Imperativo: Reducir los costos para crear empleos

Recientemente la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU) festejó sus 121 años de existencia de forma “austera”, como forma de dar a conocer y de alguna manera sensibilizar a la población y sobre todo a quienes tienen y tendrán poder de decisión sobre el “momento crítico” que atraviesa el sector, según expresó el presidente de la gremial, Gabriel Murara.
Al hacer referencia a esta conmemoración, el presidente de la gremial expuso en su discurso los principales desafíos que enfrenta la industria y adelantó que se prevé “un nuevo deterioro” de los niveles de producción al cabo del año, de acuerdo a los índices que se vienen registrando.
Al respecto Murara mencionó que el Índice de Volumen Físico (que mide la evolución de la producción industrial) caerá un 2,5% al cierre de 2019, reflejando el hecho de que sin considerar la actividad de la refinería de Ancap y de las zonas francas –como UPM y Montes del Plata–, la industria atraviesa un escenario recesivo desde el 2014, con niveles de actividad similares a 2008.
El presidente de la CIU mencionó que una de las señales negativas es que la potencialidad productiva del sector presenta una elevada capacidad ociosa, dado que la utilización de los equipos instalados ronda el 62%, siendo un “guarismo históricamente bajo” y menor a los de Argentina y Brasil.
Otro elemento que pesa en este análisis acerca del escenario del sector tiene que ver con el empleo, que es un elemento contundente si lo analizamos en proyección histórica: la industria ha sido un proveedor de numerosos empleos, sobre todo calificados y bien pagos –bien lo sabemos en Paysandú– y sistemáticamente desde hace años sigue cayendo la ocupación en el sector, sin que hayan podido ser sustituidos por puestos de similar calidad y número.
Asimismo, en relación al empleo, Murara manifestó que el personal ocupado por la industria es aproximadamente 24% menor a los niveles máximos del período 2007-2011, y que en lo que va del 2019, la tendencia se sigue profundizando, con una baja en torno al 5%.
Observó en este sentido que “junto a la construcción, la industria es el sector que más puestos de trabajo destruyó en los últimos años, con unos 22.500 cotizantes menos en el Banco de Previsión Social”, completando así un diagnóstico que lamentablemente salta a la vista en nuestro medio, donde el cierre de emprendimientos, pequeños, medianos y grandes, es un azote que genera desempleo y cese de actividad, lo que a la vez es determinante para que merme el reciclaje de recursos en el tramado socioeconómico.
Hay explicaciones para este escenario que no solo está situado en estos términos, sino que se sigue agravando, porque siguen vigentes y en algunos casos se han acentuado, los factores que inciden para este persistente descenso.
Así, entre los factores que explican el “crítico” momento de la industria, el presidente de la gremial mencionó la baja rentabilidad debido al aumento de los costos salariales por encima de las posibilidades de las empresas, el atraso cambiario que encareció el costo en dólares de la mano de obra y abarató la importación de tecnología; y las relaciones laborales que “siguen siendo muy conflictivas” dado que presentan “un diseño institucional que no favorece el empleo y desalienta la contratación”.
Evaluó asimismo que “mirando el futuro, si cambian las condiciones del contexto, no tengan duda de que nuestro sector reaccionará, porque estamos en condiciones de aumentar la producción y crear más empleo rápidamente”.
Los datos igualmente indican una porfiada realidad, más allá de las expectativas y deseos, y como un síntoma claro de lo que ocurre con la economía uruguaya, si se mira a la interna del dato del Producto Bruto Interno (PBI) puede verse que los sectores en contracción son los que emplean más mano de obra: industria, comercio y construcción.
Los problemas que muestra el mercado de trabajo se reflejan en la pérdida de unos 45.000 puestos desde 2014 y un descenso en la demanda laboral. Según informaron desde las gremiales sectoriales, la industria actualmente emplea unas 150.000 personas, la construcción unas 44.000 y el comercio (contabilizando hotelería y gastronomía) en el orden del millón, pero en persistente declive.
Según un gráfico que difundió la gremial de la construcción, el sector mostró contracción en 17 de los últimos 18 trimestres, y desde el primer trimestre de 2013 no muestra un crecimiento de volumen considerable, mientras que en el caso del comercio, acumula cuatro períodos en baja y el presidente de la gremial sectorial, Julio César Lestido, dijo a El País que la retracción se explica por el menor consumo de los hogares, asociado al estancamiento económico, los problemas en la región y “las subas abruptas que tuvo el dólar”.
Dentro del comercio uno de los sectores más golpeados es el turismo. Hoy la actividad nuclea unos 55.000 empleos directos, registro que en temporada sube, pero se perciben perspectivas que no son buenas de cara al verano, en especial por el encarecimiento de Uruguay como destino para los argentinos, según señaló el presidente de la Cámara de Turismo, Juan Martínez. Agregó que aumentaron un 40% los envíos al seguro de paro en el último tiempo, vinculado a “meses complicados” en la hotelería.
En este diagnóstico igualmente existe un común denominador en términos generales, más allá de particularidades lógicas, que indica que el Uruguay es un país caro en dólares a la hora de competir en el exterior, pero también hacia lo interno, con empresas en el límite de rentabilidad, cuando la tienen, y que ello repercute en el empleo y en las expectativas de inversión, con un Estado que demanda gran cantidad de recursos para sostenerse, que provienen naturalmente de los sectores productivos, y ello ha generado este encierro de altos costos y baja rentabilidad, pese a la bonanza que nos vino desde el exterior durante más de una década.
Se requiere un baño de realidad, aprender de los errores, buscar instrumentos para abatir estos costos en forma gradual, reconocer donde estamos parados, cualquiera sea el gobierno que surja de las urnas, pero en todos los casos reconociendo que no es tarea fácil revisar y revertir costos que en muchos casos están consolidados y atados con los impuestos para sostener al Estado, como la energía eléctrica, los combustibles, en el marco de una arquitectura interrelacionada que ha generado esta pirámide que condiciona todo el desenvolvimiento de la economía.