Fallecimiento de Oscar Tortorella enluta la poesía de Paysandú

Las triste noticia se conoció sobre el mediodía del martes 15: en la madrugada de ese día, dejó de existir el poeta y docente Oscar Tortorella. Había sido internado tras una fractura de fémur, y luego de ser sometido a dos operaciones, sufrió un accidente cardiovascular.
Autor de una prolífica obra poética, Tortorella había nacido en Paysandú el 2 de febrero de 1944. Comenzó a escribir a los 14 años, en francés, alentado por una profesora de la Alianza Francesa, Marta Moscarelli. Pronto comenzó a escribir también en español, bajo la guía de su profesor de literatura en el liceo, Saúl Pérez Gadea.
Desde 1969 ejerció la docencia en liceos de Paysandú y Dolores, en las cátedras de Francés y Física, habiendo obtenido la primera por Concurso de Oposición Libre en 1968. Entre 1973 y 1975 residió en Francia, becado por la Embajada de ese país. De regreso al Uruguay fue privado de su puesto por razones gremiales, y en octubre de 1976 volvió a partir rumbo a Francia para instalarse en la ciudad de Rouen, donde obtuvo la Licenciatura de Lengua Castellana en la Facultad de Letras. Continuó ejerciendo en esa y otras ciudades francesas hasta 1985, cuando volvió al país para retomar su actividad docente en Paysandú y otras ciudades del Interior. En los años siguientes volvería a Francia en numerosas oportunidades, para visitar a sus amigos y difundir su poesía.

Un vasto legado literario

En 1982, Ediciones de la Banda Oriental publicó su libro “La palabra – El exilado”. El personaje de la segunda parte, “un ser extraterrestre que había naufragado en el planeta Tierra, o en este universo temporal”, según sus propias palabras, marcaría su obra durante mucho tiempo. En años posteriores, quien hablaba en sus versos ya no era el exiliado sino “el brujo, el mago, el extraterrestre, el chamán, el que tiene hilos para comunicar. Ya no es aquel que está contra la humanidad, ahora es el que está para dialogar con ella. La palabra para mí es un acto mágico”, decía en un reportaje de 2000.
Otras ediciones suyas fueron “Poemagia” (2003), “Haillons de rêve” (2004, con poemas en francés, que se distribuyó en Francia), y algunos poemas en la antología “Versoñadores” (2008), de Sueñapalabra. También publicó numerosos textos en periódicos y revistas, y un libro de relatos cortos, seleccionados de una también vasta obra narrativa, titulado simplemente “Cuentos” (2016).
A esas ediciones hay que agregar un gran número de cuadernillos artesanales fotocopiados, a veces manuscritos, que se ofrecían en los propios locales donde se hacían las fotocopias o en sus recitales de poesía. Porque la principal forma a la que recurrió para difundir su obra fueron los recitales y veladas poéticas, que solía presentar en equipo con otras personas. Fue, en ese sentido, un luchador inclaudicable del arte. Fueron muchos los profesores, estudiantes, músicos y artistas plásticos que, convocados por Oscar, alguna vez participaron en estas experiencias de poesía oral, en espacios como la Alianza Francesa, la Casa de Cultura, el Café del Teatro o el Instituto de Formación Docente, entre otros, e incluso en ciudades vecinas como Salto o Colón.
Ya durante sus años en Francia había llevado adelante estas experiencias, que concebía como “lugares de magia, donde el otro se comunica. Para mí son ceremonias, liturgias”, decía. Hasta donde sabemos, su último recital fue en la Alianza Francesa, en junio de 2017, cuando ofreció un homenaje a quien fuera, junto a Paul Verlaine, su poeta favorito: Arthur Rimbaud.

Babelismo literario

Además del francés, Tortorella hablaba y escribía fluidamente en idiomas como el portugués, el italiano, el inglés o el árabe. Esto lo llevó a incursionar en un estilo que –junto a su amigo francés Christophe Dubois, profesor de español y también escritor–, dieron en llamar “Babelismo literario”.
En estos poemas solía pasar de una lengua a otra en el mismo poema, y hasta en el mismo verso, siempre tratando de buscar la musicalidad de las palabras como factor comunicante, decía en el reportaje antes citado. “¿Por qué? Porque ahí comunicamos, comulgamos. La música cura. Si escuchás un poema, no importa si entendés o no. Es la música de las palabras”.
La muerte del poeta dio lugar a muchos mensajes de condolencia en las redes sociales. Quienes fueron sus alumnos y/o compañeros artísticos lo recuerdan como “un ser muy especial”, “un poeta ‘de otro mundo’”, un genio atormentado que vivía en su propio universo, de personalidad un tanto excéntrica, a veces difícil, pero también de una ternura y un humor únicos. Y hubo también quienes eligieron despedirlo recurriendo a palabras del propio poeta, que aquí reproducimos: “Miro el cielo y se desborda el corazón/ y ya no pienso/ y mi espíritu cruza la malla de la red/ donde quedaron presas las últimas estrellas./ Soy libre/ ¿para qué comparar mi libertad con otras?/ Soy simplemente libre/ y simplemente soy”.
Eduardo Lemes