La fuerza del querer

Días pasados sucedió algo muy relevante para el deporte sanducero que debe ser juzgado en su justa medida. En los términos de un logro deportivo, que enorgullece a Paysandú, y también en que si se hacen las cosas bien, si se planifica, se trabaja duro, si hay sacrificio y renuncias detrás, todo se puede, hasta salir campeón uruguayo con todo lo que significa para un club del Interior esa conquista frente a las instituciones de Montevideo.
Trébol es el único representante sanducero, de cualquier deporte colectivo, que compite al máximo nivel en el ámbito nacional. No sucede con el fútbol ni con el básquetbol ni con otra disciplina. Sí pasa con el rugby. Desde que se incorporó a la Unión de Rugby del Uruguay (URU), el club sanducero ha crecido sostenidamente, sin solución de continuidad, sumando experiencias, jugadores y definiciones.
En las últimas temporadas se convirtió en un rival de temer, pero al final se encontraba por debajo de los encumbrados Carrasco Polo, Old Christians u Old Boys. Después de al menos ocho semifinales y de alguna otra instancia definitoria –dependiendo del formato de disputa del campeonato–, Trébol llegó este año a la gran final del Uruguayo de Clubes. Y lejos de conformarse por haber alcanzado un hito histórico, los albiverdes se propusieron traer la copa para Paysandú. Algo que abrocharon después de un partido épico contra Old Christians, con ribetes heroicos, después de un alargue con muerte súbita y penales.
Trébol, para llegar a su primer título nacional, debió afrontar un cúmulo de dificultades, las típicas de una institución del Interior que quiere competir de igual a igual a los montevideanos. Pero lejos de utilizar ese aspecto como excusa, lo asumieron como un detalle más a fortalecer. Como le dijo a EL TELEGRAFO el presidente albiverde, Alejandro Fernández, una vez finalizada la final del sábado en cancha de Old Boys: “Tener dividido el plantel entre Paysandú y Montevideo lo tomamos como una parte más de la actividad deportiva”.
El conjunto sanducero entrena toda la temporada con un grupo en el Paysandú Golf Club y otro en una cancha de la Fuerza Aérea cercana al aeropuerto internacional de Carrasco. Los cuerpos técnicos se encuentran en permanente contacto y los fines de semana se juntan para jugar de forma oficial por el Uruguayo. En la capital también cuentan con un gimnasio y los recursos para sostener la actividad durante todo el año son genuinos del equipo de rugby. De más está decir que la administración de esos fondos han sido utilizados con prudencia y tino.
El éxito de este campeonato también se sustenta en haber ampliado la base de jugadores –otro signo de crecimiento del club–, que se reflejó en que por primera vez se pudo conformar cuatro planteles de mayores: Primera, Intermedia, Preintermedia y Preintermedia B. Eso, a la larga, supuso una buena bolsa de recambio, en el que entrenador Mateo Durán pudo rotar jugadores para encarar la dura temporada sin que se resintiera el rendimiento colectivo.
De cualquier modo, el trabajo de Trébol viene de mucho más atrás, desde su fundación en 1976, específicamente. Hoy se beneficia de los sacrificios de los pioneros, en primer lugar, y de los que siguieron a lo largo de estas más de cuatro décadas. La expansión del rugby en Uruguay hizo otro tanto, que ha redundado en que haya cada vez más interesados en practicar este deporte de grandes valores.
Trébol es un ejemplo del trabajo bien hecho, a conciencia, de la mentalización para lograr los objetivos, del compromiso de cada integrante para fortalecer la idea del club y para defender la camiseta. Si el equipo sanducero no lograba el título el sábado pasado, acá estaríamos escribiendo exactamente lo mismo, porque al fin y al cabo la final estaba para cualquiera de los contrincantes. No se dieron tregua y resultó ser un duelo electrizante, emocionante y dramático.
Pero perder hubiera dejado la espina, por supuesto. Lo seguro es que Trébol salió campeón, levantó la copa, dio la vuelta olímpica, y le brindó a la ciudad y al Interior una lección. Como también mencionó el presidente de la institución, Alejandro Fernández, al final “el laburo paga” si no, “no tendría sentido”. Sucede en otros ámbitos de la vida, siempre pero siempre que se lucha por un objetivo, en algún momento, en alguna circunstancia, el cántaro que tantas veces ha ido a la fuente se rompe. La perseverancia es otras de las virtudes de este Trébol campeón.
Querer es poder. El querer llegar a algo hay que planteárselo, convencerse, y después pelear con todas las armas posibles para conseguirlo. Es un punto sobre el cual muchos clubes y asociaciones de otros deportes deberían tomar nota. Muchas veces no se trata de recursos, de dinero, sino de mancomunarse en una idea, en un planteamiento, y darle para adelante, con mentalidad ganadora. En vez de buscar excusas, de pelear por nada, de buscarle la quinta pata a la mesa, de estar en la chacrita, sería bueno elevar la mirada, buscar alternativas, ser prolijos, procurar la excelencia.
Trébol es un merecidísimo campeón del Uruguayo de Clubes de rugby. No consiguió esto de la nada ni resultó ser fruto de la suerte. El equipo de Paysandú se subió a lo más alto del podio a nivel nacional. Tomemos su ejemplo. Hay que querer. Se puede.