Escuelas y despoblación rural

Datos estadísticos indican que desde 2012 a la fecha, el Uruguay ha perdido más del 10 por ciento de sus escuelas rurales, al mismo tiempo que de las que aún están activas en el interior profundo, muchas tienen menos de 20 alumnos, hay de cinco y hasta de un alumno, lo que va de la mano con una realidad incontrastable: la despoblación rural que se manifiesta desde hace décadas y que a esta altura aparece como irreversible, como tendencia global, además.
Lamentablemente, estamos ante una interacción entre causa y efecto, por cuanto si bien la escuela refleja en su alumnado que hay menos familias radicadas en áreas rurales, a la vez se minimiza desde el punto de vista numérico el aporte a la educación y la cultura donde más se necesita, porque la escuelita en el medio del campo, a la que llegan niños a pie y a caballo, desde kilómetros de distancia, es a la vez un foco de difusión cultural, de apoyo social, de actividades conexas a los cursos de primaria propiamente dichos, y es lugar de encuentro para vecinos y fuerzas vivas de cada pago.
Datos aportados por Limber Santos, director del Departamento de Educación para el Medio Rural (DER) del CEIP indican que los cursos de Primaria se imparten en unos 1.100 centros educativos en el medio rural en el que estudian más de 25.000 niños y adolescentes en Uruguay.
Como antecedente a tener en cuenta tenemos que el 15 de mayo del año 1958 se aprobó la creación de una sección de Educación Rural, antecedente del actual DER, tratándose de una estructura que implica una red distribuida en todo el territorio nacional que es dinamizada a partir de las líneas de acción generadas desde el DER.
Ella comprende el Centro Agustín Ferreiro, los Centros de Pasantía (CER, Cecru, Ceimer), los 19 Centros de Apoyo Pedagógico Didáctico para Escuelas Rurales (Capder), los internados rurales y las escuelas rurales de todo el país, sumándose en 2019 un Centro de Pasantía que funciona en forma experimental en la localidad de Roldán, Lavalleja.
En cuanto a las líneas de acción de la educación para el medio rural, desde el DER se explica que se enmarcan en dos grandes concepciones: la pedagogía nacional vinculada a lo rural y la didáctica multigrado.
Desde el punto de vista del esquema educativo tenemos que los centros de educación primaria para el medio rural se han integrado en una red de centros educativos que las autoridades consideran poseen una identidad institucional, pedagógica y didáctica propia, que ha transitado por diversas coyunturas pero con el común denominador, sobre todo a partir de la segunda mitad del Siglo XX, de la pérdida sistemática de alumnado como reflejo de la despoblación que apuntábamos.
Ello se da además en un contexto en el que se ha acrecentado la importancia de la educación en el mundo moderno, y de ahí la proyección que tienen los centros educativos en el medio rural, que además de sufrir la crisis por la que pasa toda la educación se agrava por las dificultades propias de estar enclavados en el medio rural.
Así, con poco más de un millar de escuelas rurales y 25.000 alumnos, hay un promedio de 18 niños por escuela rural, y del total 590 escuelas tienen menos de 10 alumnos, 250 tienen hasta 5 niños y a 20 escuelas asisten un sólo alumno, con el agregado de que las estadísticas indican que cada año se pierden diez escuelas rurales por falta de alumnos. La matrícula se redujo a menos de la mitad en cuatro décadas y la tendencia sigue a la baja.
La demografía es pues factor clave en el menor alumnado y el cierre de escuelas, ya sea por la emigración del campo a la ciudad o a otras zonas rurales, teniendo en cuenta que las características del trabajo en el campo hacen que haya migración puntual en este medio, desde que la familias van trasladándose hacia donde surgen polos de desarrollo o enclaves donde hay demanda de trabajo. Incluso este corrimiento de población se está haciendo más notorio en el noreste y este del país, como es el caso de Rivera, Cerro Largo y Treinta y Tres.
Y aunque desde hace un siglo la matrícula estudiantil de las zonas rurales viene a la baja, recién en los últimos 50 años se cerraron escuelas porque, directamente, se iban quedando sin alumnos. En los últimos años, de hecho, el vaciamiento de las zonas rurales se ha acelerado. Según el censo de 2011, la población dispersa era de 175.613 habitantes. Quince años antes, en el censo de 1996, era de 291.686, un 40% más.
“Los datos demuestran que han crecido algunas localidades pequeñas, pero que la población rural dispersa (esa que vive literalmente en medio del campo) sigue decreciendo”, señaló el sociólogo Joaquín Cardeillac. Prueba de ello es que, “las explotaciones agrarias más pequeñas tienden a desaparecer”.
A su vez es poco frecuente que los adultos de una zona rural alejada envíen a sus hijos a una escuela urbana. Más bien se da a la inversa: niños de la ciudad que concurren a escuelas rurales, dijo El Director del Departamento de la Escuela Rural Santos. Y aunque los motivos son variados –como factores afectivos o que la escuela queda de camino al trabajo de los padres–, suele haber reconocimiento al modelo educativo de la escuela rural (multigrado y con indicadores por encima del promedio del país), evaluó.
Los movimientos migratorios a la interna del campo responden, por lo general, a razones laborales. Primaria insiste en que la zafra de un cultivo o una industria puede incrementar o hacer caer la cantidad de alumnos de una escuela de un año para otro.
Debe tenerse presente que la escuela rural, como factor integrador de la comunidad, se apoya en la tarea que encara el maestro, con la colaboración de comisiones de apoyo y la propia comunidad de la zona. Por regla general el funcionamiento de la escuela rural, la tarea docente y la asistencia del alumnado se dan en un contexto de caminos muchas veces intransitables y carencias de los pobladores del medio rural.
Nos encontramos con que en el contexto del país, casi la mitad de las escuelas son rurales, pero solo asiste menos de 18% del total de alumnos de toda la escuela pública. Si se tiene en cuenta la totalidad de escuelas públicas, y no se cuenta Montevideo, que no tiene escuelas rurales, las instituciones rurales son muchas más que las urbanas.
El panorama en las escuelas rurales es un reflejo y consecuencia de lo que ocurre en el interior profundo de nuestro país, donde es preciso contar con atractivos –sobre todo polos de desarrollo, generadores de fuentes de empleo y servicios– para que el poblador rural permanezca en su lugar de origen y sobre todo encuentre formas de satisfacer sus aspiraciones en materia de servicios, de empleo.
Y como en todos los órdenes del escenario socioeconómico, el desafío y la respuesta por excelencia a esta tendencia es promover la inversión que ofrezca oportunidades en el medio rural a miles de jóvenes y familias que emigran por falta de alternativas. Hasta ahora, a juicio de la realidad que estamos viviendo, este objetivo está lejos de alcanzarse.