El futuro del trabajo, a cien años de la OIT

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), comenzó la semana pasada el proceso de festejos de su centenario de existencia como un organismo conciliador y parte del Tratado de Versalles, al finalizar la Primera Guerra Mundial. En aquellos momentos históricos, sus fundadores reconocían que la justicia social era la base de la confirmación de la paz duradera, mientras los trabajadores eran explotados por las naciones más industrializadas de la época.
Hace una centuria se vio la necesidad de un abordaje tripartito de estas cuestiones, con la participación plena de los gobiernos, patronales y trabajadores en sus órganos ejecutivos. Era una forma pionera de ver las negociaciones y se transformaba en una organización única en su género.
También en ese momento se comenzaba a comprender que la interdependencia económica ya estaba instalada, mientras que las condiciones laborales pasaban a formar parte de la competencia por los mercados.
El preámbulo elaborado hace cien años consideraba necesaria la reglamentación de las horas de trabajo, prevención del desempleo, protección social de los trabajadores y organización de la enseñanza profesional y técnica, entre otros aspectos. La realidad del empleo a nivel global hoy se enfoca hacia una mayor tecnificación, que es desigual según los países y continentes, con la consabida merma en la generación de puestos laborales.
Este panorama fue analizado por la Comisión Mundial de la OIT sobre el Futuro del Trabajo y llamó a mantener las alianzas entre las tres partes intervinientes en los acuerdos para sustentar empleos dignos ante la robotización de los sistemas productivos o la inteligencia artificial.
La organización predice el necesario cambio de enfoque ante una realidad que atraviesa a las gestiones de gobiernos, cuyos poderes deben lidiar con la destrucción de los puestos laborales, mientras se calcula que hasta dos tercios pueden quedar parcial o totalmente automatizados. La OIT refiere a una ecologización de las economías libres de emisiones de carbono que generarían hasta 24 millones de puestos a nivel mundial. Sin embargo, el envejecimiento de sus poblaciones se registra en las sociedades desarrolladas y genera, como consecuencia, una mayor tasa de dependencia. Por lo tanto, la posibilidad de crear unos 475 millones hacia el 2030 que, en todo caso, ya comenzó a transitar Uruguay con el sistema de cuidados.
En forma paralela, se confirma la precariedad laboral como un fenómeno arraigado en el mundo, donde el 60 por ciento de los trabajadores en el planeta se emplean de manera informal. La capacitación “a lo largo de toda la vida” –según define esta organización en su informe– ayudará a mantener “bajo control humano” a la robotización existente en determinados sectores.
En Uruguay la economía decrece, el mercado de trabajo no mejora y los nichos con mayor expansión no logran la concreción de nuevos puestos, sino todo lo contrario.
Las medidas de estímulo anunciadas por el Poder Ejecutivo no impidieron frenar una caída que lleva más de dos años, con la pérdida de unos 40.000 puestos entre 2015 y 2017. Mientras las cifras oficiales indican bajos índices de desempleo, las inversiones en obras públicas –y también privadas– se transformaron en el punto flojo que no se logra reactivar para la generación de empleo. En el mismo sentido, desde hace años se constata que la industria manufacturera encabeza la lista de los segmentos productivos con más afectaciones. Y en este caso, Paysandú seguramente tiene mucho para contar de su experiencia, a partir de aquel pasado fabril hasta las actuales dificultades para la reconversión y el deterioro constante que obliga a buscar –en ocasiones con creatividad– nuevas formas laborales y de contratación de mano de obra para que la brecha no continúe profundizándose.
Incluso en un país agroexportador como el nuestro y que aún sostiene grandes dificultades para mirar al campo sin prejuicios, registra la segunda gran caída en los puestos pertenecientes al sector agropecuario. Y así se puede mencionar la construcción o el comercio, entre los cuales el departamento sanducero también representa el fiel espejo de una merma en la contratación de mano de obra especializada o el cierre de locales, que fácilmente se constata con solo caminar por sus calles principales.
El gobierno presentó el año pasado una serie de medidas de estímulo para intentar revertir esta situación, no obstante, el escepticismo sobre su efectividad ha ganado la cancha y la ausencia de inversiones provoca un desplazamiento de trabajadores. La faceta salarial que se discute en los consejos, después se aplica en la realidad con una reducción del personal, porque fue más fuerte la necesidad de finalizar los ciclos de negociaciones con el menor índice de conflictividad posible.
Además, llegamos tarde al desafío planteado desde hace rato de formar a la masa trabajadora en nuevas actividades y otros enfoques en las negociaciones, en tanto permanecemos aferrados al estatismo como el generador de fuentes de empleo y subsidios para sectores vulnerables que creen que nunca podrán salir de esa área de riesgo. El ritmo uruguayo no se adaptó a las transformaciones vertiginosas que ocurren con mayor frecuencia porque la “zona de confort” integra la cultura folclórica y popular que, más temprano que tarde, nos perjudica. Entonces vemos como el hilo se corta por el lado más fino y afecta a las dos puntas: a los jóvenes que no culminan sus trayectorias educativas porque el “cambio de ADN” en la educación no resultó una política transformadora, y los trabajadores extraedad que una vez perdida su fuente de ingresos, registran enormes dificultades para su reinserción. Por esas razones el futuro es incierto, con un permanente conflicto entre lo estable y lo nuevo. Es así que el panorama no es alentador y menos aún si mantenemos los problemas de competitividad que asolan a la economía uruguaya, con un enfriamiento en la demanda interna que se confirma en los análisis de las diversas gremiales empresariales. Todo esto, sumado a una región complicada que busca resolver sobre el mismo problema.