Mercosur trancado y el ingrediente Brasil

La negociación de un “histórico” acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que ya lleva más de veinte años de marchas y contramarchas, se parece a la leyenda de Penélope, que destejía de noche la manta que tejía de día, para estirar su espera del retorno de Ulises ante la impaciencia de sus pretendientes.
En este caso, entre los factores para dilatar la espera hay un trasfondo de intereses comerciales y, en menor medida, políticos que tienen que ver con los problemas internos en cada bloque. Y dentro de éstos, los de cada país con los sectores que se sientan afectados por el posible ingreso de competencia extrarregión, incluyendo a los productores europeos subsidiados, sobre todo en el caso de Francia.
El canciller Nin Novoa reconoció hace poco que las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea están trancadas y no se visualiza una solución en el corto plazo, al punto que las negociaciones encaradas en Montevideo entre las partes no arrojaron ningún resultado y no habrá novedades hasta el próximo año. “Es mucha cosa (lo que está trancado)”, dijo Nin.
Así, el acuerdo que se viene discutiendo desde hace más de 20 años deberá esperar, por lo menos, hasta 2019. La cuota de carne que exportará el Mercosur es una de las principales diferencias y las elecciones en Brasil han planteado un escenario adicional de dificultades para la conclusión de las negociaciones.
En mayo de este año, Nin Novoa aseguró que ya se habían cerrado nueve de los 14 capítulos comerciales que se negocian con el bloque europeo. Sin embargo, en las negociaciones de Montevideo no hubo novedades.
En enero de este año, la Unión Europea aumentó su oferta para el cupo de carne de 70.000 a 99.000 toneladas. Sin embargo, eso sigue siendo insuficiente para el bloque sudamericano, que pretende una cuota de 130.000 toneladas. Además, existen diferencias en el azúcar y la industria automotriz.
El Mercosur –conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay– ha solicitado un período de transición de 15 años para la importación de vehículos y autopartes europeos, frente a los 10 años originalmente propuestos, para amortiguar el impacto en su industria.
La cuota para el azúcar es de 150.000 toneladas anuales, pero aún debe pagar un arancel de 98 euros por tonelada, lo que dificultaría la competencia en el mercado azucarero europeo. Las diferencias son varias y ninguno quiere ceder.
La última ronda de negociaciones había sido en julio, en Bruselas, y el canciller argentino, Jorge Faurie, había mostrado su optimismo sobre la posibilidad de cerrarlas en Montevideo. Los últimos elementos que surgieron de las negociaciones en Uruguay fueron expuestas a Búsqueda por Valeria Csukasi, directora general de Integración y Mercosur de la Cancillería de nuestro país, al señalar que los países del Mercosur le enviarán un nuevo paquete, el cuarto en un año, con “propuestas finales” a la UE, para destrabar las negociaciones y alcanzar el tratado de libre comercio (TLC).
Dijo la jerarca que lamentablemente en las tres ocasiones anteriores la propuesta para avanzar fue rechazada por los europeos. Los ministros del Mercosur se reunieron la semana anterior en Montevideo para intentarlo otra vez y explicó que las autoridades “entendieron que había espacio para hacer un nuevo ejercicio de búsqueda de compromisos en los que el Mercosur pueda dar nuevas señales de acercamiento a la Unión Europea”.
La posición de los ministros surgió como respuesta a un carta que les envió la comisaria Cecilia Malmstrom, negociadora jefa de la comisión europea, con el objetivo de buscar caminos para cerrar el acuerdo. En el listado para “mejorar” la oferta del Mercosur (en la óptica europea) se incluye “acceso al mercado de autos y autopartes (incluyendo las reglas de origen”, la “liberalización de los servicios marítimos”, la “protección de toda la lista de indicaciones geográficas propuestas” y un “acceso significativo” para sus productos lácteos.
Si bien en las primeras dos categorías hay un acercamiento manifiesto que podría ser auspicioso para la concreción cercana del acuerdo, el tercer punto es el motivo de las rispideces, es decir los servicios marítimos, automotor, lácteos, indicaciones geográficas y las cuotas agrícolas para el Mercosur.
Más allá de aspectos técnicos que se quiera interponer como motivación, llega el momento de las definiciones políticas, del “te doy esto pero me das aquello”, y es en este punto donde los intereses internos en cada bloque constituyen el freno, porque entre países hay realidades distintas y lo que le sirve a uno no le sirve al otro y viceversa.
Por ejemplo,en el Mercosur han prevalecido siempre los intereses bilaterales de Argentina y Brasil, sobre todo en el caso de este último país, que ha pretendido usar al bloque regional como un nicho proteccionista para sus exportaciones fabriles en determinadas áreas, en tanto en Europa se sigue produciendo y tratando de colocar producciones de lácteos altamente subsidiadas.
El bloque sudamericano tiene pretensiones de cerrar el acuerdo antes de fin de año, según Csukasi, y esa es la razón por la que ha presentado su cuarto paquete de propuestas finales, con la expectativa de que una vez considerada por los europeos, éstos envíen alguna señal y se pueda pasar eventualmente a definiciones ministeriales y presidenciales.
Pero más allá de estos pasos, el ingrediente del acceso a la Presidencia de Jair Bolsonaro, nada menos que en Brasil, la economía más grande de la región, ha agregado una gran interrogante a este proceso, si se tienen en cuenta pronunciamientos proteccionistas previos del presidente electo, sus expresiones cuestionando al Mercosur y su planteo de una “flexibilización” para suscribir acuerdos bilaterales que el acuerdo prohíbe. Y más allá de cómo se inscriban las próximas directivas del nuevo gobierno brasileño en estas negociaciones del Mercosur con la Unión Europea, de prosperar esta libertad de acción promovida desde Itamaraty, lo positivo es que nuestro país tendría una muy buena oportunidad de acceder a tratados de libre comercio con terceros, lo que es fundamental para una nación exportadora y vulnerable como Uruguay, al que desde el Mercosur se le han cercenado posibilidades, cuando era el que más tenía para ganar con esta liberalización.