A la espera de otra forma de hacer política

La histeria en la política no es un buen consejero. Lleva a un camino sin retorno y no ayuda a exponer las diferencias ideológicas, sino todo lo contrario. Profundiza las diferencias y nos lleva a discusiones de tribuna que demuestra dónde se encuentra el interés verdadero.
Ahora nos encontramos postrados en la discusión sobre pertinencia del incremento de las tarifas públicas, que durante 14 años siempre aumentaron en enero. Sin embargo, este enero y con los resultados electorales a la vista, no se resolvieron. Parece que la postura era que el fardo lo tome el que sigue y se arregle como pueda.
Porque si el argumento es que en junio de 2019 el gobierno de Tabaré Vázquez anunció que no había incrementos en los meses siguientes y “probablemente” sí los habría a final del período, entonces ese criterio debía mantenerse si llegaba al cuarto gobierno del Frente Amplio. O para otro cualquiera, como la coalición multicolor que gobierna desde el domingo pasado.
¿Qué tan redundantes se vuelven las explicaciones basadas en paramétricas, costos diversos y subsidios que solventamos todos, cuando la noticia resulta antipática? Porque las reacciones no se hacen esperar y los especuladores prontos para fogonearlas, tampoco.
Ahora los directores de los entes que operan para la oposición pusieron sus cargos a disposición, al grito y en rechazo de las nuevas directivas. Y si renuncian, a secas, ¿qué pasa?
Es sabido por todos que la decisión de subir o mantener las tarifas es potestad exclusiva del Poder Ejecutivo, por lo que dar explicaciones en ese sentido es absurdo.
Por eso se vuelve necesario generar otra forma de hacer política que no se limite al agravio y a las comparaciones superficiales. Porque nuestra historia es rica en profundas y prolongadas diferencias de orden político ideológico, algunas de las cuales se saldaban por el honor. Otras, fueron historias de traiciones tan comunes a la patria como las épicas batallas.
Pero hubo un cambio cultural en épocas recientes que nos acercó y nos alejó. Todo a la vez. Hoy parece imposible un debate desde el campo del pensamiento crítico, sin desencuentros que nos quiebren como sociedad. La persistencia en la hegemonía del pensamiento, nos vuelve intolerantes cada día y ante cualquier tema. Por estas horas, la discusión está plantada en la política tarifaria. Pero antes fue el tono utilizado para cantar el Himno Nacional o los jinetes que resolvieron marchas hasta Montevideo para participar de un acto democrático. Y así podemos mencionar el viraje que se dio durante la campaña electoral.
¿Dónde radica la razón de ese pensamiento único? ¿Por qué existe una resistencia a reconocer buenos valores tanto en un partido como en una coalición de partidos? Y, ¿por qué todo debe ser mirado desde una corrección política que enfoca su indulgencia para un solo lado?
Porque los paladines de la inclusión y la diversidad nunca explicaron que los criterios múltiples no eran para el pensamiento democrático que enriquece las ideas.
Y ahora, que se deberán tomar decisiones antipáticas, hay algunos que esperan en las gateras prontos para salir. Es que con el diario del lunes, todos sabemos qué habría que haber hecho. Ahora nadie cuestiona qué hubiera ocurrido si la caja de todos, se hubiera cuidado en tiempos de “vacas gordas” y si se hubiese mirado con lupa, la gestión de entes monopólicos que eran guiados por mimados ideológicos que flaco favor le hicieron a las arcas del Estado. Hoy continuamos pagando esas fiestas y los censores de los nuevos aumentos, ni se de eso.
Si bien el gobierno resolvió esperar ante la volatilidad de la moneda estadounidense y su presión sobre el petróleo, el anuncio del incremento tarifario se ubicará en torno al 9%. Debemos remontarnos a enero de 2016, cuando UTE y OSE incrementaron 9,85% y Antel en 9,4%. En aquella oportunidad, además, el anterior gobierno aprobó nuevos cargos fijos en el suministro de agua. También, en ese entonces, el aumento se ubicaba por encima de la inflación.
Por eso, no es la primera vez que ocurre en los últimos años. Lo importante es contextualizar esta realidad con un déficit fiscal cercano al 5% y una deuda externa, sobre la cual pocos quieren hablar. En este marco de circunstancias, ¿qué realidad hubiera aceptado otro gobierno del Frente Amplio? Porque el dólar sube en el mundo entero y en Uruguay, hasta la semana pasada, el Banco Central salía a comprar casi diariamente. Una contención así, no era muy fácil de sostener en el tiempo.
Si la jugarreta política era generar el criterio de “tierra arrasada” para demostrar que quieren volver, entonces resultó extremadamente notoria. Ahora, cualquier explicación queda por fuera. Ya no es necesario demostrar que vivíamos en una burbuja con números ficticios porque ganó el criterio simplista del “antes” contra el “ahora”.
Listo, lo lograron. Impusieron una forma mezquina e individualista de hacer política. Porque poco les interesó el bienestar general. Solo miraban la pizarra electoral y especulaban. Ahora habrá que escucharlos por cinco años y, mientras tanto, albergar una esperanza de que hay otra forma de gobernar.