¿Qué quisiste decir?

Es difícil concentrarse en la pantalla de la compu mientras intento explicarles a Eragon y a Saphira por qué no pueden acompañarme esta tarde al taller “Detectives Caninos” que ofreceremos en el marco de la 33° Fiesta de la Prensa de EL TELEGRAFO. No entienden que es un taller destinado a niños, no a perros. Claro, se trata de convertirse en detectives sobre lenguaje canino, algo que ellos –perros “de nacimiento”– no necesitan investigar. Se hace difícil explicarles porque estoy usando palabras, de las cuales ellos solo entienden algunas, porque su forma de comunicarse es principalmente con su cuerpo, no con la voz. Conocen muy pocos vocablos humanos, pero en realidad no les interesa saber más, pues vaya si saben “leernos”. El problema aquí es que los humanos no sabemos “leer” a nuestros perros, y ahí es donde falla la comunicación. Y, a decir verdad, la mayoría de los “malos” comportamientos caninos –en realidad, conductas propias de la especie— son resultado de la falta de entendimiento de nuestra parte.Cada perro que nos rodea merece, con todo derecho, que hagamos un esfuerzo por entender sus necesidades, sus emociones y todo aquello que desean comunicarnos. Porque es un hecho comprobado que nuestros perros intentan todo el tiempo comunicarse con nosotros, para bien o para mal.

DE IDA Y VUELTA

La comunicación con el perro es un viaje de ida y vuelta. Mientras nosotros le enseñamos a entender nuestro lenguaje como primates, también podríamos aprender a usar el lenguaje corporal canino.
Es notable cómo se mejoran las relaciones humano-perro y cómo la predisposición al entrenamiento y la convivencia en general cambia cuando el animal nota que nosotros estamos usando su propio lenguaje. También es una exitosa manera de evitar ser mordidos, y es algo fundamental para enseñar a los niños, sobre todo al encontrarse con perros desconocidos. De ahí el tema que trataremos esta tarde en el taller que tendrá lugar en el nuevo edificio de EL TELEGRAFO.

PARA ENTENDERNOS MEJOR

Algo que tenemos en común las especies es que queremos que nos entiendan y nos sentimos a gusto cuando eso se logra. Sobre todo cuando se trata de seres que conviven desde hace tantos miles de años y se ha generado un grado de dependencia casi absoluta. He aquí algunos consejos a seguir para establecer una buena comunicación con esos seres que tanto nos quieren decir en forma permanente, y casi no los notamos:
–Dejar que el perro se acerque. Si está asustado, lo mejor es permitirle elegir si quiere o no acercarse. Nunca es buena idea acorralar a un perro y forzarlo a aceptar el contacto con otros, ya sean personas u otros animales. La respuesta será clarísima: si no puede escapar, morderá.
–Acercarse de costado. Si nos paramos de frente a un perro y lo miramos directamente a los ojos, estamos adoptando una actitud de confrontación que no le caerá muy bien, sobre todo si está nervioso, ansioso o con miedo. Incluso girar exageradamente la cabeza a un lado sin mirarlo ayudará a hacerle entender que no somos peligrosos.
–No mirarlo fijamente. En el reino animal, cualquiera sea la especie, cuando miramos fijamente a otro individuo estamos enviando una clara señal de amenaza. Es agradable mirar a un perro, pero no necesitamos “clavarle” los ojos. Y mucho menos permitamos que los niños miren a los perros directamente a los ojos, cara contra cara, pues hasta la más mansa de nuestras mascotas puede sentirse amenazada y, si no entendemos todas las señales previas que nos enviará, no tendrá más remedio que morder.
–No avasallarlo. Inclinarse sobre un perro con toda nuestra humanidad, o intentar rodearlo con los brazos desde nuestra altura puede asustarlos enormemente. ¡Imagínense ustedes mismos siendo avasallados por un gigante de tres metros de altura! Aunque tengamos las mejores intenciones, esa actitud será intimidante. Mejor sentarse o agacharse a la altura del animal, siempre de costado, y dejar que sea él quien decida la interacción.
–Acariciar de la forma adecuada. Pese a ser lo que siempre se tiende a hacer ante un perro, acercarse directamente con la mano abierta y estirada intentando tocarle la cabeza no es aconsejable. Por el contrario, acercar a su hocico el puño semi cerrado o el dorso de la mano y el brazo flojo, distendido, es la mejor manera de permitirle reconocernos, para luego pasar a otra acción. También las caricias en el pecho o los costados serán mucho más apreciadas que las palmaditas en las ancas o que tomarlo del collar (¡y ni soñar de la cola!)
Y hay varias cosas más que deberíamos aprender para comprenderlos, pero las páginas no son de goma, de manera que será motivo de una siguiente entrega. Pero ya conociendo algunas pautas como estas, podremos seguir en camino a convertirnos, para siempre, en el mejor amigo del perro.