¿Antidemocráticos?

“La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todas las demás”, dijo alguna vez el genial Winston Churchill, célebre primer ministro británico que lidió, entre otras cosas, con los avatares de la Segunda Guerra Mundial. La democracia es imperfecta, sobre todo –como mencionaba el político inglés–, porque ha sido diseñada por los seres humanos imperfectos, que cometen errores, que están llenos de miseria, que traicionan. Pero difícilmente el mundo actual pueda soportar otro sistema.
Y hay que cuidarlo, algo que por estos pagos se está debilitando, en especial, por los casos de corrupción y por cierta impunidad con que algunos políticos se manejan. En consecuencia, la percepción del ciudadano también ha decaído respecto a la democracia, como lo confirma un reciente informe de Latinobarómetro. En la última encuesta divulgada ayer, el apoyo de los uruguayos a la democracia cayó nueve puntos en 2018, el nivel más bajo desde 1995 cuando comenzó a realizarse la medición.
En total el 61% de los uruguayos apoya la democracia cuando en 2017 esa cifra alcanzaba el 70%. El pico se alcanzó en 1997 con un 86% de aceptación. De cualquier modo –y no es poca cosa–, solo un 18% se muestra indiferente a tener un régimen democrático o no democrático ubicándose entre los países menos indiferentes. El régimen autoritario, en tanto, es apoyado por un 16%, según el Latinobarómetro que se basa en una encuesta realizada por Equipos en Uruguay.
De acuerdo al organismo, en la región “han abandonado el apoyo al régimen democrático y prefieren ser indiferentes al tipo de régimen, alejándose de la política, la democracia y sus instituciones”. “Los indicadores muestran un declive por indiferencia lo que implica que son estos indiferentes que votan los que están produciendo los cambios políticos, sin lealtad ideológica ni partidaria y con volatilidad”, añade. A nivel regional, desde 2010 el apoyo a la democracia declina de manera sistemática año a año hasta llegar al 48% en 2018.
Es que la democracia es una planta que hay que regar todos los días, cuidarla, brindarle atenciones, fortalecerla. Es el ámbito donde más conviene moverse, en el que el pueblo puede participar eligiendo a sus representantes y exigiendo retribuciones. Pero en Uruguay ha sucedido, en estos últimos 15 años, una pertinaz actitud por menoscabar su contenido y significado.
Se debe partir de la premisa que en el partido de gobierno hay integrantes que no creen en la democracia. Uno por historia, el Partido Comunista, antidemocrático por definición. Si se encuentra dentro del sistema es para servirse de él, no porque crea en él. Se conoce su desdén por el modelo y su forma de actuar intransigente. Y, pese a que no son el grupo mayoritario dentro del Frente Amplio, se las ingenian para imponer sus puntos de vista. Es bueno recordar que ayer se cumplieron 29 años de la caída del Muro de Berlín, todo el símbolo de opresión del comunismo. Del muro que los comunistas del mundo no se arrepienten de haber levantado, como tampoco de las cientos de millones de muertes que provocó su malévolo sistema y de las que no se quieren hacer cargo.
Otro grupo dentro del gobierno que juguetea con la democracia es el MPP. A las claras se ha visto como ha procurado torpedear todo avance de investigación en torno a la gestión del período de José Mujica. Durante su presidencia se prometió el oro y el moro, y hoy no hay casi nada de lo previsto y además con algunos agujeros que la actual administración debe afrontar.
Uno de ellos es el por demás polémico y gris asunto de la planta regasificadora que se planeaba construir en Punta de Sayago. Ahora resulta que el Frente Amplio logró en Diputados declarar “secreta” parte de la información surgida respecto a este proyecto, por lo que no podrá ser pública. La justificación que dio el gobierno a esta determinación es que muchos de los escritos son de “carácter técnico” y, como “sigue abierta la posibilidad de que se reinicie” la iniciativa, se consideró que son de uso reservado, explicó el diputado frenteamplista Roberto Chiazzaro.
Y así con otros temas que se prefieren barrer bajo la alfombra, que van socavando la confianza del ciudadano en la democracia, como lo delata el informe de Latinobarómetro. Los uruguayos observan cómo la clase política no responde a las necesidades reales del país, cómo se gasta de más, cómo no le solucionan aspectos como la seguridad pública o el sistema educativo. Que todo vale y que no pasa nada. Y que el propio Gobierno nos muestra que la ley y la Constitución están hechas para chicanearlas en cada oportunidad que se pueda, pasando por encima referéndums que no salieron como esperaban o como dijo el presidente de la época, “lo político sobre lo jurídico”. Con un Gobierno así, ¿qué garantías puede esperar la ciudadanía?
“Indiscutiblemente la democracia se fortalece con más democracia. Pero la democracia representativa, como la que predomina en la mayoría de los países, no debe sustentarse únicamente en la idea de que los ciudadanos debemos actuar cada cuatro años cuando somos convocados a las urnas para elegir a nuestros representantes políticos. Ese tipo de democracia de baja calidad es insuficiente para hacer frente a las reivindicaciones sociales, a las incertidumbres y a la complejidad de los problemas fundamentales de la sociedad, que requieren intervenciones integrales sobre la base de la participación y la inclusión. Por eso, se plantea cada vez con más fuerza la necesidad de un rol más activo de la población en las cuestiones públicas”, escribió Pablo Vicente, presidente de la Red Latinoamericana para el Desarrollo Democrático. Quizá sea hora de moverse un poco más en ese sentido.