Lo que siempre fue

En Rusia pasa un poco lo que en los países árabes. No están acostumbrados a la democracia, y en algunos casos la desconocen. Los rusos, comandados bajo la égida comunista durante 80 penosos años, se han visto luego frustrados de observar verdaderos procesos democráticos desde los años de 1990 hasta la fecha, con el hombre fuerte por antonomasia de ese enorme país: Vladimir Putin.
El presidente, exagente de la temible KGB, ha creado desde hace años un régimen en torno a su figura, haciendo y deshaciendo a placer, al tiempo que se ha armado de un barniz democrático. La última de Putin tuvo lugar el miércoles: provocó la renuncia en pleno del gobierno al anunciar una reforma política que otorgará mayores poderes al Parlamento y abre la operación sucesión en el Kremlin.
Esto quiere decir que después de 20 años en el Kremlin marcados especialmente en los últimos años por la involución democrática, Putin propuso introducir una serie de enmiendas a la Constitución que deberán ser validadas por los rusos en un referéndum. La movida del mandatario incluyó la salida de Dimitri Medvedev, el fiel escudero de Putin desde hace dos décadas: en su lugar quedó un desconocido, Mijail Mishustin.
Putin propuso que a partir de ahora la Duma vote la candidatura del primer ministro, cuando hasta ahora se limitaba a dar el visto bueno. Lo mismo ocurrirá con los viceministros y el resto de miembros del Ejecutivo, prerrogativa que la oposición comunista había demandado durante los últimos años ante el descrédito de la Cámara Baja entre la ciudadanía. Claro está, la reforma política fue muy bien recibida tanto por los principales poderes del Estado, incluido la Duma o Cámara Baja y el Senado, como por los principales líderes políticos leales al Kremlin.
La renuncia del primer ministro Medvedev, muy impopular entre los rusos por la drástica caída del nivel de vida en los últimos años, abre muchos interrogantes sobre el futuro del propio Putin, que debe abandonar el Kremlin en 2024, cuando expira su segundo mandato presidencial consecutivo de seis años cada uno.
Tras gobernar como presidente durante dos primeros mandatos (2000-2008), Putin situó a Medvedev en su puesto entre 2008 y 2012 para esquivar la prohibición de ser jefe de Estado durante más de dos períodos. Durante esos cuatro años, el actual presidente ejerció como primer ministro y luego volvió a intercambiarse los cargos con Medvedev. El hasta ahora primer ministro asumirá un cargo de nueva creación: vicejefe del Consejo de Seguridad que lidera el presidente ruso.
Con las distintas modificaciones, Putin, de 67 años y que lleva en el poder desde hace dos décadas, se aseguraría que nadie esté en el cargo durante tanto tiempo como él, ni acumule tanta autoridad. Es la persona que más tiempo ha estado al cargo desde Josef Stalin (en la URSS). Su sucesión y qué papel desempeñará el hombre que maneja todo el poder es una cuestión vital para un país con la economía estancada y la ciudadanía exhausta por el empeoramiento en el nivel de vida.
“Rusia ha entrado en su período de transición de poder antes de lo previsto”, según dijo la politóloga Tatyana Stanovaya, fundadora del grupo de análisis R. Politik. “Putin se está preparando para dejar la presidencia –ya sea en 2024 o incluso antes–, y está tratando de crear un mecanismo de seguridad para su sucesor en caso de conflicto. Al mismo tiempo, se está deshaciendo de Medvédev, que se ha vuelto tóxico para la élite y la población en general. Esto debería hacer que el período de transición sea más suave”, añadió la analista. El hasta ahora primer ministro tiene un índice de popularidad de un 37,9%, según la encuestadora estatal Vtsiom (datos de diciembre). El de Putin, aunque ha sufrido altibajos grandes, es de nada menos de 70,3%.
Sea como sea, durante las dos últimas décadas Putin fue el “hombre fuerte” que reubicó otra vez a Rusia en el mapa de la política mundial. Sus numerosas reformas internas, desde recortes de impuestos hasta una expansión de los derechos de propiedad, han ayudado a cambiar la vida de millones de rusos afectados por la pobreza y la inestabilidad que siguieron a la caída de la Unión Soviética.
Por otro lado, muchos le señalan de haber conducido a su país durante las últimas dos décadas a un nuevo autoritarismo, inflexible en su represión de la disidencia y en sus incursiones militares o políticas en Crimea, Medio Oriente o en las elecciones de Estados Unidos. Para muchos, otro de los momentos incuestionables que marcó la Rusia de Putin fue su estrategia para conservar el poder. En su biografía “El nuevo zar: el ascenso y el reinado de Vladimir Putin”, el periodista e investigador Steven Lee Myers señala que el ascenso del gobernante ruso durante los últimos 20 años marcó también el regreso de la autocracia, de la concentración de poderes y el culto a la personalidad que caracterizaron a la Rusia imperial y, luego, a la Unión Soviética.
La Constitución vigente únicamente obliga al presidente a dejar el cargo tras ejercer dos mandatos consecutivos, pero no le impide regresar al Kremlin posteriormente. Putin tendrá 71 años cuando tenga que abandonar el gobierno en 2024, pero hoy ningún analista se atreve a descartar que durante la próxima década siga dirigiendo los destinos de este país en primera línea o en la sombra.