Industrias en retroceso y sin expectativas

Los datos conocidos del último mes relevado acerca de la situación de la industria manufacturera en el Uruguay indican que ha seguido cayendo el nivel de actividad, consolidando la situación que se viene dando trimestre a trimestre en las estadísticas, lo que es un aspecto que hace no solo al corazón de la economía que crea puestos de calidad y desarrollo de tecnología, sino que refiere a una realidad socioeconómica que sufre las consecuencias de políticas y problemas estructurales que no han sido corregidos.
Y este factor es consecuencia sobre todo de altos costos y falta de estímulos para el funcionamiento de estos emprendimientos que son relación causa-efecto en los parámetros fundamentales de la economía, que se manifiestan a través del aumento del desempleo, estancamiento con principio de recesión y en términos generales, parte de las causas del déficit fiscal ante la menor recaudación para sostener los gastos exorbitantes del Estado.
Todos los indicadores vaticinan un magro desempeño de la economía uruguaya en el segundo trimestre del presente año, máxime cuando el contexto internacional y particularmente el regional, se ha vuelto muy incierto. Este panorama no puede ser modificado salvo en algunas expectativas moderadas por lo que pueda surgir como consecuencia de la instalación de la segunda planta de UPM, cuyo proceso de construcción implicará un impulso en la demanda interna, con derrames positivos en un amplio abanico de actividades, pero este derrame es ocasional, que necesita ser por lo menos sostenido con algún elemento adicional para que haga sentir sus efectos positivos en la economía hasta algo más allá de lo que dure la construcción de la planta.
De acuerdo a un análisis de los economistas Horacio Bafico y Gustavo Michelin, publicado en el País, y tal como indica la experiencia registrada en oportunidad de la instalación de las dos plantas anteriores, esta especie de círculo virtuoso al que estaría ingresando la economía uruguaya es transitorio y durará solo lo que demore la construcción de la planta y las obras de infraestructura anexas, caso del Ferrocarril Central. Al final de ese período y el impulso inicial de la mayor producción de celulosa, la economía volverá a sus carriles y enfrentará, salvo que se tomen medidas correctivas, las mismas dificultades que estuvo enfrentando hasta el día de hoy, que se ven reflejadas en un estancamiento y una incipiente recesión, señalan los economistas.
Recientemente, fueron divulgados los datos sobre el desempeño de la actividad industrial en el mes de junio, que indican un descenso del 10% del índice de volumen físico (IVF) respecto a igual mes del año anterior. “Como siempre decimos, ese dato hay que relativizarlo, ya que por un lado deriva de una encuesta y por consiguiente el dato mensual es muy volátil, por lo que preferimos analizar promedios trimestrales o anuales para suavizar la tendencia. Por otro lado, el dato total de la industria manufacturera incluye a la refinería, cuyo desempeño también es muy volátil, ya que cada tanto hay que cerrarla por temas de mantenimiento y reformas. Dada que en la ponderación del IVF la refinería es la rama que más pesa, los meses en que deja de producir o aquellos en que retoma su actividad generan saltos muy importantes, que distorsionan el análisis. Es por ello que la excluimos al analizar el comportamiento de la manufactura”, indican.
Igualmente, no todas las actividades tienen el mismo efecto en la economía y en el reciclaje de recursos y aportes fiscales, por cuanto si bien el sector manufacturero experimentó en los últimos años transformaciones importantes, en particular se ha tratado de la expansión de ciertas actividades de gran porte en zona franca. Se trata de la producción de celulosa y de concentrados para bebidas refrescantes. Ambas están concebidas para la exportación y se vieron atraídas, entre otras cosas, por los beneficios que otorga ese régimen. Son actividades especiales, cuyo nivel de actividad está regido por la demanda externa, pero precisamente a la hora de derramar recursos hacia adentro del país, los beneficios son mucho más acotados, según analizan los economistas.
Es cierto, han sido concebidos estos beneficios como un estímulo para las inversiones, pero a la vez los empresarios que están comprendidos solo en el régimen normal se quejan, y con razón, de que sus actividades están afectadas seriamente por el costo país, el que paga religiosamente todo aquel que acomete un emprendimiento privado dentro de fronteras sin régimen especial como el de las zonas francas.
Es así que el grueso de la industria manufacturera está instalado en territorio fiscal uruguayo, y este sector es el que verdaderamente enfrenta los problemas generales de la economía doméstica y el que más se ve afectado por la pérdida de competitividad.
Y así discriminados los datos, tenemos que la industria acumula dos años consecutivos de caída, por cuanto entre mediados de 2017 y la actualidad, el IVF manufacturero medido en años móviles, registró una contracción del 4,6%.
Esa caída se explica tanto por el comportamiento del núcleo como por el de las empresas instaladas en zona franca. Respecto a estas últimas, la disminución que se observa corresponde a la elaboración de concentrados para bebidas, sector en el que, desde comienzos de 2016 hasta mediados de 2018, la producción cayó 30%, recuperándose parcialmente un 14% desde entonces.
Por su parte, el comportamiento del núcleo es claramente a la baja desde 2018.
En cuanto a las industrias exportadoras, las ramas de base primaria se recuperaron en el último trimestre de la mano de la industria frigorífica, tras dos trimestres de caída, compensando así junto a los tops el mal desempeño del arroz y los lácteos.
En el caso de las ramas de base industrial, su caída se explica por las dificultades por las que atraviesa la región, el principal destino de sus colocaciones, en tanto en el caso de las ramas volcadas al mercado interno, acumulan ocho trimestres consecutivos de contracción.
El punto es que el desempeño de la industria es el resultado de las dificultades que arrastra el sector productivo en general, que se traducen en una pérdida de competitividad, con el Estado como convidado de piedra por sus pesadas cargas fiscales, con el costo de la energía e insumos medidos en dólares. El Estado además no afloja la presión, agobiado por los costos fijos que se instaló por el gobierno en los tres últimos períodos con época de bonanza por la coyuntura exterior, que deben financiarse ahora con una actividad mucho menor.
Ello explica que las expectativas de los empresarios no se hayan modificado y sigan siendo pesimistas respecto al mediano plazo, en tanto la quietud del gobierno –sin margen de maniobra debido a falta de recursos por el déficit fiscal de casi el 5 por ciento y actitud de prescindencia ante la cercanía de la elección– indica que este panorama no habrá de revertirse en el corto plazo.
Ergo, todo el peso de las medidas correctivas recaerá sobre el próximo gobierno, pero con un período de más de seis meses todavía de inacción en que los problemas se irán acentuando. Y cuanto más se demore, mayor será la magnitud de la carga a revertir, lo que indica que cada día que transcurre sin hacer algo al respecto, juega en contra.