Otra mala señal

Mientras el gobierno nos quiere hacer creer que todo va bien, que todo marcha sobre ruedas y que el futuro se avizora promisorio, las empresas continúan en dificultades y, si no bajan persianas, al menos reducen personal para achicar costos por falta de competitividad. Desde las autoridades, en tanto, se transmite una alarmante inoperencia quizá sostenida por el aquella frase del presidente Tabaré Vázquez que asevera que el cierre de firmas es “típico de la evolución histórica”.
La última empresa que cayó en esa “evolución” fue la curtiembre Zenda que decidió cerrar dos de sus tres plantas y despedir a 370 trabajadores, aduciendo una escasez de clientes a nivel internacional y unos costos insostenibles. Solo quedará operativa la planta de terminación que emplea a 140 personas. La curtiembre se encarga de vender tapicería para automóviles de alta gama.
En los últimos 15 años, el sector de las curtiembres perdió 8.000 puestos de trabajo. Mucho tuvo que ver el cierre de la industria del cuero de oveja y solo hay una empresa que trabaja con ese cuero, en San José, importándolo de Chile.
Zenda no es la única empresa del sector en problemas. La UOC está cerrando un acuerdo con la curtiembre París, luego de tres meses de negociaciones, para tratar de arreglar la situación de los 270 trabajadores de esta empresa en el paro. Por suerte, la sanducera Paycueros, que registró conflictividad el año pasado, actualmente está trabajando normalmente.
Al tiempo que se brindan todas las facilidades a UPM para que instale su segunda planta de celulosa, las firmas uruguayas luchan lo indecible para sostenerse en pie en un contexto de enlentecimiento de la economía y de un déficit fiscal que no para de subir pese al aumento de la carga impositiva, ya de por sí abultada y que termina pegando en el bolsillo de todos los ciudadanos.
El cierre de empresas tiene un costo social indudable y nos encontramos ante una seguidilla de compañías emblemáticas y de renombre que han dicho adiós. En el arranque de 2019 la multinacional Colgate Palmolive, con 70 años en el país, se marchó, al igual que Fleischmann, que llegó a Uruguay en 1946. Luego aparecieron los casos de Saman o el de Motociclo y, por supuesto, el de la Pili aquí en Paysandú.
“Hay un montón de cosas que están pasando en Uruguay y no se abordan. Si las empresas siguen con poca rentabilidad eso lleva al cierre. Es dura la situación de Uruguay, está caro para vivir y producir”, indicaron las cámaras empresariales a principios de mayo pasado. Y eso podría trasladarse también para los pequeños y medianos negocios: tanto en la ciudad como en todo el país, se están terminando muchos de estos negocios, tiendas de ropa, de comida, etc. Para muchos la situación es insostenible y eso repercute en toda la cadena social, en el consumo, en las familias.
En febrero pasado, el movimiento Un Solo Uruguay divulgó un informe titulado “Las medias verdades y el déficit según los números oficiales” –en base a datos del Banco de Previsión Social (BPS)–, en el que señalaban que entre 2008 y 2017 se perdieron 19.804 puestos de trabajo (cotizantes dependientes) en el sector rural, de donde provienen las principales riquezas del país. Esto significó una merma de 18,5%. A su vez, en una década, entre 2007 y 2017 cerraron 14.515 empresas (cotizantes patrones) en el mismo sector de actividad, lo que representó casi una quinta parte.
Ante este panorama no extraña el aumento del desempleo en Uruguay, por el cual el gobierno tampoco parece darse cuenta. O no quiere. La tasa de desempleo experimentó un salto en marzo de este año llegando a 9,5% para el total del país, cuando había sido de 8,4% en enero y febrero. Esto significó el máximo en 12 años, lo que se acentúa en el Interior con un 10,2%.
Según expresó el experto Nicolás Lussich, parte de la explicación puede darse porque los problemas de competitividad suelen expresarse primero en el Interior. “En Montevideo están más concentrados los servicios, mientras los problemas del turismo, el agro y la industria, se expresan con más fuerza en el resto del territorio”, señaló. “Un dato que preocupa es que de los 9,5 puntos de desempleo, 8 puntos corresponden a desempleados propiamente dichos, es decir, personas que tuvieron empleo, lo perdieron y ahora buscan retomar. Es un máximo de los últimos años”, ahondó.
Ahora, desde el instituto Uruguay XXI, se está organizando el primer Encuentro Iberoamericano de Convergencia Empresarial, que se celebrará en el país el 20 y 21 de este mes y que buscará mostrar que Uruguay es un buen destino para hacer negocios. El director de ese organismo, Antonio Carámbula, dijo con orgullo que nuestro país “es el único del Mercosur y de los pocos en la región que tiene grado inversor”. Situación que bien puede cambiar si el déficit fiscal no se detiene –cosa improbable en el corto plazo– y si no nos seguimos endeudando para pagar deuda, entre otras cosas. El Frente Amplio se embanderó con la distribución de la riqueza que a fin de cuentas ha sido un reparto de la pobreza. La tendencia es que las empresas seguirán cerrando. Una pésima señal y muy preocupante.