De brazos cruzados, ajenos a la realidad

Mientras la incipiente campaña preelectoral ha ingresado en una subida de tono de los principales actores, con intercambio de acusaciones o de atribuir intenciones respecto a cómo hacer por ejemplo que el “shock de austeridad” en el Estado que vislumbra Luis Lacalle Pou, se transforme en una “motosierra” que a su vez le atribuye el también precandidato oficialista Mario Bergara, aparece como desvirtuada y sobre todo postergada la esencia del debate que debería interesar a los uruguayos más allá de camisetas, que es cómo se puede salir de la encrucijada advenida a crisis que sufre el país y que se va acentuando con los años.
Este “shock” naturalmente tiene que ver con los gastos excesivos y encima rígidos del Estado que han ido creciendo con las administraciones del Frente Amplio, imaginando –o con la ilusión– de que la bonanza iba dudar para siempre, y nos encontramos con que sigue creciendo el déficit fiscal, actualmente del orden del 4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), que es una montaña de dinero que hay que absorber con el aporte de los bolsillos de todos los uruguayos.
Mientras que en un principio el gobierno admitía como excesivo este guarismo y apuntaba a reducirlo al 2,5 por ciento del PBI, poco tiempo después no solo no se ha logrado reducirlo, sino que en los últimos eses se ha incrementado, justo cuando estamos pasando de la meseta de la economía a una tendencia a la contracción, lo que por lo menos debería hacer sonar las alarmas en un gobierno en el que se sigue en la tesitura de que “tout va très bien”, mientras por detrás se cruzan los dedos.
Este gasto del Estado, como si fuera dinero de nadie, es lo que pagamos de más todos los uruguayos, el ciudadano común, los trabajadores, los pasivos, los empresarios, y es causa y consecuencia del deterioro en la economía que se está traduciendo en parámetros cada vez más difíciles de revertir ante el desempleo, merma y desaparición de fuentes de trabajo, cierre de empresas, caída del consumo y consecuente reducción de la masa en la que se apoya el Estado para recaudar y seguir gastando.
No hace falta ser un agudo analista de la economía para advertir este panorama, sino simplemente estar en la calle y observar la quietud comercial y de toda actividad dinamizadora en el país, sobre todo en el Interior, y en nuestro caso, en un Paysandú donde estos temas se visibilizan con toda nitidez.
En este contexto, en las últimas horas se conoció un informe de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios (CNCS), que indica que “la amplia mayoría de los empresarios ha observado a lo largo del 2018 una reducción considerable en los niveles de venta respecto a un año atrás”, al punto que el 72,7% de los comerciantes consultados respondió que observó el año pasado “una reducción relevante en los niveles de venta”.
Ese diagnóstico es respaldado por la encuesta de actividad en el cuarto trimestre de 2018 hecha por la gremial, que confirmó “la tendencia de deterioro en las distintas ramas del comercio” que experimentaron “un retroceso en los niveles de venta en términos reales respecto a 2017”.
Así, un 86% de los rubros relevados presentaron un desempeño negativo en sus ventas en los últimos tres meses del año, que incluyen el período de fiestas donde suele incrementarse la facturación.
“La mayor caída en el nivel de actividad se originó nuevamente en aquellos sectores que comercializan principalmente bienes duraderos de origen importado: maquinaria agrícola, automóviles, motocicletas, repuestos y artículos para el hogar a nivel de casas del ramo y grandes superficies, así como insumos para la construcción: barracas, ferreterías (mayoristas e industriales) y pinturerías”, analizó la CNCS.
Las respuestas de los empresarios sobre el principal motivo que origina la retracción del consumo indican que una tercera parte cree es “el menor poder de compra de los hogares”, mismo guarismo que atribuyen a la “mayor incertidumbre sobre la situación económica a corto y mediano plazo”.
La cámara apuntó que hay “rubros como confiterías, ferreterías y hardware que presentaron variaciones negativas en los cuatro trimestres del año, logrando acumular una contracción anual de las ventas reales mayor al 5% frente a 2017”.
Asimismo, considera que se inicia el 2019 “con un escaso dinamismo del sector comercio y servicios, al tiempo que las expectativas se encuentran muy deterioradas dado que parecen no estar presentes las condiciones para una reversión”.
Por otro lado, también en los primeros días de febrero se divulgaron los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que dan cuenta de que el núcleo industrial del país tuvo en 2018 el cuarto año de caída en su producción al bajar el 2,1 por ciento, “con números de producción similares a 2008 y números de empleo de 2004”, según evaluó para El País el presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), Gabriel Murara.
Acotó que “lo de Colgate (de cerrar su producción en Uruguay y trasladarla a México) no nos gusta, pero no nos sorprende. Si seguimos con la pérdida de competitividad, el cierre de empresas y la destrucción de empleos, es lo que va a seguir pasando”, en tanto los analistas califican al desempeño del núcleo industrial como “muy pobre”, “muy malo” o directamente como un “año negro”.
La gerente de Asesoramiento Financiero de la consultora Deloitte, Alicia Cordoll, dijo que el núcleo industrial “mostró un desempeño muy pobre a lo largo del año y ahora este último dato de diciembre mostró una caída particularmente fuerte, cerrando con una baja promedio de 2 por ciento en el conjunto del año”.
Por supuesto que esto no puede sorprender a nadie, menos aún al gobierno, pero lo que sí debería llamar la atención o por lo menos cuestionarse es la actitud de los jerarcas del Poder Ejecutivo, que pretenden dorar la píldora o dar un panorama distinto a lo que rompe los ojos. Para no ser menos, la ministra de Turismo, Liliam Kechichián, evaluó que la temporada turística no ha sido pobre, porque si bien han venido menos argentinos –por lo menos un 30 por ciento menos– los que vinieron gastaron más y ello ha sido compensado a su juicio por más visitantes de otros orígenes. Una muestra más que o vive en una dimensión paralela que desconocemos, o toma de ingenuos a los uruguayos. Porque ni siquiera es necesario haber estado en el Este para darse cuenta del fracaso de la temporada, acá los sanduceros lo pudimos ver desde que el puente internacional casi no ha registrado incremento de tránsito durante las fechas que se supone son pico de temporada, y eso es signo inequívoco de que el turismo no llegó.
Pero lo que es más grave es la inacción, el cruzarse de brazos, el dejar las cosas como están, atribuyendo las críticas a simples manejos políticos de la oposición, mientras no se hace nada por ensayar algún correctivo, que aunque no dé resultado inmediato, por lo menos deje las cosas mejor encaminadas para que quien asuma el nuevo gobierno no se encuentre con un desastre mayúsculo y no tenga que adoptar las medidas severas que no se han querido aplicar, haciendo que los que vengan se arreglen como puedan.