Hablando a “todo el mundo”

Es una peligrosa costumbre que la fuerza política en el gobierno desde hace tres períodos y con mayoría parlamentaria, emita mensajes a la población en plena campaña electoral como si fuese oposición. Es la enésima vez que lo hace y ya se vuelve temeraria.
En una entrevista con radio Carve, el director de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, Gustavo Leal, argumentó que hubiera presentado su renuncia al cargo si el mafioso italiano Rocco Morabito se hubiera fugado de la Cárcel Central, mientras él estuviera al frente de la cartera de Interior. Leal, sociólogo de profesión, argumentó que configura “un hecho muy grave, que implica corrupción”.
El asesor en los asuntos de seguridad del candidato Daniel Martínez apuntó a “responsabilidades clarísimas” porque “es obvio que hubo corrupción y tuvo ayuda de personas que tenían algún tipo de responsabilidad en el manejo de esa cárcel”. Ya no resulta fácil escuchar a un jerarca de un ministerio tan cuestionado, sin preguntarse si dice lo que el oyente quiere escuchar o si verdaderamente está convencido de lo que habla. Porque, ciertamente, no es lo mismo una cosa que la otra.
Si habla desde el punto de vista de la “obviedad”, entonces se transforma en una charla de vecinos abrumados por la inseguridad en un barrio cualquiera. Pero si sabe lo que dice como jerarca –que lo es–, entonces deberá aportar el conocimiento y las pruebas necesarias para remover a los corruptos y encontrar a un poderoso mafioso que salió por la puerta y caminando en pleno centro montevideano sin que nadie lo viera.
No debemos olvidarnos de aquella máxima que sostenía que “si es de izquierda no es corrupto y si es corrupto, no es de izquierda”. O cuando Tabaré Vázquez dijo en un acto de homenaje a la fundación del Frente Amplio, en 2003, que “en el FA somos muy amplios, pero no tenemos lugar para los corruptos, y si alguno se nos cuela, apenas lo descubrimos marcha para fuera. Así de simple”.
Pero –y así confirman los hechos y no las palabras– no ha sido tan simple. Porque el mafioso italiano sigue sin aparecer y nadie aportó pruebas de supuestos hechos corruptos. Al menos hasta ahora.
Leal anunció que, en caso de asumir, se reunirá con los ministros del Interior que tuvo el país desde 1985 para “tender puentes” porque “a la sociedad en temas de seguridad, nos falta escucharnos”, opinó. Es que en medio de una febril campaña electoral, es dificultoso escuchar las propuestas de otros, sin la tentación del menosprecio. Y eso es lo que ocurre hasta ahora, porque la institucionalidad en pleno –como nunca antes se vio– está al servicio del gobierno y de organizaciones sociales compañeras ante una iniciativa como la reforma constitucional que se plebiscitará en las próximas elecciones.
Son organismos del Estado y centros educativos que llevan adelante una “contracampaña”, pisoteando la laicidad y el pensamiento crítico. Y lo hacen en connivencia con el gobierno que mira para otro lado y lo permite.
Por eso es que los puentes están dinamitados hace rato. Mucho antes que Leal bajara un cambio, reconociera el problema de la inseguridad y se mostrara conciliador, algo que, claramente, no ha sido la cara de este gobierno. Porque primero y antes que nada, confrontaron desde la institucionalidad con cualquiera que pensara distinto.
Estar en “lugares complicados”, como dice Leal, no es el pasaje al conocimiento de “cómo trabaja la Policía”. Porque la Policía tiene limitaciones en su accionar y, además, hoy no existe una zona que pueda definirse como “complicada” porque el delito se fue corriendo. Y no solamente de barrio, sino al Interior donde ya no sorprende la violencia ejercida en las rapiñas.
Mientras esto ocurre en la administración de su fuerza política y no en una de oposición, el ministro Eduardo Bonomi cumplirá diez años al frente del ministerio, a pesar de reconocer que en al menos tres ocasiones presentó su renuncia a Vázquez. En todas recibió el respaldo del mandatario, incluso la última vez, tras la fuga de Morabito.
A estas alturas, la razón para tanto respaldo es –parafraseando al ex Primer Ministro inglés Winston Churchill– un acertijo, envuelto en un enigma dentro de un misterio. De lo contrario, tendríamos que creer que el mandatario lo sostiene para evitar presiones internas de un sector tan poderoso como el MPP.
En realidad, el crimen organizado y el narcotráfico ya habían tomado la delantera en el continente, mucho antes que el gobierno uruguayo se diera cuenta, y empezara a actuar contra la delincuencia en distintos operativos con resultados dispares y polémicos, para después difundirlos como si fueran exitosos.
Lo cierto es que Bonomi se va y, aún si ganara el Frente Amplio, es poco probable que tenga un lugar en el gabinete de Martínez. Por si acaso, ya analizó el perfil del asesor presidencial: “Leal ha trabajado muy bien en su función. Además, comunica muy bien”. Pero lo dice justo ahora, cuando su subordinado se desmarca del accionar ministerial, con un discurso transformado justo a tiempo. Pero justo al tiempo electoral.
Supo leer el reclamo popular y salir a cuestionar, por ejemplo, las políticas sociales de su fuerza política que dan asistencia a los criminales que desalojan a punta de pistola a las familias de sus casas. “Es muy fácil repartir, pero en algún momento hay que cortar el chorro y creo que llegó ese momento”, dijo en varias entrevistas en abril pasado.
Allí radica la diferencia con Bonomi. El secretario de Estado sabe que la estrategia del Frente Amplio no debe ser la de hablarle “a todo el mundo” porque las palabras de Leal generaron inconformidad en votantes de izquierda convencidos e integrantes del gobierno.
Por eso después, y para matizar, propuso un plan que comprende a 25 zonas donde residen 80.000 personas para llevar una infraestructura global que requiere de una inversión de 50 millones de dólares por año o 250 millones en el quinquenio. Aquí, en este punto, conviene recordar que el plan denominado “Siete Zonas” no pudo implementarse a cabalidad porque no alcanzó la plata. Y eso pasó en esta misma gestión.
Si bien fue una buena iniciativa con participación de múltiples organismos, después terminó librado a las decisiones que tomara cada ministerio. Ocurre que, en el imaginario colectivo, quedan los operativos de ingreso a Casavalle y probablemente pocos recuerdos de aquel plan que fue un intento librado a los esfuerzos aislados, por falta de recursos.
Leal es un asesor que hoy le habla a “todo el mundo”. Es la forma elegida últimamente para comunicar, adoptada, incluso, por la fuerza política en el gobierno.