Temores ancestrales y el día después

A propósito de la pandemia asociada a sicosis que ha ganado al mundo por el coronavirus, quedan planteadas interrogantes y un manto de incertidumbre sobre lo que nos depara el futuro inmediato tras la explosión de la crisis, y cómo se distribuirán las consecuencias, a quienes éstas afectarán en más o en menos, y si igualmente, tras la ola, las cosas volverán a ser tal como eran antes o si habrá parámetros que no volverán, para bien o para mal, según a quien le afecte el cambio.
Como bien señala en un artículo el escritor Mario Vargas Llosa, en un mundo globalizado, ya en el tercer milenio, de alguna forma se han manifestado brotes de pánico en todos los países, lo que nos retrotrae a la vez a comportamientos que fueron propios en las pestes de la Edad Media. Considera el escritor, a la luz de los acontecimientos, que “ese viejo terror no ha desaparecido del todo, pese a los extraordinarios progresos de la civilización. Todo el mundo sabe que, como ocurrió con el sida o con el ébola, el coronavirus será una pandemia pasajera, que los científicos de los países más avanzados encontrarán pronto una vacuna para defendernos contra ella y que todo esto terminará y será, dentro de algún tiempo, una noticia mustia que apenas recordarán las gentes”.
Un concepto con el que difícilmente se pueda estar en desacuerdo, pero el punto radica precisamente en las interrogantes sobre el después, en cómo serán las cosas en cada comarca, en cada país, en el comercio y la economía, y si habrá ganadores y perdedores, aún en la relatividad del término.
Viene a cuento en estas reflexiones los aportes que formula el experto en mercados financieros Michael Powell en sus declaraciones al suplemento Economía y Mercado del diario El País, quien considera que la pandemia le pega al mundo en un momento de fragilidad y del que se saldrá con una globalización diferente a la que conocemos.
El profesional sudafricano Michael Powell, en una primera aproximación a la problemática de la economía antes y después de la pandemia, evaluó que Uruguay está “del lado menos malo de los commodities”, dado que los alimentos sufrirán menor impacto que otras materias primas. Powell es doctor en Economía por la Universidad de Ciudad del Cabo, y posee formación en Negocios internacionales, Derecho y Política en universidades inglesas.
Para él esta crisis global puede catalogarse como “un Cisne Negro, un evento inesperado que está noqueando al mercado. Aún no cayó un 20% (al 11/03) pero en pocos días eso va a ocurrir. Pronto estaremos en un bear market y creo que no es solamente un cambio de tendencia, es un cambio secular y no cíclico, donde esencialmente Asia va a ser el centro de la economía mundial, pero no precisamente China”.
A su juicio, si bien es una situación extremadamente seria, resulta muy difícil medirla con exactitud, “porque es diferente en su carácter en relación con la crisis de 2008 o cuando explotó la burbuja tecnológica en el 2000. Y le está pegando al mundo en un momento muy frágil en términos del ciclo de crecimiento. La única gran economía que ha mostrado signos de crecimiento real es Estados Unidos y está enlenteciéndose. Pero además, hay dificultades que están empezando a aparecer y muchos problemas que quedan expuestos”.
En cuanto a la duración, el impacto inmediato y las consecuencias, todo se enmarca en una gran incertidumbre, en tanto debemos tener en cuenta que hay imponderables que como tales, no pueden manejarse de antemano en la ecuación, en la que hay demasiadas interrogantes como para más o menos imaginar un resultado con cierta certidumbre y aún algún asidero, pese a las experiencias pasadas.
Todos confiamos en que la sangre no va a llegar al río, pero se trata en realidad más de una expresión de deseos que una conclusión a partir de elementos reales, sobre todo en el caso de Uruguay, altamente dependiente y vulnerable a los avatares del entorno internacional.
Lo señala Powell en su visión global cuando aventura que “no hay una sola respuesta y esto va a cambiar de acuerdo a la exposición de mercados emergentes al comercio mundial. Los que están en una posición frágil, con déficit de cuenta corriente, exportadores de petróleo, por ejemplo, van a ser golpeados mucho más que aquellos que no presentan esas características. Varios países, como Vietnam, pueden –aunque no inmediatamente– beneficiarse de esta situación, en la medida que pueden convertirse en proveedores de los productos que demanda el mundo. Países financieramente más frágiles, como el Líbano, que defaulteó en la última semana, o Argentina, que no luce muy bien, deben preocuparse mucho”.
También se agrega el factor de que a su juicio Asia va a recuperarse primero. “De hecho, hay señales de recuperación tentativa en China. Y van a volver a fabricar, pero, ¿la gente seguirá comprando como antes? La respuesta es no. Habrá repercusiones secundarias, existirá un efecto boomerang ya que compradores importantes, como Estados Unidos, Irán o Italia, están en primera línea entre los países que sufren con el brote del virus”.
Es decir, especulaciones posibles respecto a escenarios del día después, como el hecho de que China aparentemente ha contenido la difusión del virus dentro de su territorio y ya está empezando a pensar seriamente en comprar alimentos, fundamentalmente proteínas, con un déficit que algunos expertos estiman en unos 25 millones de toneladas, para empezar. Ello podría repercutir favorablemente en Uruguay como país exportador de alimentos, caso concreto de la carne en lo inmediato, pero eso todavía en el marco de una ecuación que tiene más de especulaciones que de datos ciertos, por lo que todo debe tomarse con pinzas.
Pero mientras no lleguemos a esa etapa, tendremos que convivir lo mejor posible con la pandemia, porque todavía estamos en el hoy y no en el día después. Y hay responsabilidades individuales y compartidas que debemos seguir asumiendo, sin pánico pero con responsabilidad, para no actuar como manada en lugar de seres racionales.