Siempre es posible mejorar, a pesar del Estado que tenemos

Al cabo de quince años de gobierno del Frente Amplio, en los que ha contado con mayorías parlamentarias, no se ha avanzado prácticamente nada en la que fuera anunciada en su momento como la “madre de todas las reformas” del Estado en el primer gobierno del Dr. Tabaré Vázquez, y nada hace pensar que por mejores intenciones que se tenga, en el gobierno del Dr. Luis Lacalle Pou, que lo sucederá el 1º de marzo, pueda abordarse por la coalición de partidos este tema, cuando hay grupos de presión que siguen escudándose en el status quo para seguir medrando con más de lo mismo en la diversidad de las áreas del Estado.
Como es sabido, durante la primera administración del gobierno de la coalición de izquierdas, aquel ímpetu de reforma se fue diluyendo hasta quedar en la nada, es decir, solo en los anuncios, porque al decir del expresidente José Mujica, “no se la llevaron” los mayores aliados del Frente Amplio en el gobierno, los sindicatos y grupos radicales basados en ideologías de izquierda sesentistas, que lejos de acompañar el avance que por lo menos insinuó Vázquez, siempre trataron de ir hacia un Estado omnipresente que concentra todo el poder y rige vida y obra de los ciudadanos, incluyendo las libertades más elementales si se les permitía.
Tampoco “le llevaron” a Vázquez en el siguiente gobierno una anunciada reforma del “ADN” de la educación, y lejos de ello, aquellos dirigentes y formadores elegidos para llevar adelante este proceso, debieron renunciar en la primera de cambio porque también en el statu quo regido por los gremios de la educación no dejó hacer ningún cambio, alertados de que, en todo caso, podrían ser evaluados y por lo tanto condicionarse la afectación de recursos a los resultados que se obtuvieran.
Y los resultados están a la vista: serios problemas en el ámbito educativo, en formación, en la preparación de niños y jóvenes para los desafíos del futuro en el área del trabajo, de la actividad profesional, y consecuentemente, en un sistemático decaimiento de la calidad educativa, al punto que siempre se están demorando los informes del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), porque no son del agrado de las autoridades.
El punto, además, es que el próximo gobierno asimismo sufrirá trabas de todo tipo impulsadas desde las organizaciones de docentes y estudiantes que se oponen sistemáticamente a todo cambio que de alguna manera pueda rozar sus intereses laborales, actividad, perfil ideológico y ámbito de confort en la educación, porque de esto además, sobran antecedentes.
Es que si no han dejado hacer siquiera al propio gobierno de izquierda, del que son en su mayoría compañeros de ruta, mucho menos puede pensarse que lo harán con un gobierno que está en otra sintonía, catalogado de “neoliberal”, por decir lo menos, en tanto que la excandidata a la vicepresidencia por el Frente Amplio, Graciela Villar, lo ponía como una lucha entre “oligarquía o pueblo”.
Una perspectiva de lo que cabe esperar o de la forma de trabajo en que es posible y necesario actuar por lo menos en minirreformas del Estado o de la concepción del manejo de los organismos estatales, lo pauta el Ec. Conrado Ramos, director del Departamento de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales, cuando en entrevista con El Observador reconoció que “dentro de lo público tienes que articular valores de derecho público, de democracia, políticos, sociales y económicos”, y evaluó que si bien “los sindicatos han hecho bien en estar atentos que no permeara solo la óptica privada, otra cosa es con ese argumento mantenerse en el status quo, que es donde yo creo Uruguay peca mucho, dado que se ha vuelto muy refractario para introducir cosas del
mercado al sector público”.
A la vez refiere a un aspecto crucial que incide directamente en la gestión del Estado, y es precisamente la elección de los jerarcas en las respectivas áreas, que por regla general responden a la confianza política y la ideología, incluso antes que a la formación e idoneidad. La incorporación de cuotas políticas, como hizo el expresidente Vázquez en su primer gobierno, en que distribuyó los ministerios entre los cabeza de sector dentro de la coalición de izquierdas, no asegura precisamente calidad de gestión ni capacidad de dirigir.
Ello tampoco lo asegura a partir del 1º de marzo, porque el futuro presidente Luis Lacalle Pou ha distribuido gran parte de los ministerios entre los partidos que lo han apoyado en el balotaje, y por lo tanto en gran medida les ha trasladado la responsabilidad de elegir supuestamente a los más capaces e idóneos a las dirigencias de los respectivos partidos socios del futuro gobierno.
Como tampoco es valedero hacer caudal del reparto por cuota de género, como tanto les importa a quienes centran todo el tema en esa supuesta igualdad, cuando de lo que se trata es de que haya capacidad y eficacia en la gestión, y da lo mismo que sean todas mujeres, todos varones, la mitad o el porcentaje que sea.
Una pista del escenario que tradicionalmente ha primado en esta problemática la da el propio Cr. Ramos al evaluar en esta entrevista que las falencias que suelen darse tienen que ver con “temas de competencia y capacitación. Si pones a dirigir en las principales áreas del Estado a gente que su principal mérito es ser militante, ¿por qué va a tener buena gestión?
Aunque lo hemos estudiado y en general los partidos políticos uruguayos no ponen a gente completamente ignorante sobre su cartera, tampoco ponen a los mejores. Se elige entre el pool de gente de confianza que se tiene. No lo quiero plantear como una antítesis entre política y gestión, sino que debería haber una mejor combinación, para que en algunos ámbitos predomine lo político con componentes de gestión. Y otros directamente despolitizarlos, como la Corporación Nacional de Desarrollo (CND), el IMPO, el LATU, las direcciones de los hospitales, las cárceles”.
Es decir, que en los hechos de lo que se trata en este aspecto es de más o menos seguir tirando con la mejor intención, al fin de cuentas, con el Estado que tenemos y una gestión que deja que desear, en un ámbito estatal en que no hay estímulos para superarse y sí para no hacer olas. Tampoco para innovar buscando la excelencia, porque incluso si hubiera esta mejor voluntad desde las cabezas, hay de por medio una burocracia paralizante, y no hay locomotora que pueda arrastrar un tren en el que los vagones están sobrecargados y frenados, o peor aún, tiran para atrás.
Para ser optimistas, podríamos decir que siempre hay espacio para mejorar la gestión, y que si se llevan adelante políticas de estímulo para la actividad privada, para la inversión, para la apertura comercial, para incentivar a los emprendedores, es posible obtener buenos resultados, a pesar del Estado que tenemos. Lo que no es poco decir, por cierto.