Alternativa al asistencialismo

“Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”, dice un antiguo proverbio chino ampliamente conocido y utilizado en diferentes situaciones, entre ellas las referidas a la superación de la pobreza en evidente alusión y crítica al asistencialismo.
Se entiende por tal las medidas que toman los Estados para asistir, prestar socorro a individuos o grupos de ciudadanos –y a veces también a extranjeros radicados en el país– en condiciones de vulnerabilidad para ayudarles a vivir dignamente si no lo consiguen por sus propios medios, brindándoles apoyo económico, vivienda o prestaciones en dinero. Un claro ejemplo de ello son las prestaciones económicas –entre otras de otro tipo– brindadas a sectores de la población a través del Ministerio de Desarrollo Social.
Ahora bien, dicho Ministerio acaba de informar que a 12 años de haber iniciado su programa de apoyo al emprendimiento productivo se ha ayudado a 8.000 emprendimientos y que desde 2006, a través de la Ley de Monotributo Social, se formalizaron 6.000 proyectos sustentables y sostenibles que realizan sus aportes al Banco de Previsión Social.
Las ayudas brindadas son variadas, desde materia prima o maquinaria por valor de hasta 2.000 dólares hasta asesoramiento técnico, pasando por el aporte de espacios de comercialización en coordinación con los municipios o intendencias.
El apoyo a pequeños emprendimientos productivos que no cuentan con perfil ni garantías para obtener créditos bancarios tradicionales para destinar a inversiones de materia prima o maquinaria no es original del Mides ni de otras instituciones del presente –época en que la apuesta al emprendedurismo crece con fuerza hasta convertirse casi en una moda–, sino que se trata de una práctica con larga trayectoria y resultados comprobados a nivel internacional.
En la década del 70 Muhammad Yunus desarrolló lo que luego sería el Grameen Bank, repicado en más de 100 países entre ellos Uruguay. Se trata de una institución microfinanciera radicada en Bangladesh, que otorga pequeños créditos a personas pobres para realizar un microemprendimiento. El éxito fue tal que en 2006 Yunus recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para incentivar el desarrollo social y económico desde abajo.
En 1976, una experiencia personal ocurrida en las calles de su Bangladesh natal, fue el embrión del sistema de microcréditos o de “un banco para pobres” como él suele definirlo. En la calle Yunus se encontró una mujer llorando porque le faltaban 25 centavos de dólar para comprar bambú con el cual fabricar esterillas. Si bien era una cifra insignificante, no tenerla le impedía adquirir la materia prima para realizar el trabajo que le permitía conseguir su sustento. Los múltiples artículos periodísticos y biográficos sobre este economista asiático formado en Estados Unidos señalan que la situación de esa trabajadora llevó a que Yunus elaborara una lista de 42 personas que necesitaban 27 dólares para emprender proyectos laborales.
Ese sistema de microcréditos destinado a beneficiar a los más carenciados, con la intención de que puedan desarrollar sus propios proyectos y mejorar su calidad de vida creció hasta convertirse en el actual Grameen Bank, una institución microfinanciera cuyo sistema está sustentado en la confianza depositada en los más pobres, otorgándoles microcréditos con los cuales puedan iniciar una actividad económica genuina, por mínima que sea, que los arranque del círculo vicioso de la indigencia.
No se solicitan garantías materiales sino que la garantía se basa en la existencia de un grupo solidario de 5 integrantes que no sean familiares y con proyectos diferentes, la viabilidad de cada proyecto y el sentido de pertenencia, devolviendo los microcréditos a lo largo de 25 semanas en reuniones semanales de asistencia obligatoria. La experiencia, a lo largo de los años y los países ha demostrado que en el 97% de los casos el dinero prestado se devuelve y existe una mejora sustancial en la calidad de vida de las personas involucradas. En definitiva, logran comenzar a pescar.
Actualmente se cuenta con una oferta amplia de microfinanzas por ejemplo a través del Banco República o la Agencia Nacional para el Desarrollo (ANDE), facilitando el crédito por parte de personas que no acceden a servicios de la banca tradicional. Entre ellos están buena parte de las micro y pequeñas empresas, que son el 99 por ciento de las empresas del país y dan trabajo a más de la mitad de la población.
Al igual que en el sistema Grameen, también la mayoría de los microemprendimientos productivos apoyados por el Mides son llevados adelante por mujeres (75%) que tienen destrezas, habilidades y conocimientos como para realizar una actividad laboral por cuenta propia pero se han quedado sin trabajo o la situación familiar les impide desarrollar otro tipo de actividad.
Desde esta perspectiva, el impacto es positivo también como un avance laboral con perspectiva de género y una apuesta a la autonomía económica, la integración social y la promoción de derechos.
En el análisis y sistematización de las experiencias de 273 emprendimientos productivos de Montevideo apoyados en el período 2016- 2018 y que forman parte de una reciente publicación del Ministerio de Desarrollo Social, se destaca que los que terminan el proceso de capacitaciones y acompañamiento de seis meses logran distintos niveles de mejora de sus competencias emprendedoras ya sea en la comunicación personal y corporativa, el cálculo, la planificación y gestión administrativa, la generación de redes o el manejo comercial y productivo, la mejora en la inserción comercial dadas las mejoras que se logran en el producto o los canales de difusión y venta. La posibilidad de ventas aumenta los ingresos, la capacidad de ahorro y también se constatan mejoras en las condiciones laborales de los emprendedores.
En definitiva, en la amplia mayoría de los casos el desarrollo de herramientas que apuntan al crecimiento y profesionalización de emprendimientos, logran su objetivo en cuanto a que los participantes transiten procesos que los fortalezcan como emprendedores y les permitan la inclusión en el mercado.
Se trata de otra demostración de la importancia de “enseñar a pescar” no solo por una cuestión de dignidad personal sino que también involucra el plano de los derechos y la justicia social. Queda para la discusión las posibilidades reales del 33% de los emprendedores del Mides que deserta de este proceso de aprendizaje y un número no siempre claro en las estadísticas generales respecto a cuántos uruguayos aún siguen esperando pescado sin posibilidades o interés de aprender a pescar.