Datos positivos, pero no en el Interior profundo

Es un dato aleccionante que Uruguay esté en el séptimo lugar en el mundo en cantidad de médicos por habitantes, según la última publicación del Informe Anual de Estadísticas Sanitarias 2019 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), porque así presentadas las cifras, en forma global, se tiene la pauta de que la cobertura sanitaria del país en gran medida responde a las necesidades de la población, aún con restricciones en materia de acceso, de acuerdo a la situación socioeconómica.
Los datos del organismo, sin embargo, dan cuenta de que el Uruguay cuenta con una baja tasa de enfermeros en base a lo recomendado, que es de la misma cantidad de médicos por cada mil habitantes.
Según este informe, que comprende un total de 194 países, Uruguay tiene 5,05 médicos cada 1.000 habitantes, lo que lo sitúa en el séptimo lugar mundial, a la vez que un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indica que se cuenta con casi dos enfermeros cada 1.000 habitantes, que es una cifra lejana de lo que se plantea como ideal.
En cuanto al panorama global, la OMS refiere que la lista de médicos por habitantes está encabezada por Cuba, que tiene una densidad de 8,19 médicos por cada 1.000 habitantes, siguiéndole Mónaco con 6,56, San Marino con 6,15, Suecia 5,4 y Austria con 5,14 médicos cada 1.000 habitantes.
A su vez, en lo que respecta a disponibilidad de enfermeros, Estados Unidos ocupa el primer lugar con 11,14 licenciados o auxiliares cada mil habitantes, le sigue Canadá con 10,64 y Cuba con 8,13 que tienen la mayor proporción de todo el continente americano. Chile es el mejor posicionado de América del Sur con 2,2, seguido de Uruguay con 1,89 (de cuyo total un 20% son licenciadas y un 80% auxiliares), Paraguay 1,46, Brasil con 0,71 y Bolivia con 0,51 enfermeros cada mil habitantes.
El informe refiere asimismo entre sus consideraciones, que en la mayoría de los países, la concentración de profesionales en áreas urbanas y en los servicios de atención terciaria de salud resultan en una fragilidad en la atención primaria a la salud como policlínicas en la Red de Atención Primaria o RAP y puede estar relacionada con la mala distribución de la fuerza de trabajo y la migración de los recursos humanos en salud que afectan, sobre todo, a las regiones más pobres y remotas.
Mal de muchos consuelo de tontos, dice el refrán, y precisamente al Uruguay le cae el sayo en estos datos que dan la pauta de que si bien los números tomados globalmente reflejan un escenario ampliamente positivo en esta área en el comparativo mundial, la realidad indica que la distribución geográfica condiciona severamente el acceso a los servicios de salud y en este caso concreto, a la disponibilidad de médicos cercanos.
En concreto, en nuestro país, como en tantas otras áreas, la mejor situación de acceso corresponde a quienes residen en la capital y en la zona metropolitana, así como en departamentos del sur, en tanto la relación decrece sustancialmente a medida que nos alejamos de Montevideo hacia el norte, con datos que se deterioran ostensiblemente para quienes viven al norte del río Negro.
Precisamente en gremiales médicas del Interior desde hace tiempo se pone énfasis en trabajar como incentivo la creación, formación y mantenimiento de la transformación de las instituciones en centros docentes, vinculados a la Escuela de Graduados de la Universidad de la República, entre otros ingredientes de una problemática muy compleja y cuyo común denominador o consecuencia más manifiesta es la menor disponibilidad de médicos y personal técnico en el Interior como un problema crónico del Uruguay.
Esta deficiencia es notoria, y no solo se manifiesta en el área de la medicina sino que tiene que ver con la actividad profesional prácticamente en la totalidad de las áreas, porque responde a las asimetrías que presenta el Uruguay en atractivos, oportunidades y necesidades, así como en las respuestas a las expectativas de quienes se vuelcan a determinadas carreras profesionales.
Así, el país se divide claramente en dos grandes áreas, que son la del norte del río Negro, con una notoria discriminación negativa respecto al sur en cuanto a la radicación y disponibilidad de médicos y dentro del propio sur, la prevalencia del área metropolitana como el foco de captación de profesionales, cualquiera sea el origen del estudiante, porque el punto crucial en esta problemática radica en que gran parte del estudiantado del Interior que estudia y se recibe en Montevideo opta por radicarse en la capital, donde tiene más oportunidades y considera es el mejor horizonte de formación profesional ya desde el inicio de su actividad.
Se han realizado estudios al respecto que permiten ubicarnos en la realidad, incluso desde la propia Universidad de la República, como es el caso de una investigación cualitativa sobre facilitadores y obstáculos socioculturales para la radicación de médicos en el interior del país, organizada por la Unidad de Sociología de la Salud (Departamento de Medicina Preventiva y Social de la Facultad de Medicina).
Este análisis, que fue presentado hace un tiempo por reputados sociólogos, revela entre otros aspectos que solo 24% de los médicos vive en el interior del país, donde reside 60% de la población. El estudio apuntó a conocer los obstáculos o facilitadores para que profesionales de especialidades médicas básicas (Medicina General, Medicina Familiar y Comunitaria, Ginecología y Pediatría) se radiquen en el interior del país.
Surge que el primer gran obstáculo para que la distribución de médicos en el territorio sea equitativa es la falta de formación académica adecuada en el interior del país. Cerca de 56% de los estudiantes de primer año de Medicina provienen del interior del país, pero es claro que al terminar los estudios, un buen número no regresa a su lugar de origen, pese que con los cursos en la Regional Norte se ha tendido a mitigar este factor negativo.
El centralismo académico comprende también otros niveles, como la formación médica continua y las especializaciones. Los consultados sostuvieron que si bien hay posgrados y residencias médicas asignadas al interior del país, el número de cupos es reducido, y no hay disponibilidad para formarse en todas las especializaciones. A su vez, los médicos del Interior expresaron que la formación de posgrados no contempla –por su carga horaria, organización curricular y modalidades pedagógicas– las particularidades de quienes residen en el Interior, de modo que puedan compatibilizar el estudio con las jornadas laborales y su residencia en el interior.
Por su parte, los médicos de Montevideo tienen la percepción de que la radicación en el Interior los lleva a “aislarse intelectual y profesionalmente”.
Y si este panorama poco auspicioso refiere al Interior como un todo, tenemos todavía como el mayor perjudicado al interior rural y el Uruguay profundo, donde el déficit es de gran magnitud, tanto en médicos como en personal técnico, infraestructura y disponibilidad de servicios.
En los últimos años se han llevado adelante acciones que tienden a contemplar en alguna medida esta discriminación que es de carácter estructural, pero lo que se ha intentado hasta ahora apenas ha arañado la cáscara del problema, con paliativos de una incidencia menor ante la vastedad y complejidad del déficit en los rincones olvidados y postergados del Uruguay, para los que las respuestas siguen pendientes.