Desafío educativo y de formación, un tema pendiente para el nuevo gobierno

Ya habiendo ingresado en año electoral, la experiencia de nuestro país indica que lo que no se ha hecho o por lo menos empezado en cuanto a medidas de fondo en la administración en curso, no es de esperar que se haga en profundidad en estos meses pendientes, porque los actores del sistema político y aún los protagonistas del tramado socioeconómico, tienen las expectativas puestas ya en la próxima instancia electoral y sobre todo en lo que pueda encararse a partir de la siguiente administración.
Y por cierto que el legado para el próximo gobierno dista de ser el mejor, aunque no se haya ingresado en crisis, empezando porque se ha puesto por las autoridades el “piloto automático” mientras subsisten deficiencias estructurales crónicas con el componente por ejemplo de un gasto estatal rígido, que es la causa fundamental de un déficit fiscal que se sigue manteniendo en el orden del 4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
Y si bien puede haber opiniones encontradas en cuanto a las causas y más aún en las respuestas en los desafíos pendientes, quienes no están dentro del sistema o no tienen intereses creados coinciden en que la educación es un aspecto clave que sigue en franco deterioro, pese a que de vez en cuando desde los gremios del sector se relativizan los resultados de las pruebas internacionales y se potencia el síndrome de autocomplacencia respecto a supuestos resultados.
Pero la realidad es porfiada, y solo no lo ve quien no lo quiere ver, que la educación, la formación y la capacitación siguen en déficit creciente, y lo que es peor aún, desde los organismos de la enseñanza y desde el propio gobierno –que cuando estaba en la oposición decía tener todas las respuestas–, se ha puesto de manifiesto marcada incapacidad para cambiar el curso e incluso para coincidir en el diagnóstico.
Sería ingenuo en este contexto tomar en serio lo que plantean los gremios de la enseñanza, que como es sabido, y dando razón al motivo de su existencia, solo defienden sus intereses, que pasan fundamentalmente por el plano salarial y por sus condiciones de trabajo, sin tener en cuenta para nada lo demás, que no está entre sus prioridades.
El gobierno del Dr. Tabaré Vázquez tuvo la oportunidad de hacer algo al respecto, pero lejos de dar la talla, cuando anunció que iba a cambiar el ADN de la educación, cedió a las presiones de los grupos de interés y dejó todo en agua de borrajas, manteniendo el statu quo vigente.
Los órganos de la enseñanza deben responder al interés general y no a los sectoriales ni a grupos corporativos, y está entre las competencias del mandatario y sobre todo obligaciones el hacer lo que sea posible para revertir este proceso, aunque supiera de antemano que no solo no iba a tener el apoyo de los gremios, sino que éstos siempre serían el principal obstáculo para alcanzar estos objetivos, como ha quedado demostrado.
Bueno, ya en el último año efectivo de gobierno, entre los condicionamientos político electorales y el cortoplacismo es evidente que nada nuevo puede esperarse de esta administración, y que los formidables desafíos pendientes en la educación y la formación profesional quedarán para el próximo gobierno –más agravados aún–,del signo político que sea, más allá de su propuesta que sea refrendada por la ciudadanía, de su voluntad política de llevar adelante los cambios imprescindibles por encima del palo en la rueda que le opongan los sindicatos y sectores radicales.
Queda por definir incluso el para qué, para luego establecer el qué y el cómo, de forma de poner las cosas en orden. Para encarar esta tarea con los pies sobre la tierra, y saber donde nos encontramos, los nuevos gobernantes deberán atender los requerimientos y observaciones de los sectores protagonistas del quehacer nacional, los receptores por ejemplo de la mano de obra capacitada y el conocimiento profesional que surja de la educación y formación de niños y jóvenes.
Recientes encuestas indican que más de la mitad de los empresarios no está satisfecho con el nivel educativo de los jóvenes que se incorporan a sus empresas, en tanto la responsabilidad es la habilidad más demandada por los empresarios, pero es la característica menos presente entre los jóvenes.
Ello indica que además de necesitarse reformas profundas en la enseñanza, no es menos cierto que hay elementos que no es de esperar se generen desde este ámbito, como la necesidad de cultivar valores que incluyan la responsabilidad, que no es un valor vigente entre muchos jóvenes, lamentablemente, lo que explica la alta movilidad, la intolerancia ante la frustración y la insatisfacción por los empleos y remuneraciones.
Este es un déficit que se percibe en todas las áreas de actividad, incluyendo falta de compromiso real de los jóvenes en las funciones que les son asignadas, déficit en asumir responsabilidades, alta movilidad laboral y fuerte inclinación a las faltas al trabajo injustificadas, más allá de estar ante una característica que tiene distinto grado de manifestación, con muchas excepciones que indican que hay espacio para ir revirtiendo este escenario.
Pero la realidad indica que en edad de trabajar, muchos jóvenes se encuentran con que solo tienen cierto bagaje de conocimientos muy generales que no los habilita para encaminarse decididamente como mano de obra más o menos especializada, además de no estar capacitados para adaptarse, razonar o entender nada, y que así y todo deben hacer la especialización o la capacitación en las mismas empresas a las que ingresan.
El próximo gobierno deberá procurar un amplio consenso político y de los propios actores, de todas formas, para promover procesos de articulación entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo, vinculando decididamente la academia y la investigación con el mundo laboral, pero también de asunción de responsabilidades y actitudes ante el convencimiento de que este debe ser el rumbo a adoptar y mantener, como política de Estado por encima de los partidos que se sucedan en el gobierno.