Urgencia climática, pero demora en respuestas

No hubo festejos de la comunidad científica internacional ni de los grupos que promueven respuestas efectivas ante el deterioro de las condiciones ambientales en nuestro planeta, desde que la Cumbre del Clima (COP25) de Madrid terminó este mes con sabor “agridulce”, por decir lo menos, si tenemos en cuenta que se quedó muy lejos de una resolución que permitiera alcanzar un acuerdo de bases mínimas frente a la urgencia climática, como consideran gran parte de los expertos.
Es así que dos intensas semanas de negociaciones, con una prórroga récord adicional de 42 horas, no permitieron igualmente participar a los casi 200 países presentes en esta conferencia de la ONU en Madrid detrás de una posición fuerte, contrastando con el entusiasmo multilateralista con el que se suscribió el Acuerdo de París en 2015, sobre lo que naturalmente en su momento se mostraron reservas.
Los comentarios respecto a este pobre desenlace no se han hecho esperar: por ejemplo, tenemos que la comunidad internacional “perdió una oportunidad importante” de estar a la altura de la urgencia climática, según lamentó el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien se mostró “decepcionado” por el resultado.
Ello se basa en que expertos elevaron al máximo la alerta en cuanto a los peligros climáticos a los que se enfrenta el planeta, con la subida del nivel del mar y la multiplicación de fenómenos extremos como canículas, sequías e inundaciones.
Al ritmo actual de emisiones, la temperatura mundial se elevará 4 o 5 ºC a finales de siglo, mientras que la “seguridad climática” solo se logrará limitando el aumento a menos de 2 ºC e idealmente a 1,5 ºC, subrayaron. En tanto, la mediática joven Greta Thunberg trasladó en esta cumbre de la COP25 el reclamo de millones de jóvenes que se han movilizado en todo el mundo detrás de esta causa y advirtió a los gobiernos que no bajarán los brazos.
En este encuentro y a último momento, se logró un consenso para pedir un aumento en 2020 de las metas nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Hacerlo es indispensable para albergar posibilidades de limitar el calentamiento a 1,5 ºC, advierten integrantes de la comunidad científica.
Las señales previas no eran alentadoras, de todos modos, si tenemos en cuenta que grandes países emisores como China e India se habían resistido a comprometerse a ello, e incluso Estados Unidos fue más a fondo todavía, al haber anunciado su retirada del Acuerdo de París, en tanto solo la Unión Europea había dado un paso al frente al aprobar alcanzar la neutralidad carbono en 2050.
La ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, al comentar lo ocurrido en la cumbre de Madrid, sentenció que se formaron dos grupos: “Quien quiere ir más deprisa y quien quiere escudarse en lo que hasta ahora ha sido insuficiente, para (así) no seguir avanzando”. Ocurre que la regulación de los mercados de carbono, el último capítulo que permanecía abierto del Acuerdo de París y que ya no pudo resolverse en la COP24 por la oposición de Brasil, quedó nuevamente aplazado, entendiéndose que estos mercados son un importante sistema de intercambio de emisiones entre países y empresas diseñado para rebajarlas.
Otros apuntes: el resultado en Madrid refleja una “resistencia” a avanzar. “Si esta situación no cambia” antes de la COP26 a finales de 2020 en Glasgow (Escocia), la meta de limitación de calentamiento “resultará casi imposible”, dijo Alden Meyer, un veterano observador. Está el antecedente inmediato de que en 2019, las emisiones de gases de efecto invernadero siguieron aumentando. Lo que habría que hacer según la ONU es reducirlas un 7,6% anual entre 2020 y 2030 para lograr la meta de +1,5 ºC.
Por su lado las organizaciones ecologistas lamentaron la “gran brecha” entre las demandas de la sociedad y la “inacción” demostrada por los gobiernos en las negociaciones de la cumbre del clima de Madrid con una declaración final que “no ha estado a la altura de la urgencia”.
Representantes de numerosos movimientos sociales presentes en el plenario manifestaron también su “decepción” con el texto adoptado, que en su opinión, sigue sin abordar la justicia social y sin tener en cuenta su voz en las decisiones. Cada una de las tres últimas décadas ha sido más caliente que las anteriores con una subida “probable” de la temperatura de 0,85 grados de 1880 a 2012, según datos del quinto informe del IPCC presentado en Copenhague (Dinamarca) en noviembre de 2014. Según la declaración de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicada en 2019, el año 2018 registró la cuarta temperatura media mundial más elevada desde que existen datos.
El Acuerdo de París se aprobó en 2015 y entrará en vigencia en 2020. Tiene como objetivo intentar limitar el aumento de la temperatura por debajo de 2 grados en 2100, y preferentemente, hasta un máximo de 1,5 grados. Pero los países no se ponen de acuerdo en regular las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero.
La contaminación atmosférica causa unos 7 millones de muertes anuales en todo el mundo, según datos de sociedades médico-científicas y de la Organización Mundial de la Salud. La OMS estima que 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado.
Además, el cambio climático puede afectar al acceso al agua potable. Más de mil millones de personas carecen de agua y se espera que su número se duplique para el año 2025 debido al aumento de sequías. Por cada grado que se eleve la temperatura, disminuirá un 20% la cantidad de lluvias.
En consecuencia, la producción agraria también podría sufrir estragos, con África y América Latina como los continentes más afectados.
El cambio climático también alterará a los ecosistemas. Si la temperatura media sube un grado, algunos hábitats “únicos” corren peligro, como los arrecifes de coral y el Ártico, según el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).
Asimismo, el nivel medio del mar es uno de los mejores indicadores. Aunque según el informe de la OMM el nivel del mar se ha mantenido relativamente estable en los últimos años, entre 1901 y 2010 subió 19 centímetros.
Este decálogo de calamidades posibles –en algún caso los científicos pueden tener un grado de exageración en su afán de sensibilizar a gobernantes y a la opinión pública para que ejerza presión– es sin embargo lo suficientemente grave como para pasar sin medias tintas, a la asunción de responsabilidades por los principales contaminantes y que se actúe en consecuencia.
Es que a este paso, en menos años de lo que podría pensarse, ya no podrá haber marcha atrás ante las consecuencias traumáticas y la irreversibilidad del deterioro, y de nada valdrá buscar chivos expiatorios, cuando todos estamos en el mismo barco.