“Censo” de uruguayos que requieren ayuda en Venezuela

(ECOS)
En Isla Margarita la colectividad de uruguayos se redujo a la mitad, de 600 a 300, en dos años, según su presidente, Hugo Galín.
Una mujer uruguaya, deshidratada grave, no consiguió un lugar donde ser atendida y a otro compatriota, la rotura de su cadera debió soldarse sola, a fuerza de estar seis meses postrado en una cama, tras no recibir la atención y medicación correspondientes. En Venezuela el salario mínimo equivale a 27.000 bolívares (unos U$S 9), lo que “permite comprar una docena y media de huevos”, al tiempo que un antibiótico sale 100.000 bolívares.
Residente del lugar desde hace 40 años, Galín está en permanente contacto con el encargado de negocios de Uruguay en Venezuela, José Luis Remedi, hoy la principal autoridad en la sede diplomática, para tratar de encontrar una solución para los casos más urgentes de la colectividad.
La solución es mucho más difícil que enviar medicamentos, en tanto existen problemas para que llegue medicina. “Hay algunos problemas porque hay restricciones en este momento, el gobierno venezolano no reconoce que hace falta ayuda humanitaria y no están dejando que ingrese”, explicó. De hecho, desde Uruguay le enviaron medicamentos a ese miembro de la colectividad que sufrió una fractura en la cadera. Pero las trabas burocráticas fueron tales que cuando accedió a la mercadería, esta ya no podía ser utilizada. “Debió curarse solo”, describió Galín. El presidente de la colectividad anunció que harán una lista, “una especie de censo para elaborar una lista de lo que se necesita”, dijo Galín a Ecos y confirmó que son pacientes oncológicos, diabéticos o epilépticos. “El uruguayo se va de acá cuando no tiene más remedio, porque este es un país maravilloso que nos ha dado todo”, indica Galín. “El venezolano es demasiado buena gente y te trata bien desde que llegas”. Uno de los uruguayos que recientemente dejó Isla Margarita para volver al país fue Carlos “Caio” Vila, quien en Venezuela –donde vivió 40 años– estaba prácticamente desahuciado por su cáncer de próstata, al no poder suministrarle ampollas de leuprorelina.