Tenemos un plan

Por primera vez Uruguay cuenta con un Plan Nacional Ambiental. No es algo menor en un contexto en el que los temas ambientales están cada día más presentes en la agenda mediática, política y ciudadana. También puede considerarse un gran paso si tenemos en cuenta que hace 25 o 30 años estos temas apenas eran mencionados y, por otro lado, no es menos cierto que si esto ocurre es porque también han habido pasos atrás: hemos empezado a hablar y ocuparnos de los temas ambientales por la sencilla razón que los problemas ambientales cada vez más se relacionan con la calidad de vida de la gente, sus modos de subsistencia y la economía del país.
En este contexto, el Plan Ambiental se propone como un instrumento estratégico y adaptativo, que identifica los principales desafíos que tiene el país en materia ambiental para orientar las políticas y acciones en los próximos años. Aborda temas referidos a la calidad de vida de la población, la protección de los ecosistemas, suelos y biodiversidad, así como aspectos relacionados al cambio climático, calidad del aire, disponibilidad y calidad del agua, entre otros.
El documento final, fruto de un largo trabajo de técnicos de organismos del Estado, científicos y la sociedad civil fue presentado por las autoridades nacionales a principios de este mes, tratándose de un plan que pretende sentar las bases para una política de Estado en temas ambientales.
Carlos Colacce, secretario nacional de Ambiente, Agua y Cambio Climático explicó que se trata de “un plan para el desarrollo sostenible con metas claras para el año 2030 pero basado en lo que ahora se está trabajando, ya está implementado y en ejecución”. Agregó que se están definiendo quiénes serán los organismos responsables para completarlo y que habrá un sistema de seguimiento y actualización a cargo del Sistema Nacional y el Ministerio de Medio Ambiente.
Por su parte la ministra Eneida de León recordó que la concreción del plan es fruto de un largo proceso que llevó un trabajo de unos cuatro años, el cual fue “una experiencia clave que enriqueció y fortaleció la política pública ambiental y la institucionalidad vinculada”.
“El proceso generado ha sido un enorme aporte para una gestión ambiental amplia, integrada y sistémica, como lo exige el desafío de la sostenibilidad del desarrollo, de la degradación de ecosistemas vitales y la respuesta al cambio climático”, dijo.
Agregó que el carácter abierto de su preparación –que aseguró la participación social a través de los aportes locales recogidos en los diálogos territoriales en todo el país– otorgan la oportunidad de canalizar amplios esfuerzos hacia la acción y la potencialidad de ser base para una política de Estado que trascienda la actual administración.
El Plan genera una continuidad de un proceso de planificación ambiental estratégica, desarrollado en los últimos años, que tiene como otros puntos fuertes a la Política Nacional Energética, el Plan Nacional de Aguas y la Política de Cambio Climático, que se asocian con la Estrategia Nacional de Desarrollo 2050.
En este sentido, el subsecretario del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Jorge Rucks, dijo que “los temas complejos requieren de planificación estratégica” y que que el referido plan es una política ambiental explícita que suma esa visión y que fortalece una estrategia de transversalidad de la temática ambiental en las políticas estatales, a la vez que consolida la articulación de los esfuerzos de gestión en temas ambientales de las instituciones.
El plan consta de cuatro grandes objetivos en un horizonte de trabajo fechado hacia el 2030. Ellos son generar un compromiso país que garantice la protección del ambiente y el acceso equitativo a los bienes y servicios ambientales para las generaciones actuales y futuras, con énfasis en la población más vulnerable; generar una relación con el ambiente basada en el respeto por la naturaleza, que conserve la biodiversidad y asegure la resiliencia de los sistemas ambientales; promover activamente el desarrollo de modelos y prácticas de producción y consumo ambientalmente sostenibles e incorporar la dimensión ambiental en las actividades socioeconómicas actuales y futuras y, por último, fortalecer, consolidar y articular las capacidades institucionales y de la ciudadanía para la gestión y protección de los sistemas ambientales.
Por cada objetivo presenta un conjunto de metas, así como resultados intermedios que plantean los logros a abordar en el corto o mediano plazo, y serán evaluados a los tres años de la aprobación del instrumento.
Como reconoce el documento, vivimos un momento histórico crítico, ya que las actividades humanas están poniendo en peligro la vida como la conocemos. Nuestro país no es ajeno a esa realidad y la verdad es que de una forma u otra el deterioro ambiental afecta a toda la población en múltiples y a veces imperceptibles aspectos de su cotidianeidad, influyendo en su calidad de vida, en especial de los sectores más vulnerables.
La huella ambiental que dejamos en nuestro espacio cotidiano y global ha alterado el funcionamiento del planeta y sus formas de vida a una velocidad sin antecedentes. Nuestras prácticas diarias de producción y consumo son el origen del problema que deteriora los ecosistemas y el patrimonio natural, incidiendo directamente en toda la población. Aunque paulatinamente parece que nos hemos ido acostumbrando a vivir en esas circunstancias, el impacto cada vez más condiciona el desarrollo futuro.
En los últimos años Uruguay ha fortalecido sus capacidades de gestión ambiental, con la profundización del marco regulatorio y de control a través de instrumentos como la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) y los Instrumentos de Ordenamiento Territorial (IOT) y la promoción de prácticas de menor impacto ambiental. A su vez se han incorporado planes de acción de cuencas para preservar fuentes de agua, nuevos marcos normativos e institucionales para la gestión territorial y conservación de fauna y biodiversidad y otros como la transformación de la matriz energética hacia energías renovables constituyen cambios alentadores.
Sin embargo, es necesario profundizar las acciones ya que para lograr un desarrollo verdaderamente sostenible hacen falta cambios en las actividades sociales y económicas, que involucran desde aspectos tecnológicos y de conocimiento hasta cambios estructurales más profundos.
Un Plan Ambiental, como cualquier otro tipo de plan, muestra su efectividad en la cancha. En hechos y en su posibilidad de trascender el papel concretándose en acciones que en el día a día corrijan rumbos y establezcan andamios hacia los objetivos propuestos que, en forma acertada en este caso, se han acordado en forma interinstitucional y colectiva con participación social.