente, Ya no dan espectáculo, Ya aburren). Se acabó la atracción.
Las mismas fuentes del CUR consultadas dijeron que si no vienen los Saba y Domínguez de Paraguay a la última fecha del Sudamericano para el Rally del Atlántico y algún piloto de Brasil y Argentina, concluirá el año siendo un enorme fiasco.
Los escasos espectadores en los caminos de Tala, San Jacinto y Tapia, en esta oportunidad confirman que el rally ya no brinda entretenimiento. La fiesta es un velorio, es horrible pero está acorde a la situación del fútbol y de la economía nacional.
Así ha sido durante todo el año. Ahora falta la fecha de Punta del Este (octubre) y la del Atlántico (noviembre) con base en Minas, pero esta postal espanta y ahuyenta a los fanáticos; y no cambiará. ¿Se correrá en 2019?
¿La crisis económica generalizada lo permitirá? ¿Vale la pena hacer kilómetros, gastar plata en nafta y peajes? la respuesta a esta última pregunta está clara: no.