Paysandú, una comunidad que debe valorar sus logros como sus errores

¿Por qué somos sanduceros? ¿Para qué somos sanduceros? Porque establecimos una comunidad que nos identifica como tales, no solo como lugar de nacimiento sino esencialmente de residencia. Quienes aquí vivimos constituimos comunidad con ese concepto definido.
El sentido de comunidad ha sido definido por Seymour B. Sarason, de la Universidad de Yale, en 1974 y David W. McMillan y David M. Chavis en 1986, como aquella sensación de formar parte de un grupo, un sentimiento compartido de que las necesidades colectivas serán atendidas bajo un compromiso cooperativo entre todos sus integrantes.
Esta idea se refiere a los vínculos de confianza y de reciprocidad entre los integrantes de un barrio, una localidad o una comunidad de vecinos (es decir, una comunidad tradicional). También puede aplicarse a comunidades relacionales, tales como asociaciones de voluntariado, sindicatos, clubes deportivos y otros.
Esto es, la nuestra está lejos de ser única o especial, excepto para nosotros mismos que formamos parte de ella, que tenemos ese sentido de implicación personal, la posibilidad de influencia recíproca, de integración y realización de necesidades y de conexión emocional compartida.
En consecuencia, lo que hacemos influye en la comunidad y lo que hacen los otros miembros en la comunidad y en nosotros.
Hay ocasiones en que la cohesión de la comunidad se pone en duda aunque –apresurémonos a indicar– no en peligro. En cosas que quizás no sean realmente significantes, pero que causan discordancias. En los últimos días han pasado al menos dos cosas que han sorprendido más allá que no parecen haberse instalado como temas realmente comunitarios.
Hace algunos días un grupo de sanduceros se reunió por primera vez con la intención de levantar una estatua en bronce a Eduardo Franco, uno de los fundadores, compositor y cantante de Los Iracundos. “Nuestro ídolo” decía la invitación. Es una expresión legítima, no hay dudas, en la medida que es una expresión desde un grupo de personas que integra esta comunidad. La comunidad no establece un pensamiento hegemónico.
No obstante, el pensamiento general de esta comunidad se ha mantenido firme en que no se trata de rendir culto u homenaje a Eduardo Franco porque es uno de los seis músicos que integraron un grupo que dio la vuelta al mundo de habla hispana (y otros países no hispano parlantes), sino a todo el grupo, a Los Iracundos. Desmembrarlo es ir en contra del concepto que formó y mantuvo al grupo por décadas. Fueron y serán Los Iracundos, cada uno con sus características. Pero nunca fueron ni serán Eduardo Franco y cinco “locos” más.
¿Merecen homenaje? Claro que sí, pero los seis, el grupo. Eduardo Franco –legítimamente– tiene un busto en su memoria en avenida España y un teatro de verano con su nombre. Los Iracundos, además, una avenida que los recuerda. Hace poco se inauguró un mural mosaico con los rostros de los seis en la misma avenida Los Iracundos.
¿Más? Esta es su ciudad, su comunidad, así que la respuesta es positiva. Siempre y cuando el homenaje sea a Los Iracundos. “Nuestros ídolos”. Quienes llevaron el nombre de este suelo allá donde fue un latino. No a uno de sus integrantes. El sentido de pertenencia de esta comunidad está para unirnos, no para separarnos.
Por otro lado, aunque sin abandonar la línea de Los Iracundos desde que un grupo aun mantiene legítimamente ese nombre, porque es dirigido por el histórico baterista Bebe Velázquez.
El domingo pasado, la Dirección de Cultura de la Intendencia Departamental de Paysandú coordinó la decisión del intendente Guillermo Caraballo, de que la Banda Departamental “José Debali” se trasladara a Concepción del Uruguay para participar del show homenaje de La Histórica a La Heroica. No pudo, porque el ómnibus dispuesto no pudo trasladarla entre ambas cabeceras por problemas logísticos. Los músicos sanduceros, representantes de esta comunidad, se quedaron con la decepción. En Concepción del Uruguay los esperaron, pero como Sevilla. Perdieron su silla.
Este es otro suceso que sorprendió a algunos, fue indiferente a otros y no llegó a conocimiento de aun otros. Al día siguiente, cuando la noticia se hizo pública, el intendente Guillermo Caraballo respondió con un envío por elevación indicando que el anuncio del comienzo de la ampliación del saneamiento en el barrio Chaplin, en beneficio directo de 174 familias, era la “noticia más importante”. Pues, no podemos menos que concordar con él, porque es una noticia muy esperada y anhelada.
Eso no quiere decir que no haya cierta miopía para leer la realidad, que no tiene una sola cara –aquella que más nos conviene– sino varias. Desde el sentido de comunidad no es lo más importante lo que se hace noticia de primera plana, sino que el sentimiento de necesidades e influencias deben ser recíprocas. Por lo tanto lo que se anuncia como la gran noticia del día lo es, pero no siempre para la comunidad toda.
Esa gran noticia no debería ser usada para cubrir aquellas que desnudan falencias. Las unas y las otras forman comunidad. No una sola de ellas, esto es, la que más nos conviene.
La falta sin aviso de la banda de música de la Intendencia en un concierto organizado en homenaje a nuestro Paysandú, no es un mero incidente, es una falta grave, que deja en claro algo que es realmente muy preocupante porque hace al metier de quienes están al frente de la repartición respectiva. No supieron o no pudieron coordinar; gestionar. Es lo que en primera instancia deben saber. Para lo que se prepararon.
Nadie pide que los responsables sean quemados en la hoguera, pero también es desproporcionado hacer como si nada hubiera ocurrido. Las comunidades tienen una interdependencia entre los dirigentes y sus miembros; si esta dinámica falla, es decir, si alguna de las dos partes no cumple con su función y responsabilidad, las bases en las que se sostiene la comunidad se fragmentan. Y en este caso, la incompetencia de algunos dejó –una vez más– muy mala imagen de los sanduceros del otro lado del río, nada menos que con quienes decidieron rendir homenaje a nuestra ciudad, a nuestra gente; una distinción por cierto no tan común en estos tiempos.
Las autoridades hacen bien en destacar sus logros y éxitos. Bueno es compartirlos con la comunidad. Pero hacen mal en mirar para otro lado, en no hacerse cargo de los defectos de la Administración. No se les pide perfección.
Muy por el contrario, solamente humanidad. Y ya se sabe cuán imperfectos somos. Reconociéndolo podremos ponerle un valor agregado a los logros, a esas “noticias más importantes”.
Asimismo debe valorarse en su justa medida a quienes se destacaron y hoy merecen el respeto y reconocimiento de todos. Pensar en el todo, no en una parte; pensar en todos, no en solo uno, porque quizás eso solo sirva a objetivos que nada tengan que ver con recordar la trayectoria de los grandes de esta comunidad.
Desde que “lo esencial es invisible a los ojos” (El Principito), es con el corazón con lo que mejor se aprecia la realidad. Seriedad y compromiso. Lo que está bien, aplausos, lo que se hizo mal, considerarlo para que no vuelva a ocurrir.