En su día universal para cada niño, cada derecho

Faltan apenas cinco días para que Uruguay elija a su próximo Presidente de la República. Claramente la campaña electoral ocupa buena parte del quehacer diario. Unos por uno, otros por otro. En la esencia de la democracia, los ciudadanos libremente eligen a quien creen mejor conducirá los destinos del país en el próximo quinquenio.
Aun quedan algunas discusiones del clásico del fútbol uruguayo y siempre hay otros temas que refuerzan el interés de la sociedad.
Pero entre medio de todo eso, hoy –20 de noviembre– se celebra también el Día Universal del Niño. La fecha fue determinada por la ONU al aprobar la Declaración de los Derechos del Niño en 1959. Esa declaración, que no tenía legalmente carácter vinculante, no era suficiente para proteger los derechos de la infancia. Tras diez años de negociaciones con gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, oenegés, y otras instituciones, se logró acordar el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1989, cuyo cumplimiento es obligatorio para todos los países que la han firmado, incluyendo a Uruguay.
A nivel mundial, la infancia ha experimentado un enorme progreso: las tasas de supervivencia infantil han mejorado, millones de niños han salido de la pobreza y muchos hoy van a la escuela en áreas donde antes era imposible. Sin embargo, demasiado a menudo, los más vulnerables se quedan rezagados. La pobreza, los conflictos, la desigualdad y la discriminación siguen despojando de sus derechos a millones de niños.
De acuerdo a datos 2018 del Índice de Capital Humano del Banco Mundial, Uruguay se encuentra en el lugar 68 entre 157 países.
En este contexto, el informe de la institución posicionó a Uruguay en el puesto 68 del ranking, mostrando su mayor debilidad en la permanencia de los jóvenes dentro del sistema educativo. Esto implica que en el país cada niño que nace, cuando crezca será el 60% de lo productivo que podría haber sido en caso de tener una educación completa y una salud plena. El mayor problema que continúa teniendo Uruguay es el abandono en el sistema educativo, que en la actualidad presenta la más alta deserción de toda América Latina.
No obstante, el mayor problema de la infancia en Uruguay es cómo muchos padres o familiares aun ejercen la disciplina desde la violencia, lo que tiene un alta prevalencia. La violencia contra niños y adolescentes, sea en sus manifestaciones más evidentes –como la violencia física– o en las más sutiles –como la violencia psicológica–, parece indicar que el fenómeno no es aún percibido socialmente como un tema de preocupación.
La violencia física ocasional no es identificada como una conducta que debe modificarse. “Un chirlo no le viene mal a nadie”; “mi padre me daba con el cinto y salí una persona de bien” y frases por el estilo hasta parecen justificar esos actos violentos.
Pero, al mismo tiempo, se percibe que como adultos hemos mejorado respecto a la forma en que nos disciplinaban nuestros padres. Ya no se usa “tanto” la violencia física como una herramienta cotidiana de disciplina. Empero, hay otra violencia que se usa en perjuicio de muchos niños y adolescentes, la psicológica, de alta prevalencia como método de disciplina. Gritos e insultos parecen a los ojos de los padres que es una manera de disciplina. Pero es violencia.
No solo por la violencia que de manera directa sufren niños y adolescentes sino también porque –de manera significativa– son testigos cotidianos de la violencia en sus hogares y que sin embargo no son lo suficientemente visibilizados, ni en las estadísticas ni en las políticas públicas.
Las políticas no parecen contemplar integralmente la posibilidad de que en un mismo núcleo familiar exista una situación de violencia hacia la mujer y maltrato infantil, ni toman suficientemente en cuenta que ante una situación de violencia de género los hijos también son víctimas. La legislación y las políticas públicas de respuesta a la violencia de género deben adoptar también un enfoque de derechos de infancia.
En momentos en que los femicidios parecen convertidos en epidemia, no es de consideración pública que la violencia también afecta directamente a niños y adolescentes por homicidio doloso.
En el informe Panorama de la Violencia Hacia la Infancia, de Unicef, se subraya que la violencia intrafamiliar es el segundo motivo de los homicidios dolosos de niños y adolescentes uruguayos. Casi uno de cada tres niños víctimas de homicidio entre 2012 y 2016 murió por este motivo.
Ante esta realidad que muchas veces no llega a los titulares de prensa, conviene recordar que entre las recomendaciones de las Naciones Unidas destaca la necesidad de dar prioridad a la prevención, porque solo así se podrá asegurar el respeto al niño y su familia, su dignidad, su privacidad y sus necesidades de desarrollo.
Asimismo los gobiernos deben asegurar que en toda iniciativa de prevención relacionada con la familia exista un foco en la situación y los riesgos de niños.
Es necesario que se reconozca que los niños suelen ser víctimas de la violencia doméstica y que es imprescindible garantizar su atención. Es necesario asegurar la protección de sus madres y la extensión de servicios de atención de niños en los centros de acogida para las mujeres. La comunidad y el Estado deben desarrollar programas apropiados para brindar asistencia a los niños que necesitan reponerse tanto de la violencia y los abusos que han sufrido como de los que han presenciado.
Es fácil decirlo y de hecho es algo que frecuentemente se escucha. Los niños son el futuro de la sociedad. Es cierto, casi algo de Perogrullo, crecerán y cuando adultos tendrán a su cargo llevar adelante la sociedad humana. Los niños de hoy son los científicos, políticos, médicos y profesores de mañana. Los hijos de hoy heredarán todo lo que la humanidad ha logrado desde el principio de su existencia, tanto las buenas y honorables acciones como las crueles guerras y los terribles fracasos. Son los niños de hoy los encargados de proteger a los en el futuro débiles y vulnerables de este mundo, y de tomar las decisiones más difíciles para hacerlo.
Ha pasado mucho de aquel 1954 en que la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció como objetivos animar a los niños de todas las razas, credos y religiones a pasar tiempo juntos, conociéndose unos a otros y apreciando las diferencias de cada uno, e instar a los gobiernos de todo el mundo a prestar más atención al bienestar de sus ciudadanos más jóvenes.
Y 30 años desde la Convención de los Derechos del Niño que avanzaron bastante en el ideario de derechos humanos para todos los niños. En Uruguay la violencia intrafamiliar es un problema concreto. En otros países el énfasis está en la erradicación de la pobreza infantil, en suprimir el matrimonio precoz y aumentar el número de niños escolarizados.
Como sostiene la Unicef, “Para cada niño, cada derecho”. Hoy, en su día, y siempre. Porque lo que hoy somos como adultos es consecuencia de los cuidados que recibimos en la infancia.