Los desafíos para el nuevo gobierno

El escenario internacional ha cambiado sustancialmente en los últimos años respecto a las favorables condiciones que se dieron desde principios del milenio hasta 2014, aproximadamente, las que no aprovecharon los gobiernos de izquierda para destinar recursos que permitieran financiar los cambios estructurales para evitar los desequilibrios que condicionan el desenvolvimiento económico de nuestro país.
Es decir que el nuevo gobierno que asuma el 1º de marzo de 2020 estará muy condicionado por una serie de factores. El más importante es sin dudas el déficit fiscal del 5 por ciento que heredará de la gestión de los tres gobiernos del Frente Amplio, necesidades sociales insatisfechas y una falta de competitividad manifiesta, que no puede compensarse simplemente con una devaluación que afectaría de entrada a los sectores más desposeídos, y a la vez impulsaría la inflación que se devoraría luego esa competitividad.
Siempre es mejor aterrizar en la realidad, que indica que no hay soluciones mágicas y mucho menos que se puedan lograr de un día para otro. Es oportuno traer a colación al respecto reflexiones del economista Enrique Iglesias, expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y excanciller de la República, quien expresó al diario El País que, en lo que respecta al sistema político uruguayo, “hay en todas las fuerzas políticas y en la opinión pública una sensibilidad por la estabilidad de precios, la apertura externa por el excesivo endeudamiento o la flexibilidad cambiaria que no tuvimos en los años 60 o 70, que bien recuerdo y que tanto costaron social y económicamente”.
Aseguró que “quedaron atrás las políticas de decidir el tipo de cambio por decretos del gobierno y se comenzó a apreciar la llegada de inversiones externas al amparo del grado de inversión que nos destaca dentro de la región”, en tanto evaluó que el creciente enfrentamiento entre Estados Unidos y China son un signo de que se abandona el multilateralismo en las relaciones internacionales “y rija la ley del más fuerte, el enfrentamiento entre las dos grandes potencias”.
Evaluó que eso es muy visible en el comercio mundial, que este año crecerá solo el 1,2 por ciento, en camino a pasar a indicadores negativos.
Por lo tanto, a su juicio “hay que luchar por sostener relaciones comerciales abiertas que nos permitan seguir creciendo y apoyando el crecimiento mundial, así como dinamizar las relaciones intrarregionales en las que siempre hemos soñado, con poco resultado lamentablemente”, en tanto el panorama regional no da para ser optimista.
Asimismo, para Iglesias “esto se inserta en un mundo enfrentado políticamente y enfriándose económicamente” a la vez que los problemas individuales de cada país y su difícil solución alimentan la desconfianza en las relaciones internacionales y se pierde esta confianza, que “es un tema que lo vemos en todo el mundo y en todas las instancias políticas o económicas”.
Y en nuestro país, a partir de la contienda electoral y el cambio de gobierno, del signo que sea, el desafío se presenta en que habrá necesidad de acuerdos interpartidarios en cualquier hipótesis, desde que el Frente Amplio no cuenta con mayorías propias y la coalición de partidos generará mayorías solo a partir de acuerdos que se traduzcan en respaldos parlamentarios.
Es decir que queda atrás la práctica que se ha dado en los quince años de gobierno de la izquierda, cuando esta coalición de gobierno se ponía de acuerdo en lo interno y llevaba las leyes ya “cocinadas” para ser sancionadas por sus mayorías propias en el Parlamento. Ahora habrá negociaciones previas interpartidarias, gobierne quien gobierne, y por lo tanto incluso los programas de gobierno que cada partido llevó en su propuesta electoral quedarán rebajados y condicionados por lo que impulsan a su vez los otros integrantes del acuerdo a cambio de dotar al nuevo gobierno de mayorías parlamentarias, sea tanto encabezado por Daniel Martínez como por Luis Lacalle Pou.
Es imprescindible por lo tanto conciliar posiciones para instrumentar políticas que permitan abordar con mayores posibilidades de éxito sobre todo los grandes temas del país, que incluyen entre otros proporcionar estabilidad, equilibrar las cuentas fiscales en forma progresiva, una reforma gradual de la educación y recuperar competitividad, demás de combatir la inseguridad. En todos los casos se manifiesta una problemática de muchas puntas de cara a revertir un proceso de deterioro que se ha acentuado en los últimos años, con aumento del desempleo, enfriamiento de la economía y altos costos para producir bienes y servicios, que nos restan posibilidades en el comparativo internacional para competir.
Frente a este desafío, sea Martínez o Lacalle el próximo presidente, deberá acordar en el Parlamento para poder aprobar leyes, de forma de contar con mayorías parlamentarias, porque de lo contrario resultaría imposible gobernar, y el país se encontraría en un tembladeral institucional por falta de madurez del sistema político.
Este es precisamente el punto: a la hora de gobernar, desde el 1º de marzo de 2020, no hay forma de salir adelante si no se elevan las miras, tanto del gobierno como de la oposición, pero también con el aporte positivo de gremios, organizaciones sociales y los denominados colectivos.