Caros hacia adentro y hacia afuera

Es pertinente formular algunas reflexiones o compartir razonamientos a partir de datos que surgen ocasionalmente para establecer comparativos entre regiones o países, los que nos permite hacer una composición de lugar, en el mejor de los casos, sobre la realidad en la que estamos situados, desde que no somos una isla.
Por lo tanto en tren de comparaciones, todo lo que surge tiene que ver con nuestra inserción en el mundo, fundamentalmente para un país del tamaño de nuestra economía, precisamente.
Tenemos así que en las últimas horas se conocieron detalles del ranking mundial de las ciudades más caras del mundo, en el que se da cuenta que Montevideo es la ciudad más cara de la región, y le siguen en el subcontinente otras como San Pablo, Santiago de Chile, y Guayaquil. Entre las primeras diez ciudades hay cuatro brasileñas y dos ecuatorianas, en tanto las ciudades más baratas son Caracas, Cali, Medellín, Asunción del Paraguay y Bogotá.
De acuerdo a la base de datos Numbeo, en Montevideo el mayor porcentaje de gastos se destina a la alimentación, seguido por el alquiler, los restaurantes y el transporte, para continuar en escala descendente con los servicios mensuales, los deportes y el ocio, y cerrar con la compra de ropa y zapatos.
En Montevideo, por ejemplo, los precios de los restaurantes están 92 por ciento por encima de Bogotá, mientras que el poder adquisitivo es 40 por ciento mayor que el de la capital colombiana. La ciudad más cara del mundo es Zurich y en el ranking le siguen otras cuatro ciudades suizas.
Bueno, podría decirse que el hecho de que Montevideo sea la ciudad más cara del Cono Sur latinoamericano sería un problema de los montevideanos, pero en realidad la capital uruguaya es una muestra del nivel de precios comparativos de todo el país en la región, e incluso si tomamos algunos precios en el Interior, nos encontraremos que son más caros que en la capital, pese a una creencia generalizada en contrario, y ni que decir que se cobra muchas veces el transporte hacia el Interior de mercadería que se produce fuera de Montevideo, en otros departamentos, y que luego se redistribuye a todo el país.
Igualmente, este no es el punto central, porque no estamos analizando datos absolutos, sino que todo es relativo, al fin de cuentas, salvo a la hora de traducir los valores a dólares en el concierto internacional para vender y comprar. Ahí se nota cuando un país es realmente caro, porque se ponen en juego los costos internos, la relación cambiaria, la eficiencia y la productividad para colocar en destino el producto final o la materia prima.
No cuesta poco inferir que con los precios más altos de la región, el país tiene escasas posibilidades de competir con los países que venden la misma materia prima o productos semiterminados, y mucho menos si como es el caso de Uruguay, no tiene una compensación a través de aranceles preferenciales por tratados de libre comercio o acuerdos similares, como sí tienen muchos de nuestros competidores.
Con salarios y tarifas altas en dólares, al igual que la energía, con una pesada tributación, e insumos en niveles similares, a lo que se agrega una productividad que está muy lejos de acercarse a lo que se requiere en el mundo moderno, es claro que no aprobamos el examen de competitividad. Peor aún, tenemos las piezas acomodadas en este rompecabezas de costos de tal forma que es muy difícil, si no imposible, modificar algunos de los elementos sin afectar otros factores de primer orden y eventualmente empeorar las cosas, por lo menos en el primer empujón, con la expectativa de ir adecuando el resto a nuestras posibilidades.
Ello se debe al escaso, por no decir casi nulo, margen de maniobra que tendrá el futuro gobierno, mientras el actual sigue en piloto automático y peor aún, se decide a hacer cosas y dejar papeles firmados para que esos proyectos los aborden las nuevas autoridades y a la vez los financien, sin siquiera consultar sobre lo que es posible y lo que no se está de acuerdo, para no tener que revisar todo de nuevo y perder tiempo en reconsideraciones y análisis adicionales en la difícil tarea que sobrevendrá.
Volviendo al punto inicial, tenemos que el hecho de que Montevideo sea la ciudad más cara de la región es un símbolo que pinta el eje de la cuestión, porque abaratar el país no será cosa fácil si no se empieza por el gran culpable de este escenario, que es precisamente lo que el Estado le cuesta a los uruguayos.
Somos caros porque todos debemos volcar compulsivamente gran parte de nuestros ingresos al Estado, desde empresarios a trabajadores, y lejos de facilitar las cosas para los inversores, su ineficiencia y sus altos costos impiden hasta reducir en una mínima parte el déficit fiscal de más del 5 por ciento del PBI.
Es decir que como en un hogar, se sigue gastando más de lo que ingresa, lo que implica afrontar un mayor endeudamiento, mientras la vez no se pueden bajar las tarifas públicas, caso concreto de la energía, como así tampoco la presión tributaria, porque el Estado necesita recaudar mes a mes para satisfacer –igualmente no alcanza– sus necesidades de caja para poder seguir funcionando.
Por un lado hay que comenzar, y debería ser empezar a gastar menos. Pero este es un hueso difícil de roer tal como deja las cosas el gobierno saliente, porque los costos fijos implican salarios y jubilaciones, los costos de producir y de funcionamiento de las empresas públicas y de la burocracia estatal, pagar los compromisos de deuda, mantener la salud y las prestaciones sociales, la educación, a la vez de dejar margen para la vivienda y la inversión en infraestructura, por mencionar solo algunos de los aspectos más importantes.
Es decir, todo aquello que subyace en el dato de que Montevideo es caro, porque el país es caro, producimos caro e ineficientemente, gastamos mucho y generamos poca riqueza. Y no es que el dueño del restaurante que vende caro, o el bolichero que cobra caro o cualquier otro amasa fortunas en Montevideo; es que a pesar de todo lo caro, más caro nos resulta mantener al Estado y todo lo que éste “inventa” que encarece el trabajo uruguayo.