Los campos naturales de nuestro país tienen como rasgo distintivo la cantidad de especies y la heterogeneidad de sus ciclos, lo que caracteriza y determina su capacidad de adaptarse a diferentes ambientes (seca, exceso hídrico); además, los diferentes tipos de suelos (superficiales y profundos) presentan diferentes comunidades de especies, permitiendo realizar un manejo diferencial.
A través de un informe, los ingenieros agrónomos Federico De Brum, del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y Marcelo Ghelfi del Plan Agropecuario, establecen que en un verano lluvioso, donde el agua no es limitante y las temperaturas favorecen el crecimiento de las especies de verano, se producen incrementos de producción por encima de lo normal y exceden la capacidad de consumo de los animales, si las cargas se encuentran ajustadas; esto generalmente puede provocar la acumulación de remanentes de forraje en el campo.
“Con alturas de pasto de más de 12 centímetros se comienza a perder calidad debido la acumulación de restos secos, provocando que el contenido de proteína disminuya”, sostienen. “Esto genera problemas de manejo en las diferentes especies y categorías de animales, sobre todo en los lanares, pero además puede llevar a problemas de manejo a la estación siguiente, el otoño”. Como sugerencias para prevenir que se den estas situaciones, “se pueden tomar medidas de manejo como: aumentar la carga en potreros sobre suelos profundos, donde hay mayor crecimiento y acumulación de forraje, pudiendo de esta manera aprovecharlo para incrementar la producción y mantener la calidad del forraje producido. A inicios de otoño (marzo) se recomienda cerrar estos potreros, con el objetivo de acumular forraje como reserva en pie de razonable calidad para el invierno”. → Leer más