La sharia vernácula

Existe una serie de países con mayoría musulmana que emplean a miles de agentes encubiertos para hacer cumplir las normas sobre la vestimenta y otras costumbres, y para ello cuenta con un cuerpo policial bien conformado. Esas fuerzas policiales encargadas de implementar las estrictas interpretaciones de la moral islámica operan en países como Arabia Saudita, Irán, Sudán y Malasia.
Por su causa, muchas personas –especialmente en países con afinidad hacia el estilo de vida occidental– sufren en su día a día. Pero otros apoyan la idea. Y el creciente conservadurismo religioso ha llevado a que haya presión para que se formen “policías morales” en otros países donde todavía no existen. La más conocida de estas policías quizá sea la de Arabia Saudita, la Mutawa, o Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio.
Formada en 1940, tiene como tarea hacer cumplir la ley islámica (sharia) en los lugares públicos y esto incluye normas que prohíben que hombres y mujeres sin relación socialicen en público, así como un código de vestimenta que alienta a las mujeres a llevar un velo que cubre todo su cuerpo, excepto los ojos. Sus agentes en lugar de un uniforme policial, llevan las tradicionales túnica y kufiyya (turbante) sauditas.
Esto parece lejano para los uruguayos, pero hay quienes encuentran beneficioso comenzar a implementar este totalitarismo de pensamiento único, en el caso vernáculo ligado profundamente a la corrección política con visos de ideología de género. Como el asunto del afiche de la Patria Gaucha 2019, que se presentó esta semana y que avivó una polémica por racismo.
Según un comunicado del Instituto Nacional de las Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), la obra del pintor uruguayo Fernando Fraga es ofensiva. “Nos retrotrae a un pasado que la sociedad uruguaya debe rechazar porque invisibiliza el impacto que la cultura esclavista y racista generó en las personas que la sufrieron. La obra no reivindica derechos humanos ni promueve la inclusión social, económica y racial”, indica el texto.
En la imagen se ve a una mujer afrodescendiente que amamanta a un bebé blanco. Si bien puede generar rechazo porque se trataba de una decisión de las madres blancas que no querían amamantar y les daban a las nodrizas negras sus hijos para ese cometido, el Estado no tiene nada que hacer en estos asuntos. Además, se busca interpretar la historia con los criterios actuales. Un verdadero disparate, así no podemos llegar a ninguna reflexión, como pidió también el Mides.
Esa solicitud de “reflexión” es otra forma de presión y no es competencia del organismo. El Estado está utilizando su peso en esto cuando no debe y usando una dialéctica propia de totalitarismos. Históricamente, nunca terminaron bien estos llamados a pensar. Y cuando cambian los gobiernos, están dando permisos a que otros presionen por sus valores.
Fraga, un pintor de 46 años, se defendió. Dijo que los organizadores del evento le pidieron una obra que reflejara y rindiera tributo a la lactancia, y a documentar el hecho histórico y social de la figura de la nodriza. Es decir, no se trata de edulcorar a la esclavitud sino de representar lo que sucedía en un momento de la historia y de una labor que siempre tendrá una conexión con el amor, como es amamantar a un bebé.
“Quiero aclarar que no tuve ninguna intención de ofender a nadie con esta obra y que sigo creyendo que este cuadro no tiene contenido ofensivo. Como le dije a algunos periodistas, este afiche fue un encargo específico donde se me pidió que pintara a una mujer afrodescendiente amamantando un bebé blanco y el objetivo era recrear un hecho histórico. Esto no significa que esté de acuerdo con este suceso ni que quiera naturalizar el rol de la nodriza. A lo largo de la historia grandes pintores han retratado hechos violentos y situaciones desagradables, y no por ello reivindicaron tales hechos”, escribió el artista en su cuenta de Facebook.
El día que el Mides descubra que retratar un hecho no significa decir que está bien se querrá morir. Quizá todavía no se enteraron de lo que es la libertad de expresión y lo de contar un hecho histórico. Porque en cualquier momento empiezan a pedir que cierren los museos del holocausto porque fomentan el nazismo y así un largo etcétera.
La historia no es racista y no discrimina a nadie porque trata de ser fiel con lo que aconteció en un determinado momento. Más allá de lo que a cada uno le inspire, la obra en este caso representa algo que era común en la época y el autor lo hace con absoluto respeto. A su vez, la queja profundiza la innecesaria victimización de una minoría y el que se siga refregando el tema del color de su piel cuando debería ser un dato más.
El exceso estatal, a través de unas personas bastante amargas ubicadas en el Mides, debe ser denunciado. A no engañarse, porque todas las tiranías siempre han aducido buenas causas para censurar y reprimir. Y en el fondo de todo esto, está la causa embanderada en la corrección política. Una dictadura que avanza y que al parecer nadie le pone real freno.