Los siniestros de tránsito son prevenibles

El Día Mundial de Víctimas de Siniestros de Tránsito que se conmemora hoy por disposición de las Naciones Unidas en todo el mundo se basa en el pilar 3 del “Plan Mundial para el Decenio de Acción para la Seguridad Vial” que es ni más ni menos que “vehículos más seguros”
A pesar de los esfuerzos mundiales por conseguirlo, el tipo de movilidad vial actual conlleva un número alarmante de muertes, lesiones y enfermedades graves cada año, tanto como consecuencia inmediata de accidentes de tránsito como por contaminación del aire.
En Uruguay, y concretamente en Paysandú, el museo sobre ruedas que se aprecia –más allá que se percibe al mismo tiempo una renovación de la flota vehicular– deja en evidencia los peligros diarios a los que nos exponemos ante automóviles o motos sin frenos, luces, motores deficientes, escapes destrozados, ruedas usadas mucho más allá del tiempo aconsejable que pasan como si tal cosa frente a nosotros.
Las autoridades han planificado una y otra vez las instalaciones inspectivas que aseguren el buen estado de todo vehículo autorizado a transitar. Es una de las medidas simples y concretas que pueden implementarse como medida efectiva y posible con el objetivo de reducir la cantidad de siniestros de tránsito y consecuentemente no solo bajar la cantidad de víctimas, también la cantidad de familias destrozadas por la pérdida irreparable de familiares cercanos.
Este año, incluso en un panorama que indica que se ha reducido la cantidad de siniestros fatales, ha fallecido una persona por día. Decenas quedaron heridas, algunas de gravedad. Hombres, mujeres y niños que se dirigen a pie, en bicicleta o en coche a la escuela o al trabajo, que juegan en la calle o emprenden viajes largos nunca volverán a casa, y dejarán tras de sí familias y comunidades destrozadas. Los esfuerzos actualmente desplegados para promover la seguridad vial son insignificantes al lado de ese sufrimiento humano creciente.
No hay dudas ni reparos a los esfuerzos constantes de la Unasev generando políticas, legislación y capacitación en diversos niveles que tienen como objetivo reducir la cantidad de siniestros de tránsito y obviamente de víctimas.
Como complemento, pensar en las estrategias que llevan adelante países desarrollados puede permitir trazar un objetivo, al menos a largo plazo, de hacia dónde hay que ir en esta materia para reducir las estadísticas de siniestralidad.
Está –por ejemplo– el caso de Suecia que aprobó en 1997 el programa Visión Cero, que se concentró en mejorar la infraestructura, la ingeniería vehicular y la educación. Redujo los límites de velocidad en áreas urbanas, estableció zonas específicas para peatones, instaló barreras que separan los autos de las bicicletas y eliminó las calles de doble mano.
En cambio no endurecieron las penas ni las multas, ya que el plan no considera que normas más gravosas generen una mejora profunda en la seguridad vial. Las políticas de seguridad vial se desarrollaron en Suecia sobre la base de las estadísticas oficiales; los números constituyeron el puntapié inicial para una transformación de raíz.
En Suecia hay tres muertos por cada 100.000 habitantes, un número realmente muy bajo si se lo compara con el resto de la Unión Europea, que tiene 5,5, o con los Estados Unidos, con 11,4. Ni que hablar si se lo compara con Uruguay, de 15,1.Quizás por eso ni siquiera es necesario mirar tan lejos, y podríamos empezar por ejemplo por fiscalizar que los motociclistas utilicen el chaleco reflectivo obligatorio, que en Paysandú sólo usa un 4%, cuando la mayor parte de los fallecidos son precisamente personas que viajaban en moto.
Curiosamente en Uruguay –de modo general– se considera al siniestro de tránsito un hecho fortuito, un accidente. No se tiene percepción del riesgo y por eso se atribuye la posibilidad de un siniestro al azar, la mala suerte o el destino.
Pero también es cierto que hay una tendencia general a no cumplir –cada vez que lo apreciamos posible– con la Ordenanza de Tránsito vigente o el respeto por la señalización. Una señal de “Pare”, por poner un ejemplo, dormita mansamente sin que prácticamente nadie la respete. De hecho, pocos saben que ese indicador establece la obligatoriedad de detener completamente la marcha del vehículo, y que por lo tanto las ruedas dejen de rodar al menos por un instante, así no venga nadie por la otra arteria. La mayoría cuando mucho se reduce la velocidad, por si por la vía contraria se acerca otro vehículo.
Es que muchos conductores ni siquiera conocen el reglamento vial, así que terminan tomando el camino sencillo: imitar lo que hacen los demás.
Es cierto que varias intendencias, entre ellas la de Paysandú, tienen Escuelitas de Tránsito con las cuales recorren escuelas y liceos brindando información básica. Pero en cambio no hay una ley que exija la educación en seguridad vial en los centros primarios y secundarios. Por el contrario países avanzados como Alemania y Estados Unidos, entre otros, garantizan la formación en esta materia en las escuelas y son conscientes de la importancia que tiene educar en seguridad vial desde la primera infancia.
Aquí no; hacemos marchas, concentraciones para compartir el dolor ante la irreparable pérdida, campañas de concientización, controles viales, pero no se apunta a la raíz del asunto.
Nada de eso está mal, pero deben establecerse otros programas que quizás no se basen en expresiones públicas y las autoridades nacionales tanto como departamentales deben considerar los principales problemas y avanzar en soluciones.
El ejemplo de Suecia es bueno, pero no el único. Hay que luchar contra los “males uruguayos”, entre los que se pueden contar el exceso de velocidad, conducir después de consumir alcohol o drogas, utilizar el teléfono celular mientras se maneja. Es la percepción de los conductores de motos de que tienen menos restricciones porque su vehículo es más ligero y más maniobrable y, por tanto, creen que las normas de circulación deben ser más flexibles con ellos. Desgraciadamente, el nivel de siniestralidad de las motos es más elevado que el de otros tipos de vehículos, pero muchos conductores de motocicletas cargan la responsabilidad sobre los coches o sobre las infraestructuras. Los de bicicletas van por el mismo camino con todavía más peligro porque sin importar edad ni estatus educativo o social prácticamente nadie respeta el sistema de semáforos.
Hoy el Día Mundial de Víctimas de Siniestros de Tránsito ciertamente llenará muchos ojos de lágrimas, recordando aquellos familiares tan queridos que ya no están. Hay que ir por más, por mejorar el estado de las calles de la ciudad tanto como sea posible, por reforzar la firme voluntad política de concertar y sostener programas de prevención y de apoyo a los conductores desde la misma niñez. La seguridad vial no es accidental, los choques y los traumatismos en la vía pública son prevenibles.