Evo Morales y su “hermano” Bolsonaro

La actitud demostrada por el Presidente de Bolivia ante la extradición a Italia de Cesare Battisti, ex integrante del grupo armado de extrema izquierda Proletarios Armados por el Comunismo (PAC), deja en claro la intención de Evo Morales de mantener una buena relación con el nuevo gobierno de Brasil. Battisti, quien fue condenado a cadena perpetua en Italia por cuatro crímenes (dos como autor material y dos como cómplice) fue entregado a Italia en tan sólo 24 horas, negándole tal como lo consigna “La Diaria”, “el pedido de refugio pero, más aun, el derecho básico a un proceso de extradición en el que se pudiera analizar el caso.” La participación del gobierno brasilero en el proceso de extradición del ex guerrillero italiano deja en claro la forma en la cual Evo Morales quiere llevar adelante las relaciones diplomáticas de su país con Brasil.
Los gestos del presidente de Bolivia comenzaron el 28 de octubre de 2018 a las 21.09 horas (o sea, a pocas horas de concluido el acto electoral), cuando Evo Morales publicó la siguiente frase en su cuenta de Twitter: “Saludamos al hermano pueblo de Brasil por su participación democrática en la segunda vuelta de elecciones presidenciales en las que resultó electo Jair Bolsonaro, a quien extendemos nuestro reconocimiento. Bolivia y Brasil son pueblos hermanos con lazos profundos de integración.”
El acercamiento entre el presidente boliviano y Bolsonaro no terminó allí: Morales no solo asistió a la ceremonia de asunción de su colega brasilero, sino que ese mismo día publicó nuevamente en Twitter una frase que despeja cualquier duda sobre sus intenciones: “Acompañamos en su posesión al Hno. Presidente, @jairbolsonaro, con la convicción de que las relaciones Bolivia-Brasil tienen raíces profundas de lazos de hermandad y complementariedad de nuestros pueblos. Somos socios estratégicos que miran el mismo horizonte de la #PatriaGrande.”
El inesperado giro del presidente de Bolivia muestra a las claras su deseo de adaptarse a los nuevos tiempos de América Latina, máxime teniendo en cuenta que sus ex aliados ideológicos ocupan cargos en organismos internacionales (Michelle Bachelet), están presos por actos de corrupción (Lula) o acusados de esos delitos (Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa) o tratan de mantenerse en el poder por la fuerza y con un creciente repudio internacional (Nicolás Maduro). La fiesta del populismo latinoamericano (cimentado en el caudillismo personalista que tanto mal ha causado a nuestros pueblos durante siglos, al impedir una adecuada conformación y funcionamiento de instituciones que pongan coto a las tentaciones de poder ilimitado) ha llegado a su fin y hasta el malogrado “Tren de los Pueblos Libres” (de efímero pasaje por nuestra ciudad con bombos y platillos) se ha convertido en un montón de fierros viejos que se deterioran a la intemperie.
Muy lejos del pragmatismo boliviano, Uruguay permanece “metido en un brete” en sus relaciones con Brasil y ha quedado en una posición muy incómoda luego de varios episodios que han dejado al descubierto un pésimo manejo de las relaciones diplomáticas por parte de las autoridades uruguayas. En efecto, a inicios del mes de octubre del año pasado, nada más y nada menos que el canciller Nin Novoa (la cara más visible de nuestra política exterior y el responsable de todo el cuerpo diplomático uruguayo) expresó públicamente sus deseos de que Bolsonaro perdiera las elecciones en segunda vuelta, al señalar que esperaba “que las encuestas le erren” en Brasil, algo que claramente no sucedió. Lamentablemente Nin Novoa no fue el único integrante del Frente Amplio que puso los intereses y prejuicios ideológicos de su partido antes que los intereses de Uruguay y de todos sus habitantes. En efecto, el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, atacó duramente a Bolsonaro calificándolo de anti democrático, fascista y de incitar a la violencia. Cuando se le recordó que Bolsonaro había sido electo por la ciudadanía, Miranda lo comparó con Hitler y expresó que en 1933 “el nazismo llegó al poder también por la vía democrática”. La Mesa Política del Frente Amplio, por su parte, no se quedó atrás en los ataques al entonces candidato presidencial y manifestó su “honda preocupación” frente al “avance de fuerzas fascistas” en el país norteño. A esto se suma la demora del gobierno uruguayo en saludar a Bolsonaro por su elección como Presidente y la frialdad del comunicado, lo que contrasta con la amabilidad y rapidez del saludo de Evo Morales.
Las destempladas e inoportunas opiniones de Nin Novoa y de Javier Miranda, así como del propio partido de gobierno, explican la frialdad con la cual tanto el presidente Tabaré Vázquez como el canciller uruguayo fueron tratados durante su visita a Brasilia el pasado 1 de enero. A modo de ejemplo, Tabaré Vázquez solicitó una reunión con Bolsonaro pero no le fue concedida. Ninguno de los dos jerarcas podía ni debía esperar un trato mejor que el que recibieron. El problema es que los ignorados (o “ninguneados”) no fueron ellos (cuyo ego personal es un problema de ellos mismos) sino todo el Uruguay y ello obedece a la costumbre del gobierno de confundir las simpatías ideológicas del Frente Amplio con los intereses del país. Porque lo realmente trascendente no es lo que sea bueno para el partido que gobierna sino lo que sea bueno para el país. Las relaciones exteriores constituyen un campo de gran importancia para cualquier Estado y por eso mismo sus políticas no deben estar libradas a las afinidades momentáneas de un partido político sino de intereses estratégicos basados en análisis económicos y geopolíticos. Sin lugar a dudas la forma en la cual Uruguay se relaciona con los demás países no puede ser resuelto en la reunión de un Comité de Base o de la Mesa Política del Frente Amplio, sino que debe ser la consecuencia de una política de Estado de largo plazo y fuerte institucionalidad, tal como ha sido durante décadas en nuestro país. Una muestra de ello es que la tradición de la política exterior uruguaya ha estado marcada por el pensamiento y la acción de tres figuras políticas cuyo pensamiento casi nunca fue coincidente, pero siempre estuvo al servicio de los intereses de la República: Luis Alberto de Herrera, Baltasar Brum y Emilio Frugoni.
La política exterior de los países se encuentra sometida a constantes cambios que exigen actuar con rapidez y pragmatismo para defender de la mejor manera posible los intereses de todos los uruguayos, hayan votado o no al Frente Amplio. La obligación del Gobierno no es esperar las instrucciones de su fuerza política para tomar decisiones diplomáticas, sino que estas deben estar guiadas por la necesidad de obtener beneficios para Uruguay en su conjunto, porque los presidentes y los cancilleres pasan (incluyendo Tabaré Vázquez y Nin Novoa) y los habitantes “de a pie” permanecen, como también lo hacen sus problemas. Brasil, más allá de la persona que ha sido electa para ocupar el cargo de Presidente de la República, es un país ligado a Uruguay por fuertes lazos históricos que incluyen economía, cultura y comercio. Quienes han causado un daño tan notorio a las relaciones entre ambos países deben abocarse con urgencia a preservar y profundizar esos vínculos. Al fin y al cabo esas son sus responsabilidades públicas y es lo menos que pueden hacer.