A un mes de la fuga y el “veremos qué pasa”

El mafioso italiano Rocco Morabito no aparece y el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, dijo –tras su comparecencia en el ámbito parlamentario– que analizará su renuncia, de acuerdo a la marcha de la investigación.
En realidad, el ministro es un “hombre de partido” y presentará su renuncia cuando el MPP se la pida, para dedicarse de lleno a la campaña electoral hacia las elecciones de octubre. No por otra cosa. De lo contrario, si fuese por los resultados de su gestión, hace tiempo ya no estaría sentado ante su escritorio de la sede de la calle Julio Herrera y Obes. Bonomi es un hombre clave en la 609, detrás de Mujica y Topolansky, por lo tanto, su continuidad al frente de la cartera será resuelta en Rincón del Cerro.
Mientras tanto, varias piezas que se movieron en torno al calabrés han caído con el paso de los días. Primero fueron recapturados los tres que se fugaron con él de la ex Cárcel Central y en distintas circunstancias. Después, un ciudadano ruso con preventiva por 90 días, por encubrimiento. Y finalmente, una pareja que vive en Lavalleja por brindarle refugio a dos de los prófugos. Pero no hay noticias de Morabito.
A un mes de la fuga, es interesante analizar en perspectiva la sucesión de hechos confusos que un director de cine, probablemente, no arriesgaría a poner en celuloide porque hasta el argumento resulta poco creíble.
Luego de pocas horas de consumarse la fuga, el Ministerio del Interior informaba en su página web y replicaba en sus redes sociales –Facebook y Twitter– los detalles del hecho. El comunicado, muy conciso, decía en forma textual: “Sobre la medianoche, cuatro personas con arresto administrativo que se encontraban alojados en el Centro de Ingreso, Diagnóstico y Derivación del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) fugaron por las azoteas del edificio mediante boquete y copamiento de una finca lindera a la que accedieron por una banderola y robaron dinero a su propietaria”.
Esa información oficial, que aún hoy lunes permanece en la red y puede leerse junto a las cuatro fotografías, fue negada por parte de Bonomi quien contradijo lo escrito por sus propios funcionarios, cuando compareció a comienzos de este mes, a la comisión de seguridad y convivencia de la Cámara de Senadores, a raíz de un llamado del nacionalista Javier García.
Cuestionado en la comisión por la tardanza de la policía en informar sobre la fuga, el ministro no tuvo mejor idea que tirarle –otra vez– el fardo a los medios de comunicación.
Según Bonomi, la prensa informaba los detalles del escape de los cuatro reclusos, “pero nosotros no sabemos si fue así. No podemos decir que se hayan fugado a las once y media de la noche, como dice la prensa”. “No lo podemos decir. Los detalles no se conocen. Se arma un relato para vehiculizar cosas sin saber exactamente qué fue lo que pasó. La hipótesis de que se fugó por una ventana es una hipótesis y la están tomando por cierta. Acá se toma por cierto lo que la prensa dibujó durante varios días y a partir de ahí se formularon otras cosas”. Claramente, no hace falta repetir el contenido del comunicado oficial emitido el 24 de junio.
El secretario de Estado respondió, además, que hay varios frentes de investigación abiertos, tales como Asuntos Internos, la Policía Nacional y Delitos Económicos. “La investigación fiscal abre distintas líneas. La que la prensa informa es una, pero no es la única”, dijo Bonomi cuando la prensa informaba en base a la información oficial de la cartera que dirige.
Pero como el ministro es duro de pelar, sostuvo hasta último momento que, si bien la responsabilidad suya es política, hay que ver “dónde está la responsabilidad concreta”. En todo caso, hay que reconocerle su gran manejo de una dialéctica a prueba de balas para confrontar argumentos y quitar el foco del centro del debate.
Y hasta el uso que hará de este caso, en tanto anunció que “según cómo funcione ésto”, estudiará la presentación de su renuncia, para matizar con una salida “apropiada” a una situación de vergüenza internacional porque el caso Morabito ocupó los grandes titulares de la región y motivó la reacción del vicepresidente italiano y Ministro del Interior, Matteo Salvini.
Después vino el cuento conocido de las cabezas que volaron, a raíz de las fugas. Presentó su dimisión el entonces director del INR, Alberto Gadea, el ministerio inició un sumario administrativo con retiro de salario a varios mandos medios, como la directora de la ex Cárcel Central, subdirectores operativos, jefes de servicios, resolvieron traslados de funcionarios de la cárcel, la Jefatura de Policía de Montevideo, la Guardia Republicana y hasta de quienes intervinieron en la casa de la vecina por donde se fugaron los delincuentes.
Enorme movida, pero la pieza principal sigue en pie.
Mientras en el Interior del país –donde se alojan presos mucho menos comprometidos– e incluso en el mundo entero, las cárceles son construidas en lugares alejados de los centros poblados para evitar y dificultar las posibilidades de una fuga; la ex Cárcel Central es un céntrico edificio, de mínima seguridad, con viviendas linderas y la accesibilidad a todos los servicios. Un argumento que no optarían por usar ni en las películas clase B, de bajo presupuesto.
Porque a pesar de que las autoridades argumentaron el rechazo a su traslado cuando las señales de fuga del italiano eran claras, el escape se produjo igual con presunta participación de funcionarios. Ese hecho, disparó la alertas sobre las condiciones de reclusión de Gerardo González Valencia, el miembro de “los Cuinis” o el cártel más rico del mundo, quien se encuentra en una dependencia de la Republicana.
Parece que recién ahora se dieron cuenta que hay mayores debilidades que fortalezas en la contención de estos narcos de alto vuelo. Y esto va mucho más allá de las presunciones de un hecho “doloso”, según la definición del ministro.