Barrio Obrero se renueva

Raúl “Yayo” Zapata, un puntal en Barrio Obrero.

La cancha, los vestuarios, el tejido, el complejo de baby fútbol. Barrio Obrero, con mucho sacrificio, presentará este año un lavado de cara con el que mejoró notoriamente sus campos deportivos para bien de sus jugadores, su barrio y el fútbol sanducero.
Hace dos años ya que la institución viene trabajando para levantar el nivel de sus prestaciones y, desde entonces, ha volcado un presupuesto de 45 mil dólares –aportado por socios y allegados–, más el dinero que ha ingresado por los derechos de formación de Nicolás Lodeiro –casi 20 mil dólares– y de Diego Segovia, unos 10 mil dólares.
“Te sorprendés al entrar acá. Ahí dentro (mientras señala la cancha) hay una fortuna en tierra y arena, que se logró con enorme sacrificio”, comentó Raúl “Yayo” Zapata, un histórico de Barrio Obrero y que hace las veces de vocero del club. El campo de juego del Parque Aguinaga-Thomasset luce con un verde parejo en todos sus sectores, con pasto abundante que invita a jugar y a hacer rodar la pelota.
Pero hubo dos aspectos que se pensaron antes para poner en marcha las reformas. Uno fue el pozo, un “sueño” de muchos años que ahora se concretó a un costo de más de 8 mil dólares. Tiene 53 metros de profundidad, con un caudal de 7 mil litros por hora. “Es un buen pozo. Si no acá no se obtiene absolutamente nada”, añadió Zapata.
Luego se centraron en el complejo del Oratorio Zona Este, destinado sobre todo para el baby fútbol, en el que aplicaron mejoras en las canchas, en el cerramiento y en las luces para todo el predio. Más tarde sí pusieron foco en la cancha del Aguinaga-Thomasset y en el tejido que la circunda: el viejo se sacó y se colocó uno nuevo, sostenido por rieles gracias a un trámite realizado ante AFE (y que duró un año abrocharlo). En total, se consiguieron mil rieles que también se utilizarán para las torres de las luces que aún no han sido colocadas.
Para más modernidad, se generó una zona de exclusión entre la cancha y los dos vestuarios nuevos –de 50 metros cuadrados cada uno– y los viejos, los que serán divididos: un espacio para cambiarse los jueces, un sector para guardar herramientas y otro vestuario alternativo.
Entre esa edificación y el campo de juego, se desplegará un pasto sintético para que los equipos puedan realizar el calentamiento precompetitivo, además de colocarse los bancos de suplentes, para locatario y visitante, con diez asientos cada uno. “Hay una idea de hacer algo con material arriba para que el periodismo trabaje con comodidad”, explicó Zapata.
A su vez, se levantó una pared detrás de los vestuarios, “por donde entraba todo el mundo”, gracias al aporte de 140 bolsas de portland del comercio sanducero que colaboró con ese cometido. También, con la idea de abandonar la caldera, se instaló un calefón de 100 litros y se tiene en mente colocar dos termotanques solares de 250 litros.
“Llevamos dos años. No es nada fácil. La otra parte que nos quedaría es el polideportivo. Nos va a crear un panorama distinto ante la sociedad y una generación de ingresos fundamentales para el club”, ahondó Zapata en referencia al polideportivo construido en el año 2000 y que aún no se ha completado. Luces led, cerramiento total, arreglos de los canalones, pintura en la sede y seis ventiladores: eso faltaría en ese recinto y será parte de los próximos desafíos de Barrio Obrero, un club que quiere seguir creciendo.