Llegó nuevamente el Día, ¡a las urnas!

“El futuro del pueblo no está escrito, porque solo puede escribirlo el pueblo”, dijo Adolfo Suárez (Presidente del gobierno español entre 1976 y 1981) durante la presentación del Proyecto de Ley de Reforma Política en noviembre de 1976.
Palabras que hoy cobran especial trascendencia, en un día en que el pueblo uruguayo retorna a las urnas y vuelve a demostrar su cultura cívica que mucho trabajo costó, desde los tiempos en que el poder se defendía a lanza y cuchillo hasta el voto universal masculino secreto desde 1916 o la incorporación del voto femenino universal secreto desde 1938 (con el antecedente primero en América del plebiscito de Cerro Chato en 1927).
Ha pasado el tiempo de los eslóganes, de las promesas, de las acusaciones, de las defensas de gestión, de los bombardeos ideológicos. Hoy es el día –otro de esos días mágicos– en que con respeto, con responsabilidad y sabiendo que más allá de las visiones diferentes de gobierno que podamos tener, lo importante será que las mayorías volverán a expresarse, a reafirmar los valores políticos que nos unen tan fuertemente como cuando juega la celeste.
La democracia presupone la celebración de elecciones periódicas mediante el sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, todas condiciones esenciales para que podamos ser realmente una nación democrática. Esta es nuestra gran jornada cívica en la cual deberemos decidir quién será el sucesor de Tabaré Vázquez, médico y político, de 79 años de edad. Hay once candidatos a sustituirlo, aunque aparentemente no todos tienen a priori el respaldo de esas necesarias mayorías. Pero participan todos, los con mayores posibilidades al lado de los con menos posibilidades.
Además, se votará si cambiar (o no) algunos puntos claves de la actual Constitución promovidos por la reforma denominada “Vivir sin Miedo” que busca, entre otros asuntos, habilitar la posibilidad de crear una unidad integrada por militares para atacar la delincuencia en las calles, permitir los allanamientos nocturnos con la debida orden de un juez –al igual que como ocurre actualmente, pero sólo en horas diurnas–, así como negar la libertad anticipada a prisioneros culpables de algunos delitos graves o muy graves y la pena de reclusión permanente aunque revisable.
Obviamente, la democracia no se agota en el voto, pero de él se nutre y se transforma entonces en su acto político esencial. Bastante más mirado como un deber que como derecho en un país donde es obligatorio, resulta nuestra firma en el sistema democrático, el menos imperfecto de las formas de gobierno, donde transferimos la acción de gobernar a nuestros elegidos.
Curiosamente, el Río de la Plata concurre hoy a las urnas, aunque claro está como dos diferentes naciones. Argentina también busca elegir hoy presidente y vicepresidente (o se irá a segunda vuelta), así como renovar parcialmente el Parlamento.
La situación socio-económica en ambas naciones es francamente diferente, entre la turbulencia argentina (y muy elevados grados de corrupción aun cuando sus principales acusados pueden volver a ser hoy electos) y nuestra democracia de partidos fuertes que respetan las divisiones entre izquierda, centro y derecha e interpretan a la sociedad, o mejor expresado a su electorado. Aun cuando hay una fuerte presión fiscal, a cambio se reciben servicios de salud razonables, jubilaciones modestas y un marco de estabilidad nada despreciable.
En 2014, en Hong Kong una multitud encabezada por jóvenes le exigía infructuosamente al gobierno de Pekín libertad para elegir a sus autoridades. En estas semanas la paz social que se quebró en Chile –parangón de la estabilidad en Sudamérica– parece repetir lo ocurrido hace cinco años al otro lado del mundo, en vísperas de que los ilustrados como valientes volvamos a dirimir nuestras diferencias y reafirmar nuestras coincidencias en las urnas. No nos convierte en mejores, reafirma un concepto de democracia y especialmente de convivencia. La misma que se aprecia en los circuitos electorales cuando delegados de diferentes partidos comparten un mate o la hora del almuerzo. No dejan de lado sus convicciones, pero saben que hay no solo un día siguiente, sino una vida por delante en la que se deberá interactuar sin enterrar ideas partidarias o ideológicas. Pero la cotidianeidad, el trabajo y el bien común de la comunidad unirán muy por encima de circunstanciales diferencias. Las mismas que separan en cada clásico entre Nacional y Peñarol, pero que culminan cuando los jugadores caminan de regreso al vestuario.
También es cierto que el ejercicio del voto secreto establece un escudo si los gobernantes seleccionados no corresponden a las expectativas. Porque un individual no vale mucho. Es la sumatoria de votos lo que hace la diferencia. Es la tribu la que debe sentir la necesidad urgente de movilizarse a favor del nosotros y en contraposición a los otros.
Todo eso constituye, en luces, sombras y penumbras la democracia. Hoy será un día en la que el pueblo tomará las calles, se reunirá en los circuitos electorales, pondrá en las urnas ese voto individual que solo cobrará valor en la suma de iguales voluntades y retornará tranquilamente a sus hogares a disfrutar de un almuerzo familiar, en la tranquila como tensa espera del resultado del voto mayoritario.
El resultado no cambiará nuestra cultura ni moverá las raíces del ser uruguayo. Seguiremos juntos (aunque no revueltos) trabajando y esforzándonos desde nuestro lugar en busca de nuestro beneficio personal que redundará en el familiar, comunitario y nacional.
Y seguiremos especialmente respetando la voluntad de las mayorías. Corresponderá a quienes sean elegidos honrar el voto de todos, de quienes los llevaron a espacios de gobierno y los que no, porque corresponden al acto democrático. Por eso mismo el general francés de la Revolución y el imperio Joseph Antoine René Jouber dijo con sapiencia: “Como la dicha de un pueblo depende de ser bien gobernado, la elección de sus gobernantes pide una reflexión profunda”.
Hoy es día en que la frase de nuestro Himno Nacional cobra especial relevancia: “Es el voto que el alma pronuncia”. Votemos con libertad, con decisión, con ilusión. Votemos pensando en el país que hoy deseamos y en el que en años por venir esperamos establecer.
Uruguay es una fiesta, desde las principales urbes a los más apartados rincones menos poblados. Hoy es el día del sentido colectivo de responsabilidad. ¡A las urnas!