Escaso valor agregado, un déficit crónico

Un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre el comercio regional, indica que en lo que respecta a las exportaciones de América Latina, hubo un crecimiento en el primer semestre de 2018, pero esta tendencia se debió fundamentalmente al aumento de precios en materias primas como el petróleo y el cobre, en tanto como contrapartida el volumen se desaceleró.
El organismo crediticio internacional consigna que el valor de las exportaciones de América Latina y el Caribe aumentó un 9,7% en el primer semestre de 2018 frente a igual período del año anterior, pero este escenario se da en medio de señales de que la región va perdiendo competitividad, en un contexto de aumento de los riesgos coyunturales y de tensiones comerciales globales.
Un factor clave, sobre todo, está dado en que el volumen de las exportaciones se desaceleró al 3,1% en el mismo período, reflejando la pérdida de cuotas de mercado ante las mermas en la competitividad y la falta de una mayor calidad de las exportaciones de muchos países de la región.
Este elemento es precisamente un elemento fundamental a tener en cuenta, porque los precios responden a factores coyunturales de los mercados internacionales, pero competitividad y calidad no son parámetros que se pueden reacomodar de un día para otro y por lo general responden a esquemas estructurales que no son fáciles de revertir.
El reporte “El Salto de Calidad: la Sofisticación de las Exportaciones como Motor del Crecimiento”, que parte de la serie Monitor de Comercio e Integración del BID, al analizar la situación, traza un panorama del grado de sofisticación de la oferta exportable y de los principales desafíos para posicionarse en los segmentos más rentables del comercio mundial.
Indica el estudio que independientemente de otros factores, como la crisis económica que atravesaron varios países y que redujo la demanda externa, el rezago competitivo determinado por baja productividad y altos costos comerciales afectó el desempeño comercial de la región.
Para medir la pérdida de competitividad, el estudio mide la variación de la cuota de mercado entre 2011 y 2016, poniendo énfasis en las exportaciones intrarregionales. Es así que la región tuvo una baja en competitividad en el período de 7,4 puntos porcentuales, lo que explica un 22% de la reducción de las exportaciones en el período.
Paolo Giordano, economista del Sector de Integración y Comercio del BID y coordinador del informe, reflexiona que “en un contexto global de incertidumbre creciente y de baja competitividad regional es urgente priorizar una agenda de políticas que permitan dar un salto de calidad en las exportaciones”, en tanto “exportaciones más sofisticadas permitirían sostener la recuperación comercial en curso y a sentar las bases para un mayor crecimiento futuro”.
Claro, como señalábamos líneas arriba, una cosa son los precios de las materias primas que produce la región, en un esquema muy heterógeneo, desde que por ejemplo Uruguay no cuenta con petróleo ni con cobre, que tuvieron un repunte significativo, y otra muy distinta el mejorar competitividad frente a los mercados internacionales, donde entran a tallar deficiencias locales en infraestructura y costos internos.
El informe considera que la brecha con los competidores globales es amplia y se ha mantenido inalterada por décadas –aquí tenemos el factor estructural– y si bien existen historias positivas y claras oportunidades de expansión en el margen cualitativo, buena parte de las ventas externas no supera un rango de calidad media.
El BID evalúa que se identifican además líneas de productos que tienen mayores espacios para aumentar su calidad como alimentos (café, cacao, azúcar, cereales o pescado) y materiales crudos (madera, pieles o cueros), entre otros. Por ejemplo, los países pueden exportar granos de café o cacao de mayor calidad, o cueros con mayor grado de elaboración, por citar algunos ejemplos de materias primas de la región.
Asimismo, analizando las diferencias entre el comercio intrarregional y el extrarregional, se observa que la canasta de exportación intrarregional está más diversificada, contiene una mayor proporción de manufacturas, es de mayor densidad tecnológica y cuenta con niveles de calidad más elevados.
Sin embargo, en el período de poscrisis los países de América Latina y el Caribe han perdido cuota en el mercado regional a causa de un deterioro en la competitividad. Asimismo, no se ha aprovechado el potencial de la integración regional para desarrollar cadenas de valor complejas basadas en el intercambio de productos intermedios e insumos productivos.
Considerando los 26 países individualmente, todos registraron avances en el valor exportado a excepción de Barbados. Fue notoria la recuperación del valor de las ventas externas de los países con alta participación de combustibles y energía debido al aumento de su precio: Surinam (41%), Belice (26,8%), Venezuela (21,7%), Trinidad y Tobago (20,8%) y Bolivia (10,7%).
Si bien el impulso positivo de las exportaciones de América Latina continuó en el primer semestre de 2018, la expansión tendió a enfriarse. La tendencia de los precios de la energía y de los metales continuó beneficiando a los países en cuya canasta de exportación estos productos son relevantes. Los mayores aumentos se dieron en Bolivia (23,4%), Chile (21%), Perú (18%), Colombia (14,7%) y Ecuador (13,3%).
Mientras que las exportaciones mexicanas se aceleraron (11%), las de Brasil registraron un aumento menor (5,5%) respecto a la marca de 2017. En Centroamérica todos los países sufrieron desaceleraciones en 2018, con excepción de Panamá y República Dominicana. Las ventas de los restantes socios del Mercosur tuvieron aumentos más acotados, reflejando en parte la estructura de sus canastas de exportación con alta participación de productos agropecuarios.
En realidad es un escenario que da cuenta más de falencias que de superación, primero, porque estamos ante una región con muy poco agregado de valor, lo que significa que se sigue exportando materia prima para que se le dé terminación y valor en otros lugares, como es el caso notorio de China, y cuando se es competitivo, ello se debe fundamentalmente a que existen ventajas comparativas para producir por clima, suelo, o estamos ante materias extractivas.
Escasa tecnología, poca infraestructura, problemas logísticos, elevados costos internos y déficit de procesamiento dentro de fronteras, son el común denominador en una región donde el escaso crecimiento que se ha dado ha obedecido a factores coyunturales, pero sin sustentabilidad sin desarrollo, lo que nos condiciona de cara al futuro.