Algunas reflexiones en la crisis

A esta altura del desarrollo de la pandemia, ante la respuesta soberana y particular que ha tenido cada país de acuerdo a su situación, pero sin perder de vista la realidad global, es pertinente traer a colación apuntes que nos ayuden a hacernos una composición de responsabilidades y acciones a llevar a cabo, tanto en el qué como en el cómo, a la vez de considerar cómo estábamos parados antes de la plaga, para evaluar cómo podemos salir.
Y nada mejor que recurrir a cómo ven el escenario actores protagónicos, por ejemplo, cuando hacen referencia a las acciones que es preciso adoptar en el país para superar las consecuencias de la pandemia aún antes de que se conozca el período en que se extenderá y cómo vamos a quedar consecuentemente tras la crisis.
Así, el expresidente José Mujica dijo en reciente entrevista que “el agujero es tan grande que necesitamos un margen de medidas para que la gente de clase media para arriba pongan el huevo para que banquen esto. Pero esto es si el Estado no se pone, porque si se hace el indiferente y empieza con el discurso de la economía entonces estamos fritos”.
El punto es que esto lo dice un exmandatario que tras la época de mayor bonanza en la historia del país por el favorable escenario internacional, dejó al Uruguay con un déficit fiscal de más del 3,5 por ciento anual; que su sucesor Tabaré Vázquez, del mismo partido, lo llevó a un 5 por ciento del PBI cuando entregó el gobierno, lo que significa que tenemos un “agujero” de 2.800 millones de dólares desde el año pasado.
Por eso es que el Estado “no se pone” como dice Mujica, porque no hay espalda financiera para afrontar esta distorsión enorme en las cuentas públicas que demanda hacer frente a los costos en sí del combate al coronavirus. Y efectivamente, y debido a eso, la crisis la van a “padecer los pobres, gente que no tiene salario, que vive día a día”, como dice Mujica.
Sin embargo el error está en creer que “los que van a sufrir la crisis” son “los pobres”. El discurso suena bien para las masas y es lo que se puede esperar de un personaje como “el Pepe”, porque es políticamente correcto y siempre es lindo creer que hay “poderosos” y “explotadores” que se aprovechan de la clase trabajadora en estos tiempos de crisis, y que lloran miseria porque son capitalistas egoístas que sólo piensan en lucrar. Pero en realidad todos vamos a sufrir la crisis, en mayor o menor medida, porque el desbarajuste que provoca un parate de la industria y el comercio como el actual, desestabiliza a cualquier empresa, y son pocas las que tienen espalda suficiente como para resistir meses, tal como se prevé que será. De continuar las medidas restrictivas, muchas empresas no volverán a abrir, otras saldrán muy malheridas en tanto las demás tampoco serán lo que eran; aunque algunas –muy pocas–, se podrán beneficiar en algo de la situación. Pero lo cierto es que el impacto irá más allá del seguro de paro en que se encuentran miles de trabajadores y empleados, porque de seguro que cuando esto pase muchos puede que encuentren cenizas de los que fue su fuente laboral, que habrá sido una víctima colateral más del COVID-19.
La clave postcoronavirus, más allá de las respuestas endógenas que se instrumenten en nuestro país, pasa por cómo va a quedar la economía mundial luego de la crisis, porque la magnitud del apoyo financiero que necesita el Uruguay, ante estas consideraciones, hace que sea imposible reactivar la maltrecha economía solo a partir del mercado interno y las exportaciones. Necesitamos un motor de arranque y sustentabilidad en el inicio del proceso para entrar en ritmo de marcha.
Un elemento a favor para que se den estas condiciones es que al parecer en el mundo financiero internacional, por decisión política naturalmente, habrá fondos contingentes para promover una reactivación económica global que será beneficiosa para todos, más allá de los recelos entre las grandes potencias, y que esta corriente será de particular importancia para los países “emergentes” como Uruguay y no tanto para naciones que tienen respaldo financiero y reservas para tiempos de crisis.
Una pista del posible escenario en esta materia lo plantea el economista Jerónimo Nin, Gerente de Inversiones de Nobilis, firma de gestión de patrimonios, quien expuso al suplemento Economía y Mercado del diario El País, respecto a la perspectiva de una recesión global, que por un lado comprende “la paralización sincronizada de las economías a nivel mundial, que afecta la producción y la inversión de las empresas y su capacidad de pagar las deudas afectando, por tanto, su calidad crediticia. A su vez, se afecta el consumo de las familias. Por otro lado, la incertidumbre de cuánto tiempo durará esta situación y cómo será la salida. La caída en el precio de los activos financieros tiene un componente relativamente cierto y otro de expectativas o incertidumbre”.
Advirtió en cuanto a la incertidumbre, que “no tenemos un horizonte temporal y hay mucho temor a una segunda ola de contagios que nos obligue a tener que extender esta situación de aislamiento que conspira contra la capacidad de producir de las economías”.
Consideró que “los gobiernos y los bancos centrales están tomando medidas para facilitar el acceso al crédito y capital para lograr con ello reducir la volatilidad en los mercados primero y luego, cuando volvamos a la normalidad, la recuperación de la economía sea rápida y vigorosa. La volatilidad la generan la expansión del virus, su posible efecto en los sistemas sanitarios de cada país, la extensión de medidas de cuarentena y la incertidumbre que genera en las empresas y familias”.
Sin embargo, “la buena noticia es que, probablemente las tasas de interés de EE.UU. permanecerán bajas por un buen tiempo y eso significa que el costo del crédito general tiene una base cercana a cero y hace que los costos de financiamiento para las economías emergentes, tanto para los países como para las empresas sea relativamente bajo, incluso cuando la calidad crediticia pueda ser un poco peor; las tasas de financiamiento en términos absolutos no van a ser muy elevadas, salvo casos muy extremos”.
A su vez “la principal preocupación que deben tener los bancos hoy es que no se corte la cadena de pagos y tomar medidas para asegurar la liquidez. Ahora tienen que lograr que ese dinero barato llegue a las empresas y a las familias. Hay un rol importante que deberá articularse con la política fiscal. El gasto y la inversión pública tienen un rol para jugar”.
En el caso de Uruguay, auguró que “tenemos acceso a buenas líneas de crédito con organismos multilaterales, tenemos acceso a los mercados, no tenemos vencimientos apremiantes de deuda y tenemos a los inversores locales, AFAP, que en moneda local, son una fuente de financiamiento constante. Todo eso, junto a las tasas de interés de EE.UU. que son bajas, juega a favor. Esto nos da tiempo, pero no nos podemos descansar”.
El desafío radica, precisamente en la apuesta post crisis a mantener la liquidez y la cadena de pagos. Mientras tanto, el agro ya está cumpliendo su rol histórico como generador de la riqueza nacional: pese al coronavirus, se sigue cosechando y sembrando, el ganado se mueve y tanto el productor como el trabajador rural no conocen de seguro por desempleo ni de sueldos en su casa sin trabajar.