¿Una perspectiva nueva en el Mercosur?

La reunión de las últimas horas en Brasilia entre los presidentes Mauricio Macri y Jair Bolsonaro, además de su significado geopolítico regional, marca una nueva impronta en el Cono Sur y también en el Mercosur, donde por espacio de no menos de una década el bloque no generó un intercambio integracionista para dar paso en cambio al funcionamiento de un “club de amigos” de presidentes de izquierda. Las relaciones entre países se daban por afinidades ideológicas y a veces componendas, antes que procurando la mejora de calidad de sus pueblos por una interrelación y desarrollo de las economías.
Pero a partir del nuevo escenario, con gobiernos con diferente signo ideológico, se generan nuevas alternativas para un bloque regional que ha estado paralizado y que de poco y nada ha servido a sus socios, porque ha funcionado más bien como un corsé para encerrar a sus países dentro del bloque, con economías que en varias áreas compiten entre sí, que no generan cadenas de valor complementarias, y a la vez han cercenado oportunidades de intercambio por fuera de la región.
Por lo tanto, el encuentro entre los mandatarios de los dos grandes países vecinos en el Palacio de Planalto fue seguido de cerca por la Cancillería uruguaya, habida cuenta de que Bolsonaro asumió hace pocos días y esta fue la primera vez que el nuevo presidente brasileño se pronunciara respecto a la situación del Mercosur.
No dijo mucho en realidad, pero su postura, recogida en una declaración tras el encuentro, es evaluada por algunos analistas como una oportunidad para Uruguay, si se tiene en cuenta que ambos presidentes se mostraron de acuerdo en modernizar y flexibilizar el bloque sudamericano, un reclamo que desde hace años se formula desde nuestro país y por el propio gobierno del presidente Tabaré Vázquez.
En cuanto a los enunciados del presidente brasileño, éste manifestó que el Mercosur necesita volver a su “tradición original de apertura comercial y reducción de barreras” y que apunta a “concluir rápido las negociaciones” para “recuperar el tiempo perdido”.
Su colega argentino, quien ejerce la presidencia pro témpore del bloque, consideró por su parte que hubo acuerdo bilateral en la necesidad de modernizar el Mercosur y avanzar hacia un “espacio de integración que se adapte a los desafíos del siglo XXI”.
Este es precisamente el punto y que marca un contraste –que es de esperar se traslade a los hechos– con la postura anterior de los denominados gobiernos “progresistas”, que encerrados en condicionamientos ideológicos, siguieron adelante contra viento y marea para mantener al bloque ajeno a la dirección en que va el mundo, al punto que ni siquiera se ha logrado un acuerdo con la Unión Europea pese a veinte años de negociaciones.
Respecto a este panorama de reversión iniciado por ambos presidentes, el director del Departamento de Negocios Internacionales de la Universidad Católica, Ignacio Bartesaghi, dijo a El Observador que la flexibilización del bloque es una “muy buena noticia”, ante la que la Cancillería debería “reaccionar” con una actitud “proactiva” para poder avanzar unilateralmente en las negociaciones, principalmente con China.
“Uruguay debería decir ‘me voy con China solo’ y explicar por qué Argentina y Brasil no están en condiciones de avanzar actualmente”, señaló. En una línea similar opinó el politólogo y director de Factum, Oscar Bottinelli, quien dijo que es un buen momento para “acercarse” al país asiático, aunque “todo” dependerá de la voluntad de Brasil.
Pero es impensable en un Mercosur que se haga una especie de “borrón y cuenta nueva”, tras la experiencia de más de dos décadas, y el término flexibilización indica que se aplicarían correctivos en normas que han significado ataduras, sobre todo para países pequeños como Uruguay, que dependen de tener sus economías abiertas al mundo ante el bilateralismo que han aplicado a menudo Brasil y Argentina en el Mercosur.
Con todo, el gobierno uruguayo, que ya desde el proceso electoral en Brasil no ha visto con buenos ojos la ascensión de un gobierno no izquierdista al poder en el vecino país, y hasta hubo imprudentes declaraciones de altos jerarcas de gobierno, –incluido el propio canciller Rodolfo Nin Novoa– se ha reaccionado con cautela respecto a la nueva política de Itamaraty.
Debe tenerse presente que es explicable esta actitud, por cuanto con gobiernos de izquierda o de derecha, Brasil ha actuado siempre con una mirada propia y trascendiendo el Mercosur, apostando, por el tamaño de su economía, a jugar en la “cancha grande” y poniendo en segundo plano a sus socios del Mercosur, en tanto en varias instancias junto con Argentina ha aplicado decisiones bilaterales a sus socios menores, con un “tómenlo o déjenlo” .
No es aventurado por lo tanto especular que Brasil siga en su tesitura de cortarse solo, o que se allane a que los estados miembros negocien con mayor libertad y a diferentes ritmos pero dentro del bloque.
El presidente Tabaré Vázquez había pedido a fines de octubre “esperar” a que Bolsonaro asumiera para ver qué actitud iba a tener hacia el Mercosur, y subrayó que es aconsejable esperar a que los acontecimientos hablen por sí mismos, en tanto también debe tenerse en cuenta que Bolsonaro no ha especulado siquiera con la posibilidad de poner en stand by las ya añejas negociaciones con la Unión Europea para la firma de un acuerdo de libre comercio.
Un aspecto positivo es que en el caso de Uruguay el Mercosur ha perdido participación en el global del intercambio comercial de nuestro país, y desde hace ya tiempo nuestro principal socio comercial es China, por lo que la dependencia en relación con el acuerdo regional ya es menor a la de períodos en que muchos empresarios estaban jugados al mercado brasileño y así nos fue, ante maxidevaluaciones en el vecino país, como la de 1999, que generó los prolegómenos de la crisis que se desató en nuestro país en 2001-2002.
Pero principio quieren las cosas, y pese a antecedentes de que el pedido de “flexibilizar” y “agilizar” el Mercosur no es nuevo y ha sido repetido en varias ocasiones por los presidentes de los países integrantes del bloque, es de esperar que en esta oportunidad, la impronta del incipiente eje Bolsonaro–Macri tenga eco y continuidad, a través de acciones que propendan a dar otra perspectiva a un bloque que en la situación de parálisis que ha experimentado durante tantos años, ha constituido un elemento desalentador y hasta de retroceso para sus aletargados socios.